Cuando aplastar al contrario es la única salida posible

  • El conflicto que durante el mes pasado ha enfrentado al gobierno provincial de Salta y un importante grupo de docentes, reacios a que sus intereses sean representados por los sindicatos formales, nos ha dejado algunas enseñanzas que no conviene olvidar.
  • La importancia de la política de intereses

En primer lugar, el conflicto nos ha recordado algo muy obvio: al día siguiente de su conclusión, tanto el ganador como el derrotado deben seguir manteniendo relaciones estrechas. Los docentes y el gobierno deben colaborar de una forma especialmente cercana, puesto que ambos están directamente comprometidos en el objetivo común de prestar un servicio público de calidad y sin interrupciones irrazonables.


Esta es la primera razón por la cual cualquier conflicto de esta naturaleza no debe ser planteado en términos tan irreductibles. Esto quiere decir no solamente que el gobierno y sus oponentes están obligados a moderarse, evitando en todo momento plantear posiciones de máxima que supongan la expulsión del adversario del terreno que ocupan, sino que también deben moderarse las opiniones de apoyo a unos y a otros.

Por razones que intentaremos explicar un poco más abajo, en Salta hemos asistido a una opinión pública volcada casi totalmente con el bando docente, sin que en ningún momento hubiera sido posible criticar la legalidad o la oportunidad de sus medidas de conflicto. El docente -por ser pobre, por pertenecer mayoritariamente a una clase social tradicionalmente considerada inferior- tiene (para algunos) la razón en todo, aun cuando sea probable que no la tenga en nada.

Este fenómeno tiene que ver con el hecho de que la única manera de resolver un conflicto de esta naturaleza es acudir a las herramientas conocidas de la política.

La política es esencialmente la actividad que los seres humanos nos hemos inventado para resolver nuestros problemas sociales, para adoptar decisiones y para resolver los conflictos en una comunidad o en una sociedad determinada.

La razón por la cual la política, como mecanismo de resolución de problemas, parece tan distante de nuestra experiencia cotidiana se halla en una cierta tendencia cultural a centrarse en soluciones que se basan en quién tiene el poder (soluciones basadas en el poder) o en quién tiene la «razón» a los ojos de la Ley (soluciones basadas en el Derecho).

El enfoque político estándar (el que invariablemente aplican los salteños y que se deriva de su forma tan peculiar de entender y practicar la política de la confrontación electoral) crea ganadores y perdedores y tiende a producir una polarización cada vez más profunda. La posibilidad de «perder» cuando están en juego cuestiones que se consideran de gran importancia es intolerable para todos, lo que significa que la necesidad de «ganar» se vuelve cada vez más importante. Este tipo de enfoques provocan agresión y división. Así lo hemos podido comprobar, otra vez más, durante el penúltimo conflicto docente.

Sin embargo, hay una salida a este ciclo, al menos en teoría.

Esta salida se basa en encontrar sistemas de comunicación política que adopten los matices y aborden las necesidades e intereses subyacentes. Estos sistemas basados ​​en intereses giran en torno a un enfoque omnipartito (parcial respecto de todos) y de beneficio mutuo para la toma de decisiones. Los enfoques basados ​​en intereses deben estar guiados por una actitud de curiosidad, creatividad, empatía, unidad y colaboración, al mismo tiempo que abrazan las diferencias y perspectivas diversas.

Si entre todos hiciéramos los esfuerzos necesarios para practicar una política basada en intereses, los conflictos sociales -aun los recurrentes- llegarían a su fin con la sensación de que entre todos hicimos una contribución al progreso social. Pero no ha ocurrido así con la solución del pasado conflicto entre docentes y gobierno, en el que todos tenemos la impresión de que hemos dado algunos pasos hacia atrás en vez de avanzar en la dirección correcta.

Las formas de entender la política que tienen en cuenta el interés de las partes adversarias y su contribución a la conformación del interés general sirven, entre otras cosas, para desalentar la dominación y, de paso, para apuntalar el papel necesario y potencialmente positivo de la política.

Podemos entender a la política como un proceso de resolución de problemas sociales. En Salta, sin embargo, la política es una forma de cargarse de razones para expulsar al adversario del terreno común de la convivencia.

En Salta la política solo admite un resultado: el del aplastamiento del contrario sin concesiones de ninguna naturaleza. Hablar en Salta de diversidad de puntos de vista sobre la naturaleza del problema y de múltiples formas alternativas de resolverlo es una rareza o una ingenuidad, a pesar de que muchos saben y otros muchos deberían saber que la valoración y la exaltación del pluralismo de la opinión política es la clave para la previsible obtención de soluciones mejores y más sostenibles.

