Hoy en Salta vive un solo niño enjaulado: Urtubey

  • En Salta no hay niños que vivan en condiciones infrahumanas. Ese es un invento de esos malvados que quieren desgastar al gobierno. Hoy, gracias a nuestro Gobernador, el número de niños que viven enjaulados se ha reducido solo a uno. El elegido vive, además, en una jaula de oro y tiene una amiguita para compartir su encierro.
  • Reproducción en cautividad

Después de que ayer un helicóptero provincial recogiera como paquete al que vivía enjaulado por sus padres en el paraje Alto la Sierra, en el territorio provincial ya solo queda un solo niño en estas condiciones: el Gobernador de la Provincia.


No se sabe que padezca de problemas neurológicos severos y tampoco que sus padres no puedan controlarlo. Es solo que este niño -algo crecido- vive inmóvil, asido a unos imaginarios barrotes, mirando pasar la realidad desde adentro con ojos de cachorrito triste. Exactamente al revés del chiquilín que imaginó Discepolo en su Cafetín de Buenos Aires que, como es sabido, lo «miraba de afuera», la ñata contra el vidrio, en un azul de frío.

Si no estuviese tan aislado de la realidad exterior, el niño de la jaula de oro habría podido ver que existen otros de parecida condición cautiva, pero que viven en jaulas de palo, rodeados de miseria y desatención. Y lo vería a tiempo, sin necesidad de que sea un diario el que le avise de las situaciones inhumanas que se viven a su alrededor. Una poesía cruel.

Pero mientras el niño enjaulado de Alto la Sierra vivía en condiciones penosas, su homólogo de Finca Las Costas vive una vida de ensueño.

En parte, porque los técnicos de la estación de fauna autóctona cercana a su domicilio, tras un paciente y exigente casting, le han proporcionado una amiguita compatible, y esta ha accedido a compartir el dorado cautiverio, aunque de vez en cuando se escape para postear en Instagram inolvidables postales de su vida de folletín.

La jaula es para el gobernador-niño, lo que el cafetín para el chiquilín de Buenos Aires: una escuela de todas las cosas, que enseña, ya de muchachos, entre asombros de sabiondos y suicidas, hábitos como el cigarrillo (el tabaco es un orgullo provincial que no produce vergüenza), la fe en los sueños propios (las casas del Procrear) y, sobre todo, «una esperanza de amor».

¡Cómo olvidarte en esta queja!

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