
Como resultado de esta forma de entender la gestión pública, se produce en la Provincia de Salta un vacío de poder o, lo que es lo mismo, se consagra la virtual irresponsabilidad de los funcionarios del gobierno, a quienes en ausencia del jefe se les permite también atender los asuntos de su competencia en el lugar que mejor les parezca.
Dejar el despacho de los asuntos en manos del senador Mashur Lapad es en sí mismo un acto irresponsable, pues entre los antecedentes del veterano legislador por el Departamento de Rivadavia figura su famoso 'yo pasaba por ahí y firmé' con el que intentó -exitosamente, por cierto- desligarse de las responsabilidades penales por la firma de unos decretos en la época en que Lapad realizaba unos reemplazos idénticos cuando el gobernador era Juan Carlos Romero.
Puede que Lapad haya aprendido la lección, pero es más razonable pensar que su lapicera inquieta pueda estar haciendo otra vez de las suyas con los instrumentos y resortes de que dispone el gobierno provincial para justificar su existencia.
Muchas veces se ha intentado explicar las huidas de los ministros hacia el interior provincial como un intento de federalizar el gobierno, pero da la casualidad de que la Constitución provincial de Salta instituye un Estado formalmente unitario; es decir, un Estado sin ninguna división territorial del poder, excepto aquella que se deriva de la autonomía municipal, que es un fenómeno muy diferente al federalismo.
Al contrario, las sesiones del gabinete de ministros en otras ciudades que no son Salta representan la voluntad del gobierno de atar con rienda corta a los gobiernos municipales y hacerles marcar el paso. Poco tiene de federal un gobierno que las veces que ha querido ha allanado la autonomía municipal, domesticando a intendentes opositores o destituyendo a los que no le resultan simpáticos.
Cuando el Gobernador de Salta no está para dar la cara -que bien poco que la da- lo mínimo que se espera de los ministros es que, como responsables de determinadas áreas de política sustantiva, no abandonen también la ciudad como si hubiera aquí una peste y que afronten los problemas en el lugar y en el momento en el que deben estar.
De Gaulle organizó la resistencia francesa desde Londres (una ciudad más grande que París); pero quitando este caso atípico, la historia contemporánea no conoce de líderes políticos que hayan hecho frente a las adversidades de sus países desde localidades aisladas y periféricas como Tolar Grande.
Los salteños tienen sin embargo la esperanza de que la senectud, que viene después de la madurez, se haya adueñado del espíritu inquieto del firmador Mashur y que cuando el gato no está los ratones no se hagan una fiesta de viáticos y comisiones de servicio.