Si entendemos la política como un proceso de toma de decisiones de un gran grupo, podremos comprobar que, cuanto mayor es el consenso, más fuerte es la democracia, más aptas son las personas para estar de acuerdo con una decisión y es más probable que esta decisión sea más eficaz que las que se adoptan como consecuencia de una «victoria» sobre el oponente.

Ahora que, si entendemos a la política como un proceso de resolución de conflictos, veremos cómo la cantidad de conflicto sistémico continuo y crónico se puede reducir drásticamente con solo asumir que hay más de una respuesta correcta a un interrogante determinado, adoptando un enfoque complejo, igualitario y basado en intereses, y no permitiendo que nadie pierda solo para que otros puedan ganar.

Los componentes de los conflictos políticos y sociales

Si hacemos el esfuerzo de aislar y distinguir los componentes unitarios de los conflictos políticos y sociales, probablemente entenderemos la razón por la cual los desacuerdos políticos potencialmente productivos sobre cuestiones sociales importantes a menudo se convierten en conflictos improductivos, inútiles para el progreso social.

Existen tres subcomponentes básicos en cualquier conflicto político o social, que nos proporcionan, al mismo tiempo, tres características básicas de este tipo de conflictos.

Ellos son:

1) La diversidad: En primer lugar, debe haber dos o más individuos o grupos de personas distintos, cada uno con perspectivas, creencias, ideas, opiniones, necesidades, valores e intereses diversos. La diversidad de perspectivas y experiencias es la fuerza de cualquier sociedad o sistema político democrático. Tal diversidad es, al mismo tiempo, un ingrediente esencial para el desacuerdo y el conflicto.

2) La desigualdad: En segundo lugar, debe existir una desigualdad de poder entre estos individuos o grupos, que refleje su diferente capacidad para imponer sus diversas creencias, ideas, opiniones, valores, etc. La política trata esencialmente de distribuir el poder para promover el cambio en una sociedad, y es el elemento de desigualdad en una sociedad lo que hace que un conflicto sea político.

3) La confrontación entre adversarios: En tercer lugar, debe haber un proceso de confrontación entre adversarios y un sistema que asigne recompensas diferentes para ganadores y perdedores. Es decir, que en la pugna por la toma de decisiones o la resolución de problemas se han de enfrentar entre sí diversos individuos y grupos, permitiendo que alguien «gane» y que alguien «pierda». Pero vale aquí la advertencia que hicimos antes: los procesos de confrontación que intentan crear resultados fijos basados ​​en el poder o la razón fundada en Derecho conducirán a la polarización y al conflicto crónico.

A partir de la distinción de estos tres subcomponentes básicos podemos decir que:

1) Algunos buscan reducir el nivel de conflicto político/social disminuyendo la diversidad y fomentando el respeto por las ideas aceptadas o convencionales y reforzando la autoridad establecida.

2) Algunos buscan reducir el nivel de conflicto político/social aumentando la igualdad, defendiendo la libertad de disentir, articular, defender e implementar diversas perspectivas.

3) Pocos se muestran interesados en cambiar la naturaleza del proceso de confrontación entre adversarios y lo que parece ser su consecuencia inevitable: la lógica ganar/perder. Muchos no pueden imaginar o no saben que existen procesos efectivos en los que la diversidad y la desigualdad no provocan división social y polarización política.

Para concluir

La creencia de que la política y los conflictos sociales deben dar lugar a confrontación entre antagonistas es demasiado simple.

Algo de esto es lo que hemos podido ver en el reciente conflicto docente, en el que unos han querido tirar de autoridad y poder para imponerse al contrario, y estos se han cerrado a cualquier demostración de diversidad en el seno de su propia profesión.

Los dos contendientes -aun con argumentos diferentes- han coincidido en la necesidad de que el conflicto se resuelva por un proceso de confrontación entre adversarios, esperando en todo momento que el oponente ceda y pueda ser considerado el «perdedor» de la disputa.

Aquellos que, como las partes enfrentadas durante casi el todo el mes de agosto pasado, se han enfocado solamente en un proceso de ganar/perder, no han tomado en cuenta adecuadamente las formas en que los procesos inclusivos, de construcción de consenso, colaborativos y basados ​​en intereses son capaces de «expandir el pastel» y generar nuevas opciones escuchando, evaluando criterios, generando ideas alternativas creativas, construyendo consensos, calmando sentimientos heridos, resolviendo disputas subyacentes y maximizando los resultados positivos.