
No es la primera vez que Urtubey traza líneas rojas que él mismo después se encarga de trasponer, cuando así lo considera beneficioso para sus intereses.
Pero el cordón sanitario que ha desplegado en torno a Cristina Kirchner y a Macri es expresivo de una postura política poco flexible y escasamente dispuesto al acuerdo democrático. Dicho en términos parecidos, es la réplica ultradogmática al cerrado dogmatismo de ‘la grieta’.
Exactamente se desconoce por qué motivo tanto Kirchner como Macri son apestados, a juicio de Urtubey.
Quizá lo único que predisponga a creer en esta simplificación es que Urtubey ha sido aliado de los dos y por tanto los conoce mejor que nadie: primero de la Kirchner, a la que sirvió con el mismo patriotismo enérgico que ahora utiliza para impulsar su propia candidatura; y después a Macri, del que renegó solo cuando vio que a su silla le faltaban algunos tornillos.
Pero si nos fijamos un poco en los «aliados» con que cuenta Urtubey para establecer su asfixiante cordón sanitario, comprobaremos con cierta sorpresa que entre aquellos aliados no hay peronistas, como no los hubo ya en las elecciones que se celebraron en Salta en 2017.
Tanto no los hay, que en casi todas las presentaciones públicas del Gobernador de Salta en su faceta de candidato presidencial está acompañado únicamente por activistas de Libres de Sur, lo que se antoja un apoyo marginal y escasamente significativo.
Los peronistas no lo acompañan, porque una buena parte de ellos prefiere hacer las paces con la Kirchner, y otra ve con muy malos ojos el hecho de que a Urtubey solo le apoye una parte minúscula del nacionalismo de izquierda.
Y, cualquiera sea el lugar que ocupen en el espectro, los peronistas no ven en Urtubey a un político predispuesto al pacto y los frentes electorales, que tantos buenos resultados ha dado al peronismo en los últimos 35 años.
Quizá Urtubey debería aprender del ejemplo de sus oponentes, pues siendo él, por el momento, el único candidato populista y de extrema derecha (a lo que no obsta el apoyo de Libres del Sur), los demás no lo han aislado ni han desplegado en torno a su candidatura un cordón sanitario similar.
El problema que enfrenta ahora Urtubey es que tanto Cristina Kirchner (perseguida, denostada y con una pésima imagen internacional) como Macri (debilitado, con la moral en descenso y con su crédito político casi agotado) siguen siendo opciones democráticas, mientras que él, denunciado por sus excesos y abusos de poder en Salta, es probablemente el menos demócrata de todos los que han anunciado su propósito de presentarse a las elecciones presidenciales.
Tanto lo son, que entre los dos (Kirchner y Macri) multiplican por diez la intención de voto que las encuestas dicen que tiene Urtubey. Si los populistas extremos fueran Kirchner y Macri, o uno de ellos, seguramente Urtubey no estaría, como está, hundido en las encuestas.
En los regímenes presidencialistas, sobre todo en aquellos en los que la elección del presidente se lleva a cabo en una elección a dos vueltas, los cordones sanitarios están especialmente contraindicados. Quienes los colocan deben hacerse cargo de su responsabilidad cuando, por su actitud intransigente, el país enfrente dificultades serias de gobernabilidad y la sociedad se fracture aún más.