
Muchas veces pienso y reflexiono cómo los salteños podemos cambiar el rumbo de las cosas y quebrar de una vez por todas con este destino de profunda desigualdad y postergación de nuestra sociedad.
La comodidad del hogar, porque no decirlo un buen pasar, un trabajo profesional que me otorgó reconocimiento y afectos, parecen una buena excusa para renunciar a cualquier intención de querer luchar por el verdadero sentido que tiene la vida que es la de luchar por el bien común.
O acaso no es el "ser político" que cada uno tiene en el alma el que nos impulsa a generar una verdadera revolución que cambie el statu quo de las cosas y nos lleve al desarrollo que soñamos pero que no nos animamos a exteriorizar.
La democracia en nuestra provincia, en el país y en el mundo está en peligro. Los medios, las operaciones mediáticas, el amarillismo periodístico, la mentira, la vulgaridad y grandes intereses económicos han realizado un trabajo demoledor y hoy las elecciones sólo son un trámite de legalización y de entronización de una verdadera casta gobernante, totalmente desvinculada de los intereses colectivos.
Así es que hoy tenemos una provincia que nada tiene para mostrar pese a largos períodos de gestión y de promesas incumplidas de nuestros gobernantes.
La democracia hoy descansa en la conciencia individual y es nuestra última esperanza. Debemos rescatar ese "ser político" que cada uno de nosotros tenemos y romper la inercia. No es cómodo, es peligroso, se puede perder más que ganar pero estoy seguro que vale la pena.
Ahora, ¿es fácil salir de esta situación de verdadero estancamiento y de cada vez más desigualdad en nuestra provincia?
Creo que la respuesta es no, no es fácil.
Para lograr un crecimiento sostenido necesitamos una estrategia que esté basada en valores y objetivos comunes, confianza entre los gobernantes y gobernados y fundamentalmente un gran consenso político y social. La transición hacia un modelo de crecimiento superior no puede ser gradual. Demanda un salto en expectativas y políticas y un cambio fundamental que debe contemplar una agenda que abarque a todos los poderes en términos de calidad institucional y de cada una de las demanda de nuestra sociedad.
Algo que es imperativo es la participación directa de todos los sectores.
Reunir voces diversas venidas del empresariado, del trabajo, las universidades y la sociedad civil y hacerlo con la mayor frecuencia posible es exactamente lo que se necesita ahora y representa un elemento crucial. Personas que desacuerdan o incluso desconfían unas de otras es el primer paso de la creación de bases sólidas para la futura acción colectiva que nos encamine definitivamente al crecimiento sostenido e inclusivo.