¿Votarán los peronistas salteños a Zottos?

  • El autor de este artículo pone en duda que el peronismo salteño vaya a sentirse atraído por la figura de Andrés Zottos, que no pertenece al Partido Justicialista y que arrastra un pasado completamente alejado de la historia y la tradición del peronismo lugareño.
  • La mística contra el negocio

Las decisivas elecciones legislativas de octubre están a la vuelta de la esquina y el panorama político en Salta está muy lejos de aparecer a los ojos de los observadores tan claro como el gobierno provincial pretende, aun después de haberse gastado una importante cantidad de dinero para que los medios de comunicación -salteños y nacionales- dijeran que el gobierno ha ganado las PASO del 13 de agosto.


La única verdad sólida e incuestionable, por el momento, es que de los principales candidatos del gobierno (Zottos, Valenzuela y Godoy) solo el segundo ha sacado más votos que sus contrincantes. Lo que ocurre es que el maquillaje aritmético de los resultados y la posverdad que fomenta la chequera gubernamental han inclinado a algunos a sostener lo contrario.

El peronismo de Salta es una fuerza política amorfa, indisciplinada, mal avenida y completamente imprevisible. Pero no es ni estúpida ni desmemoriada.

Sabe por ejemplo que Zottos no es peronista, que nunca lo ha sido y que cuando le tocó sentarse en la Cámara de Diputados de la Nación lo hizo gracias a los votos del Partido Renovador de Salta, fuerza política surgida de las entrañas mismas de la dictadura militar, como un intento de prolongar la primavera política de la derecha reaccionaria de Salta, aquella que arrasó con las libertades entre 1976 y 1983 y que se llevó por delante la dignidad de muchos peronistas.

Zottos no es directamente responsable de aquello, pero su virtual fusión con el peronismo no ha sido (nunca será) suficiente para borrar el pasado de su partido y menos todavía para que el ciudadano normal de Salta perciba al gigante chipriota de la campera de cuero como uno de esos peronistas de «pata negra».

Por eso, entre otras cosas, es que resulta increíble que alguna gente poco informada (especialmente en el centro y en el sur del país) se trague lo del triunfo «peronista» de Urtubey en las PASO de agosto. Si Zottos ha sido el ganador de estas elecciones, será el Partido Renovador de Salta el triunfador, no el Partido Justicialista.

Para confirmar lo absurdo de la situación, se debe tener en cuenta que la segunda fuerza política «oficialista» que suma votos teóricos a Urtubey y a su variopinto peronismo es la que lidera Matías Posadas, nacido radical, presuntamente alfonsinista, simpatizante bolivariano, declarado kirchnerista y amigo incondicional de Urtubey. Si el señor Posadas es peronista, convendría que bajase Dios a verlo.

Con todo, parece más razonable que los peronistas «normales» de Salta se inclinen por Martín Grande, por Edmundo Falú o por Sergio Leavy. Cualquiera de ellos, con independencia de las apreciables diferencias ideológicas que los separan, es más digerible para el sufrido peronista que la rugosa piel de batracio de Zottos o Posadas.

El veranito de popularidad de Urtubey después de las PASO es una muy buena noticia para él, pues desde que la estrella de Isabel Macedo se ha ido apagando sin remedio (la imagen pública de la actriz pasa por el peor momento de su carrera), el Gobernador de Salta no tenía muchos motivos para echar las campanas al vuelo ni para pasear su ajada figura y su voz gangosa por los canales de televisión porteños.

Pero el veranito durará hasta que las urnas digan lo que tienen que decir en octubre. Y conviene recordar que ese día no habrá voto electrónico que valga en las elecciones nacionales. Se contarán las papeletas una por una y no habrá derecho al pataleo, así como tampoco traviesas abogaditas presuntamente expertas en derecho electoral que se encarguen de tergiversar los resultados. Cuando empiece el recuento se sabrá si Zottos ha conseguido remontar la diferencia que en las PASO le han sacado tanto Grande como Leavy, y si el tirón popular de estos últimos no ha logrado hacerse aún más grande y apreciable en una elección real.

Con todo y sus visibles defectos (entre ellos, su incontinencia verbal), Grande es la apuesta de Macri en Salta. No hay que olvidarlo. El macrismo, que se encuentra en alza en todo el país, no querrá quedar descolocado en Salta y no tomará riesgos innecesarios. Sus partidarios señalarán sin demora a Zottos como lo que es (es decir, un kirchnerista bon vivant, con camionetas caras y abundantes planes sociales) y el peronismo nostálgico hará el resto del trabajo. El que quiera ver estas elecciones como un plebiscito al gobierno de Urtubey está en todo su derecho de equivocarse.

El que tiene la obligación de acertar es Urtubey. No en sus pronósticos ni en sus frecuentes y puntuales consultas al espejito de Blancanieves. Debe acertar con el gobierno y con las decisiones que adopta, y demostrar en dos meses que aunque lleva diez años dando palos de ciego a diestro y siniestro, su gobierno todavía es capaz de hacer algo como la gente. Ayer ha dado un nuevo paso en falso, con su golpe de Estado judicial, al mejor estilo Maduro.

En resumen, que quien lo tiene todo cuesta arriba es Zottos, porque deberá luchar contra su imagen espigada pero insulsa de caminador misachiquero, contra sus estériles ocho años de desempeño del cargo de Vicegobernador de Salta, periodo en el cual se le recuerda una sola (tan solitaria como ridícula) iniciativa: la de convertir en normas jurídicas obligatorias los criterios morales del Papa Francisco.

Y no olvidemos que si en octubre gana Zottos, habrá ganado el Partido Renovador de Salta y no Urtubey, aunque sabemos que el Gobernador se proclamará ganador igual así sea que sus candidatos salgan los últimos. Con un poco de posverdad y otro poco de cheques diferidos, cualquier cosa es posible en Salta. Lo que ha pasado en las últimas dos semanas así lo demuestra.

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