Los británicos deciden abandonar la Unión Europea

Europa se ha despertado esta mañana conmocionada por el resultado del referéndum convocado por el gobierno británico para decidir la salida del país de la Unión Europea. Cuando los últimos sondeos -incluidos los elaborados a la salida de los colegios electorales- pronosticaban una victoria muy ajustada de la permanencia, una mayoría de británicos, por más de 1,1 millones de votos de diferencia, ha decidido que el país debe romper con el bloque continental.

Expertos consideran que ha sido el discurso antiinmigración agitado a último momento por los euroescépticos el que equilibró la fuerte apuesta del gobierno y de los principales líderes políticos por la opción de permanencia.

La libra esterlina se ha derrumbado, llegando a rozar sus mínimos desde el año 1985. En unas pocas horas, los ahorros y los salarios de los británicos se han depreciado más de un 10%. La incertidumbre planea sobre los mercados, aun más que en las pasadas semanas cuando el resultado era aún incierto. La propia estabilidad política interna del Reino Unido está en juego, al haber votado mayoritariamente a favor del remain territorios como Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar.

Incluso permanencia del primer ministro David Cameron en el cargo está en entredicho, ya que una sólida corriente de opinión le atribuye una responsabilidad directa en lo que se considera un error de proporciones históricas. Muchos consideran que el resultado adverso le obliga a presentar su dimisión.

Los expertos especulan que el resultado no solo traerá las consecuencias esperadas en relación con la posición del Reino Unido y las inesperadas en los mercados financieros sino que forzará cambios profundos en los cimientos políticos de la Unión Europea.

Se calcula que el resultado británico animará a los euroescépticos en varios países clave a convocar referéndums similares. Y que en países fundadores de la Unión, como Francia, cobrará fuerza la postura radical del ultraderechista Frente Nacional.

El temor de contagio se extiende a países como Alemania y Holanda, por el avance del extremismo antieuropeo, y refuerza la postura crítica de algunos países como Polonia, Hungría y Eslovaquia, que han mantenido actitudes hostiles hacia la Unión Europea.

Al final -especulan- la crisis griega y el drama de los refugiados, mal resueltos por la burocracia de Bruselas, han pasado una amarga factura. En países como España, en donde se vota dentro de dos días, la situación es sumamente incierta y los más escépticos calculan que se repetirán los resultados de diciembre pasado que derivaron en un bloqueo político sin salida que impidió la formación de un gobierno.

La timidez y los complejos con que los principales líderes europeos han encarado los desafíos de la Unión y la renuncia de la mayoría de ellos a impulsar el tan esperado salto hacia adelante, que suponga una mayor cohesión económica y política, ha desembocado en una situación incierta e inédita, de cuya resolución depende la estabilidad del mundo en los próximos quince años.