
Todas las veces anteriores en que el actual Vicegobernador de Salta y anterior Intendente Municipal de la ciudad capital regaló anteojos a personas con visión reducida que solo él y sus asesores eligieron para recibir esta peculiar gracia gubernamental, se encargó con mucho cuidado de mencionar a la óptica que hace realidad el «sueño» de las gafas propias.
No ha habido un solo parte de prensa en el que el nombre -mejor dicho, el apellido- de esta óptica no haya sido publicado con grandes caracteres por un servicio de comunicación oficial, que pagan todos los salteños con sus impuestos, con la esperanza, un poco vana, de que el gobierno observe una mínima neutralidad en materia comercial.
Salvo la voluntad y el «buen ojo» del Vicegobernador para detectar las necesidades humanas, para convertirse en afortunado receptor de este regalo del gobierno no hay ningún requisito previamente objetivado por una ley de la Legislatura; esto es, debatida y sancionada por la representación de los ciudadanos. Al contrario, para la entrega gratuita de anteojos solo rigen unos criterios establecidos en persona por el Vicegobernador y que consisten en carecer de recursos y no tener obra social. Nadie sabe cómo se miden estos recursos, pues no existe un baremo oficial. Tampoco sabe nadie cuándo se publican las listas de beneficiarios y si las mismas pueden ser objeto de impugnación o de revisión judicial.
El programa bajo el cual se encuentra amparado el regalo de los anteojos (y la publicidad encubierta de la óptica que los provee al gobierno) se llama «Para ver mejor», lo cual es un contrasentido mayúsculo, ya que mientras algunos pocos elegidos consiguen, efectivamente, aclarar su visión con las gafas regaladas, cada vez más ciudadanos ven peor los entresijos de este peculiar programa, pues la información oficial acerca de su finalidad, su financiación y la selección de sus destinatarios es cada vez más escasa y confusa.
El parte oficial del gobierno del día de la fecha dice textualmente lo siguiente: «Desde la Vicegobernación coordinamos este programa que se realiza en distintos lugares de la Provincia a través del contacto con los intendentes o autoridades del lugar, quienes traen a los niños con problemas de visión que no tienen obra social para que podamos hacerles los lentes».
Cuando el Vicegobernador habla de «autoridades del lugar», como alternativa a los intendentes municipales, parece claro que se refiere a los caciques de las «comunidades originarias». No hay otra interpretación posible.
De las anteriores afirmaciones se desprende que el Vicegobernador ha delegado la completa discrecionalidad en la asignación de la gracia a los intendentes municipales, que son los que «llevan» a los niños con problemas de visión, como si estos fueran muebles que se trasladan de una habitación a otra.
Es decir, que aquel niño que de verdad necesita llevar anteojos y no se los puede procurar en el mercado, en lugar de rellenar un formulario e invocar respetuosamente una ley que consagre de antemano su derecho a que el gobierno le provea gratuitamente de lentes, debe ir a tocarle la puerta al Intendente del lugar, caerle bien, prometerle que su familia va a votar por él en los próximos 35 años y jurarle una lealtad incondicional. Una vez hecho todo esto, el Intendente en cuestión, si las credenciales del niño le parecen razonables y adecuadas, levantará el pulgar y dirá: «Hijita, la próxima vez que el Vicegobernador regale anteojos de la óptica #$@#& te voy a llevar a vos al Grand Bourg y no al hijo chicato de los Tolaba, que, vos sabés, votan por la oposición».
Este sistema tan flexible, desligado de la ley y repugnante a la igualdad consagrada en nuestra Constitución, tiene, no obstante, algunas ventajas notables. Según Isa, «los niños llegan a la óptica #$@#& con la prescripción médica correspondiente y pueden elegir allí tanto el color como el modelo de sus anteojos, que luego les son entregados para que puedan estudiar y mejorar su calidad de vida». Un milagro de la Virgencita de Lourdes que el señor óptico permita a los no pudientes (y poco videntes) elegir el color y el modelo.
El mensaje del gobierno es muy claro: «Si usted es mayor de 15 años y necesita anteojos de receta, acuda por favor a la óptica #$@#&, pues por una módica suma de dinero podrá hacer allí su sueño realidad, y de paso ejercer su responsabilidad civil ciudadana, pues si usted consume aquí, a cambio, el altruista óptico señor la #$@#& le venderá al gobierno (vaya uno a saber a qué precio) unos magníficos anteojos para niños, que serán entregados a sus pequeños futuros dueños en ese nuevo «teatro de los sueños» que es el auditorio del Grand Bourg».
¿Qué pensarán de todo esto las ópticas que no están «adheridas» a este estupendo programa para ver mejor?