
Hace unos años, el que para vergüenza nacional fuera Ministro de Gobierno de Salta, el periodista Juan Pablo Rodríguez, fue protagonista de una lamentable operación de extorsión política y moral a los intendentes municipales de Salta, con quienes el funcionario se fotografiaba delante de un cartel proselitista con el nombre de candidatos kirchneristas, normalmente luego de arreglar con los intendentes determinados aspectos económicos relacionados con la financiación de sus municipios.
Ahora, Urtubey y su troupe niegan que alguna vez hayan sido kirchneristas, pero la foto que aparece un poco más arriba lo desmiente con absoluta rotundidad.
Rodríguez -felizmente- ha buscado mejores aires y liberado a la historia de tener que seguir soportando la vergüenza de su presencia, pero su invento sigue vivo y está a punto de volver a ponerse en funcionamiento.
Ocurrirá seguramente cuando el Gobernador de Salta, ya en su faceta de candidato presidencial (puesto que en estos días no se le conoce otra), se reúna con los intendentes salteños (que dependen todos de la chequera del gobierno provincial) para solicitarles el apoyo explícito a su candidatura presidencial.
¡Ojo! No es lo mismo que reunirse con el Intendente de Colonia Caroya, el de Godoy Cruz o el de Mar del Plata, pues ninguno de estos depende del presupuesto provincial que maneja Urtubey. Con los de afuera se puede hacer campaña, con los de dentro no.
De lo que se trata ahora es de que los intendentes salteños, cuya única fuente de financiación es el gobierno de Urtubey, digan si apoyan o no al Gobernador como candidato a Presidente.
¿Se animará alguno a decir que no lo apoya? ¿Qué consecuencias podría sufrir el municipio que dirige el atrevido rebelde?
Así las cosas, las posibilidades de no apoyar a Urtubey son prácticamente nulas para los intendentes salteños. El que se mueve, sencillamente no sale en la foto.
Sabiendo cómo son las cosas, ni los intendentes deberían mostrarse interesados en mantener esta reunión y Urtubey debería separar las cosas (algo que se antoja difícil) y negarse a mantener una reunión proselitista con ellos, por lo menos hasta que se disipen sus furores presidenciales, cosa que se aventura como muy cercana en el tiempo.
Sería realmente escandaloso que el Gobernador se sentara con los intendentes a contarles cómo pretende gobernar el país. Habrá seguramente quien no quiera escucharlo, pero guay de aquel que alegue motivos personales para no asistir a la reunión.