
La misma noticia aclara, a renglón seguido, que la «entrega» de la bandera forma parte del programa de Responsabilidad Social Empresaria denominado “Sumando Voluntades”, impulsado por Isa desde que era Intendente Municipal de Salta hasta la actualidad.
De esta imprescindible aclaración surgen dos cuestiones muy importantes:
1) Que en Salta, la responsabilidad social corporativa (RSC) o responsabilidad social empresarial (RSE) no es una iniciativa autorregulatoria de los empresarios, sino un «programa de gobierno»; es decir, algo que cuestiona y contradice frontalmente las bases filósoficas de la RSE.
2) Que la bandera en cuestión no fue pagada con dinero del gobierno, sino con el de los empresarios asociados al señor Isa. En este caso particular, parece que la bandera «entregada» por Isa fue una donación del Banco de Santiago del Estero. Si así fue, no se explica por qué motivo la bandera fue «entregada» por un miembro del gobierno provincial y no por un representante del banco que la ha donado.
Vistas las cosas desde esta perspectiva, la RSE se ha convertido en Salta en un recurso para reforzar la visibilidad de los gobernantes, que, al mismo tiempo, niega cualquier protagonismo a las empresas «responsables», que son las que de verdad deberían llevarse todo el crédito por sus acciones solidarias.
Para la Organización Internacional del Trabajo, la responsabilidad social de la empresa es el conjunto de acciones que toman en consideración las empresas, para que sus actividades tengan repercusiones positivas sobre la sociedad y que afirman los principios y valores por los que se rigen, tanto en sus propios métodos y procesos internos, como en su relación con los demás actores.
De acuerdo con la definición internacional, la RSE es una iniciativa de carácter voluntario, que no se compadece, por tanto, con la compulsión gubernamental ni con la orientación de las actividades supuestamente libres de las empresas por dirigentes políticos o por candidatos.
Desde otro punto de vista, las acciones libremente asumidas y decididas por las empresas en el marco de la RSE intentan hacer compatibles las iniciativas financieras con objetivos sociales y medioambientales, entre los que muy difícilmente entren los fortines gauchos y sus necesidades simbólicas.
Es decir, se pueden regalar anteojos a las personas con visión reducida, libros de texto a alumnos de la escuela primaria, o plantar árboles en una plaza, pero no regalar una bandera, pues esta no satisface ni ayuda a satisfacer ningún objetivo social o medioambiental, pero convierte (o rebaja), en cualquier caso, a la responsabilidad social empresarial en una excusa para la demagogia.