La responsabilidad de Urtubey y de su gobierno en las muertes por desnutrición en el norte de Salta

  • Tanto desde el punto de vista estadístico como del sentido común, los casos de mortalidad infantil que se han registrado, en solo unos pocos días, en poblaciones del norte de la Provincia de Salta, no son fruto de la casualidad ni el resultado de una insólita o desgraciada maldición cósmica que se ha ensañado con el incipiente gobierno de Gustavo Sáenz.
  • Juicio de residencia

Ningún gobernante, por malvado o vengativo que sea, planifica en un calendario la muerte de niños. Por más que quiera él, y también lo deseen algunos de sus enemigos, Urtubey no es Herodes.


Es más razonable pensar, en todo caso, que si el gobierno de Sáenz se ha visto desbordado por semejante lujo de miseria y precariedad, en poblaciones que se suponía estaban bien controladas por la acción (no se sabe aún si coordinada o no) de agentes sanitarios y activistas informatizados de la Primera Infancia, es porque el trabajo de estos últimos tenía dos caras: una falsa y edulcorada, para la prensa nacional y las organizaciones que ingenuamente inyectaban enormes cantidades de dinero a este «esfuerzo», y otra real y siniestra, que el gobierno de Urtubey se empeñó tenazmente en ocultar, como recientemente lo ha revelado el Intendente Municipal de Santa Victoria Este, señor Rojelio Nerón.

Si solo durante los primeros veinte días de enero se han producido entre siete y ocho fallecimientos en poblaciones vulnerables del norte provincial, es porque el ritmo de decesos ya venía siendo alto desde antes. O pensamos esto o es que no nos queda otra salida que pensar que Urtubey es, efectivamente, un moderno Herodes y que su manejo de la inteligencia artificial y el big data le permite no solo anticipar los embarazos adolescentes sino también decidir la fecha de las muertes infantiles.

Es bastante llamativo que se haya producido esta cantidad de fallecimientos justo cuando cambia el gobierno, cuando desaparece el Ministerio de la Primera Infancia, cuando cambia el ministro de Salud Pública y cambia también la mayoría de los directores y gerentes de los hospitales públicos.

Es altamente probable que quienes hasta el pasado 10 de diciembre tenían responsabilidades en materia de salud pública o de combate contra la pobreza extrema se hubieran puesto de acuerdo en algún momento para que las verdaderas cifras de mortalidad infantil en el norte de Salta no trascendieran públicamente. Es decir; antes de que a la ministra Medrano se le ocurriera poner sobre un papel su ridículo memo-mordaza, el silencio cómplice ya estaba instalado de iure en el ámbito de su ministerio.

Si esta conjura efectivamente existió, su objetivo seguramente no fue cuidar el buen nombre y la fama de los funcionarios que estuvieron al mando de aquellas oficinas, sino el de no contradecir o desmentir los inverosímiles anuncios triunfalistas del gobernador Juan Manuel Urtubey acerca de la «drástica» reducción de las cifras de mortalidad infantil y de mortalidad materna en Salta, con la que intentó en algún momento apuntalar su -a la postre- fracasada candidatura a Presidente de la Nación.

Si así efectivamente ocurrió; es decir, si Urtubey maquilló maliciosamente las cifras de la salud pública de Salta solo para beneficiar su imagen y aumentar su efímero cartel proselitista, y si dio instrucciones a sus funcionarios para silenciar los datos negativos de la pobreza, incluida la muerte de infantes, estaríamos frente a un gran escándalo político y moral.

En momentos en que desde el peronismo arrecian las críticas dirigidas al expresidente Mauricio Macri «por haber dejado el país con un 50% de pobres», los mismos peronistas olvidan que uno de los suyos -Juan Manuel Urtubey- ha dejado la Provincia de Salta en un estado calamitoso e indigno, que a buen seguro le costará explicar con argumentos alejados del populismo a los incautos jesuitas que lo han contratado para su trimestre sabático en Andalucía.

Es una auténtica pena que ya no exista el Consejo de Indias, pues, de existir aún, se podría aprovechar la estancia del exgobernador y de su esposa en la ciudad de Sevilla para someterlo allí mismo (en aquellas callecitas andaluzas por las que circula abrigado como si en Sevilla hiciera el mismo frío que en Kiev) al rigor del derecho indiano, para que responda en un juicio de residencia off shore de todos los agujeros negros que ha dejado su larguísimo e ineficiente gobierno en Salta.