La veda y el obisporro

  • Un diario de Salta rompe la tranquilidad de las jornadas de reflexión previas a las elecciones, publicando un escandaloso artículo sobre las presuntas maniobras -no del todo religiosas- del renunciado Obispo de Orán.
  • La veda estalla por los aires
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Antiguamente, los días de «veda electoral» eran días de recogimiento y oración; algo así como el Jueves y Viernes Santo, solo que en versión cívica.


En esos días tan señalados no volaba una mosca en Salta, y los diarios hablaban de cosas tan intrascendentes y alejadas de la realidad como los monstruos lacustres en Cabra Corral, la potencia bioceánica del Norte Grande, los triunfos (ya lejanos) de Central Norte y la elección de la reina de los estudiantes.

Pero hoy, en vísperas de unas elecciones decisivas para el futuro del país, y en medio de la convulsión creada por la inminente celebración de una audiencia pública sobre el futuro de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas de Salta, un conocido diario local ha salido con los tapones de punta contra el ya exobispo de Orán, que por estas horas disfruta de un apacible retiro apostólico.

El mencionado diario no ha ahorrado calificativos para el prelado (soberbio, autoritario, negligente, rosquero, opaco, negociante, amigo del poder), y solo le ha faltado decir que en sus ratos libres era motochorro. Lo único cierto por el momento es que el hombre, a su regreso de Roma, ha pedido la baja por razones médicas, si bien hasta el momento no se conoce con exactitud la enfermedad que lo aqueja.

La información puede ser buena, sin dudas, pero la oportunidad no parece escogida al azar por quienes han publicado la noticia de que el exobispo se manejaba con los números con una sagacidad de águila, y no en beneficio de las obras del Espíritu Santo, precisamente.

Hasta ahora no se ha dado el caso de que el Concejo Deliberante destituya a un obispo, aunque sí se ha podido comprobar que el Arzobispo puede hacerle la vida imposible a cualquier intendente. Y no digamos ya a la Ministra de Educación, a la que controla sutilmente.

El caso es que en Orán todo el mundo sabe que el trabajo pastoral cotidiano lo hacía el Intendente (que convocó a una procesión para luchar contra el dengue), mientras que la política más menuda la manejaba (con manga ancha) el obispo ya dimitido. Si a este se le enrostra hoy falta de transparencia política, deberían haber reaccionado los ediles del lugar, que son los tienen la competencia en esta materia.

Del mismo modo, si el actual Intendente hace las cosas mal, más que juicio político hay que someterlo a un proceso canónico, no sin antes permitirle que comulgue.

Con todo este clima inventado a propósito, los oranenses acudirán a las urnas sin saber bien a quién castigar y con el ánimo un poco soliviantado por el escándalo que envuelve a sus dos principales pastores. Si antes del fin de semana había en esta ciudad una determinada cantidad de indecisos, hoy la cifra se multiplica por cinco.

Noticias como estas -la del obispo sospechoso de inflar su sotana a costillas del esfuerzo de los salteños- deben dejarse para otra oportunidad. Tal vez para los carnavales, o para las fechas del Abril Cultural salteño, toda vez que este tipo de comportamientos responde a un patrón que parece muy arraigado en nuestros valles.

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