
Varios medios de comunicación argentinos han criticado ayer el saludo dirigido por el Ministerio de Relaciones Exteriores a España, con ocasión de la celebración de su fiesta nacional. Estos medios han acusado al gobierno argentino de hacer una «interpretación regresiva de la historia»; no solo por haber saludado a España en su día sino especialmente por haberse referido a este país como «el Reino de España».
Lo primero que sorprende de estas críticas es que el trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación consiste precisamente en eso; es decir, en mantener buenas relaciones con los países con los que la Argentina ha establecido vínculos diplomáticos. Dejar de saludar a un país amigo o a sus nacionales en el día de su fiesta no es precisamente un buen gesto diplomático, ni un gesto de buena educación. Atacarlo o denigrarlo, aprovechando el significado de la fecha, no solo sería poco diplomático sino que sería un acto hostil e irresponsable, impropio del gobierno de un país civilizado.
El segundo punto que llama la atención es que quienes han calificado el saludo diplomático como «polémico» y «regresivo» lo han hecho porque el gobierno argentino ha utilizado en la redacción del mensaje la expresión «Reino de España».
A diferencia de la «República Argentina» (denominación cuyo uso no debería ofender a nadie), España carece de nombre oficial. La Constitución de 1978 no hace referencia explícita a la oficialidad de ningún nombre. No se puede olvidar sin embargo, que la expresión «Reino de España» es también una denominación legal, que se emplea de modo oficial como nombre protocolario en todos los tratados y convenios internacionales, así como en ciertos documentos públicos y algunas publicaciones gubernamentales.
Lo menos que se podría esperar, pues, es que la autoridad diplomática argentina se dirija a España llamándole por el nombre que este país utiliza en los tratados y convenios internacionales. Hubiera sido extraño -poco profesional- que la llamara de otro modo. Quien hoy piense o sostenga que la existencia de un Reino de España prejuzga sobre el alcance o la extensión del territorio, es que no conoce ni la historia ni las leyes de este país, que mantiene las mismas fronteras exteriores desde hace varias décadas.
Significados diferentes
Quizá el problema es que la fecha del 12 de octubre tiene significados diferentes en la Argentina y en España. Aunque no siempre ha sido así.Se debe tener presente que España abandonó hace 60 años la denominación de «Día de la Raza» para esta fecha, y que la Argentina conservó este nombre -y, por tanto, el significado de la fecha- hasta el año 2006. En España, el Real Decreto 3217/1981, de 27 de noviembre, dice que el 12 de octubre se instituye como «fiesta nacional de España y Día de la Hispanidad», y no menciona en ningún momento ni a la raza ni a la conquista española de América. Solo su exposición de motivos se refiere al Descubrimiento de América, que es un hecho histórico universal, a la misma altura de la Revolución Francesa de 1789 o la Revolución Bolchevique de 1917.
El 12 de octubre, día de la fiesta nacional, tiene en España más componentes religiosos que patrióticos, por un sinfín de motivos que sería largo y complicado de explicar aquí. El mismo día de la fiesta nacional, se celebra en el país el día del Virgen de la Pilar, que, entre otras cosas, es la Patrona de la Guardia Civil, desde el 8 de febrero de 1913, fecha en que el rey Alfonso XIII firmó la orden correspondiente.
Desde hace bastante tiempo, pues, no hay en España actos oficiales que exalten la conquista de América, ni celebren a los conquistadores. Personajes como Hernán Cortés o Francisco Pizarro no tienen un monumento en la capital de España, aunque sí en sus ciudades natales (Medellín, en Badajoz, y Trujillo, en Cáceres, respectivamente). En general, no son recordados en España como héroes, sino como crueles conquistadores.
En la Argentina
En la Argentina, el Decreto presidencial 1584/2010, que instituyó el 12 de octubre como el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, y puso oficialmente fin a la celebración del Día de la Raza, no autoriza de ninguna manera a utilizar la fecha para atacar o execrar a un país con el que se mantienen relaciones diplomáticas desde hace mucho tiempo, ni para cuestionar su forma de Estado o para dudar de la real extensión de sus fronteras. Y menos a hacerlo por cuestiones ideológicas.Desde luego, que quienes así lo sientan y lo deseen, pueden expresar en cualquier momento y con absoluta libertad sus reservas o incluso su condena hacia la conquista española. Lo que no parece razonable es que se condene a España, sobre todo teniendo en cuenta de que la situación colonial se agotó hace más de doscientos años y después de una guerra que la Argentina ganó de un modo inobjetablemente legítimo. Normalmente, los buenos ganadores de las guerras no andan revolviendo el pasado contra sus antiguos dominadores, máxime cuando mantienen con ellos unas excelentes relaciones diplomáticas, casi desde el mismo momento de la independencia.
Un saludo de tono tan protocolar como el que ha dirigido el gobierno argentino a España no supone en lo más mínimo una reinterpretación de la historia, como pretende algún sector de la opinión pública argentina. Quien de verdad piense que el afecto que une a los dos pueblos y los lazos históricos y culturales entre las dos naciones no existen o deben ser ignorados, no adopta una posición política anticolonialista o contraria a la conquista, ni refuerza de ninguna manera nuestra soberanía nacional, sino simplemente demuestra una actitud hostil extemporánea, que no se puede justificar en un pasado que ha sido decidido, además, por una guerra victoriosa.
Por supuesto, otra cosa bien diferente es que un representante gubernamental -como ha sucedido en Salta- exprese en una tribuna pública y en nombre del gobierno que el 12 de octubre de 1492 «comenzó nuestra historia». Esto último es más preocupante, pero apenas si ha merecido la atención de los medios de comunicación.
La hispanidad
Es por supuesto legítimo que los argentinos y los españoles (también los búlgaros, los chinos o los sudafricanos), nieguen la existencia de lo que se ha dado en llamar la «hispanidad». Por diferentes motivos se niega también al Commonwealth y a la Francofonía. Pero no se debe olvidar que el concepto de hispanidad, que constituye el motivo central de la fiesta nacional en España, no fue inventado en este país sino en la Argentina (bien es cierto que por intelectuales españoles como el filósofo Miguel de Unamuno, el escritor Ramiro de Maeztu o el sacerdote Zacarías de Vizcarra) y que más que a una hegemonía política pasada, la idea de hispanidad hace referencia a ciertas características lingüísticas y culturales comunes.Por supuesto, hay quien asocia la hispanidad con los valores tradicionales de cierta derecha reaccionaria española, pero esta asociación es cada vez más débil y menos compartida, incluso por la monarquía española, cuidadosa hasta el extremo de sus buenas relaciones con los países iberoamericanos.
Conviene no olvidar que ya a comienzos del siglo XX, Unamuno defendió que la hispanidad, como concepto, debe asociarse con la variedad de pueblos que hablan el mismo idioma español, prescindiendo así de la idea de «raza» que el filósofo vasco consideraba limitada y odiosa. La hispanidad, para Unamuno, le confiere un sentido igualitario a la relación entre las naciones, sin primacías ni maternidades. El filósofo cuestionó la idea de «madre patria» para referirse a España y sostuvo que había que referirse a las repúblicas sudamericanas como «hermanas».