El día en que comenzó a quedar impune el crimen de Fanny Escalante

Tras el hallazgo del cadáver, el 19 abril de 2012, el asesinato de Fanny Escalante comenzó a quedar impune a mediados de julio del mismo año, cuando el juez instructor del caso difundió a los medios de comunicación una “aproximación facial forense” que, a la postre, resultó un fiasco como pocos se recuerdan en la historia de la criminología de Salta.

El trabajo fue realizado por el Cuerpo de Investigaciones Fiscales de Salta, y más concretamente, por una licenciada en criminalística con poca experiencia, dos técnicos en la misma disciplina y una antropóloga que trabaja en un museo de Salta. Al equipo se unió posteriormente -según se reveló- una licenciada en arte.

En su momento, la información oficial que acompañó a las aterradoras imágenes de la “aproximación facial” dijo que los peritos consideraron distintos aspectos del cráneo de la víctima para realizar una reconstrucción bidimensional, que se llevó a cabo tomando fotografías del cráneo de distintos ángulos.

Sobre las imágenes obtenidas «se confeccionaron dibujos del rostro» en base al retrato antropológico previo. De la información oficial no se desprende en ningún momento que los peritos utilizaran los programas informáticos que los forenses suelen utilizar en estos casos para llevar a cabo la tarea.

Más tarde, en una hipotética cuarta fase, se realizó una «reconstrucción escultórica del rostro», para lo cual se confeccionaron tres prototipos en yeso, que son los que aparecen en las fotografías difundidas por el juez.

Posteriormente -dice la información oficial- se comprobaron las medidas de los prototipos obtenidos con el cráneo original para certificar su exactitud. Seguidamente se colocaron los globos oculares y luego lonjas de arcilla respetando los grosores de acuerdo a los marcadores previamente fijados. En el paso siguiente se efectuó el modelado en arcilla siguiendo los patrones del retrato antropológico y en base a la reconstrucción bidimensional.

El resultado fue tan desastroso, que la “aproximación facial forense” casi expulsa de su cargo a la entonces directora del Cuerpo de Investigaciones Fiscales, quien, acorralada por la opinión pública, salió a echarle la culpa al juez del asunto. En efecto, la directora dijo que el instructor había presionado a los peritos para que concluyeran su trabajo y aclaró -como si eso salvara la seriedad del trabajo- que los dibujos del rostro fueron realizados por «una licenciada en arte».

El trabajo que dio por resultado la terrorífica escultura forense que todos conocemos quedó en evidencia cuando meses más tarde se conoció el verdadero rostro de fallecida. Sus facciones, así como sus medidas antropométricas reales eran muy diferentes a los bocetos del CIF.

De no ser por la providencial aparición del hijo de la fallecida, con quien se cotejó su ADN para establecer su identidad, esta es la hora que la justicia de Salta seguiría buscando a esa especie de azafata del tren fantasma (o «vaca que l'a pitiao el tren») que surgió de los bocetos del CIF y de la imaginación científica de sus técnicos.

No es posible calcular ahora en qué medida o durante cuánto tiempo las desgraciadas esculturas de yeso desviaron la investigación judicial o la entorpecieron. Pero ahora que se ha conocido que el único imputado por la muerte de la mujer ha sido absuelto por un tribunal penal, cabe pensar si el error forense no tuvo algo que ver con el hecho de que hoy, después de tres años, el crimen de Fanny Escalante siga impune.