
Las crueles imágenes de la ministra Edith Cruz sumergida en el agua invasora del Pilcomayo y supliendo con su frágil presencia la imperdonable ausencia del Gobernador de la Provincia, han sacudido la conciencia de Juan Manuel Urtubey, quien a las pocas horas, desde que la foto de su subordinada diera la vuelta a medio mundo, ha anunciado su decisión de viajar a la zona del desastre.
El pájaro carpintero que con insistencia dio de picotazos a su vapuleado ego esta misma mañana, impulsó al mandatario salteño a declarar primero su amor incondicional a «sus hermanos», que sufren. Pero el caso es que los «hermanos» llevan ya varios días en una situación de calamidad sin que hasta el momento el Gobernador haya reaccionado de la forma en que los ciudadanos esperan que haga.
Ahora, tras el anuncio, medio Salta espera las fotografías del Gobernador calzado con botas de goma y hundido en la pantanosa tierra ribereña de Santa Victoria Este. Algunos apuestan a que, para emular a su ministra, Urtubey llevará alguna criatura «a cococho», porque el amor que no se demuestra con hechos de arrojo no es amor a los exigentes ojos de los tuiteros más desalmados.
Según algunos, Urtubey ha «overreacted»; es decir, ha salido a escena con una respuesta teatral, sobreactuada, pensada otra vez para evitar a su imagen un deterioro aún mayor que el que ya ha producido su ausencia prolongada, y no para solucionar ningún problema concreto, ya que los que saben aseguran que el gobierno provincial no tiene mejores recursos que su fe blindada en la misericordia divina para lograr que los pobres del lugar no sufran más de lo debido.
Incluso se habla de que altos funcionarios del gobierno habrían descolgado el teléfono y pedido al intendente Marcelo Lara Gros que organice una procesión acuática de San Ramón Nonato para implorarle que el Pilcomayo abandone las casas de los aborígenes y vuelva a sus cauces normales, como ya hizo el mismo Intendente cuando los mosquitos se daban un festín de sangre y bacterias en la ciudad de Orán, en el otoño de 2016.
Hace algunos años, quien se calzó las botas y se plantó en el barro para ayudar a los necesitados fue la anterior esposa del Gobernador, que ya no cuenta para las tareas oficiales, desde su reemplazo (como cónyuge) ocurrido a finales de septiembre de aquel mismo año. Se da por descontado -por razones estrictamente médicas, en este caso- que la actual esposa del mandatario no podrá echar una mano a los inundados, como que no sea elevando plegarias al altísimo por una pronta normalización del siniestro Pilcomayo, u organizando la babyshower.