Cargnello y el inexplicable orgullo por la pobreza

  • El Arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, ha asistido a la última misa antes de la solemne Procesión del Milagro. Entre los fieles presentes, el Presidente de la Nación, Mauricio Macri, y su esposa, Juliana Awada.
  • La miseria de los salteños como atractivo turístico

Finalizada la misa y en un acto aparentemente no planificado, el prelado se ha dirigido directamente y tuteado al Presidente de la Nación. Según la información que publica el diario El Tribuno de Salta, Cargnello le ha dicho: “Mauricio, has hablado de la pobreza, llevate el rostro de la pobreza”.


A continuación y como si los pobres de Salta fuesen un producto de exportación o un atractivo turístico más, Cargnello le ha dicho al Jefe del Estado: “Salta le da rostros a la pobreza. Desde hace unos años se nos ha regalado un fenómeno de los peregrinos que cada vez son más. Ayer veía a los mineros, son gente humilde, que trabaja en situaciones de inclemencia para darle riqueza a la república. Los pobres no son una molestia, son una oportunidad. Los pobres son maestros”.

Que un obispo confunda -o peor aún, que asimile- la humildad (una virtud) con la pobreza (una patología social) es un claro síntoma del mal momento espiritual e intelectual que vive la iglesia católica en nuestra Provincia.

Lamentablemente, el Arzobispo no le ha dicho al Presidente de la Nación que la Iglesia a la que representa, y de la que come regularmente sin padecer emergencias alimentarias de ningún tipo, y el gobierno provincial con el que mantiene lazos de complicidad más que evidentes, trabajen de ningún modo para acabar con la pobreza de Salta y para hacer que los pobres desaparezcan del territorio y se conviertan en personas con derechos y portadoras de una dignidad elemental.

Según se desprende del mensaje del Arzobispo, parece que mientras más peregrinos haya en Salta y mientras más pobres estos sean, es mejor para Salta. Es decir, que la verdadera seña de identidad de Salta, para Cargnello, no es la fe sino la pobreza. Y es esto lo que debe quedar impreso a fuego en la retina del Presidente.

Vistas así las cosas, es lógico pensar que para el Arzobispo los pobres no sean una molestia sino una oportunidad. Una oportunidad para seguir siendo pobres, por muchos años más.

Pero es al Arzobispo de Salta al primero que deberían molestarle que existan pobres. Un buen cristiano no se detiene a contemplar la pobreza extrema y mucho menos habla maravillas de ella. El buen cristiano actúa positivamente para que el prójimo no sufra privaciones innecesarias y consiga llevar una vida digna.

La exaltación de la pobreza es, sin dudas, el peor camino para luchar contra esta enfermedad social, la peor medicina posible para hacerla desaparecer de una vez y para siempre. La masterización del pobre que ha ensayado hoy Cargnello no es más que la versión piadosa del argumento populista que consiste en pasarle la mano por la espalda al pobre y agradecerle no solo porque su existencia sea miserable, sino también por todo lo que su miseria «enseña» a los que viven enrocados en los palacios escondidos de Salta, incluidos los clérigos de buen pasar.

Para ver y oler la auténtica pobreza hay que viajar a Salta, perderse en sus calles, confundirse con la gente llana. Eso es lo que le ha dicho hoy Cargnello a Macri. Sus palabras deben ser interpretadas en el sentido más ecológico posible: protejamos al pobre, no dejemos que se extinga, porque sin él Salta pierde su esencia y su ancestral atractivo.

Ojalá Macri haya escuchado este irresponsable discurso con un mínimo sentido de la dignidad humana y aprendido del Arzobispo que no es bueno que ninguna autoridad, ni civil ni eclesiástica, eleve la pobreza a semejantes alturas, sin antes darse a sí mismo una oportunidad de combatirla para que desaparezca.