La perversa estrategia de negar los muertos

Ningún gobernante del mundo está suficientemente preparado para enfrentar las tragedias de gran magnitud que enlutan a sus pueblos y los hunden en el dolor.

Pero ninguno como el Gobernador de Salta posee una habilidad tan desarrollada para reducir las tragedias humanas que ocurren durante su mandato a meras «fatalidades», a «contingencias que pueden suceder» o incluso a «hechos que nunca han sucedido en Salta».

La reacción de un gobernante frente a la adversidad colectiva es un mecanismo de defensa de la sociedad, un recurso de protección colectiva, por lo que las impresiones personales y las reacciones a título individual son generalmente desaconsejables -cuando no inútiles- en caso de grandes tragedias.

En situaciones extremas como estas, un gobernante responsable escoge las palabras adecuadas. Su discurso es un arma para enfrentar la adversidad, sea para inspirar sentimientos o estimular la solidaridad colectiva, sea para movilizar recursos o admitir errores. Los errores -sean de enfoque o de tono- solo contribuyen a amplificar las consecuencias negativas de la tragedia.

Un gobernante irresponsable, por contra, tiende a minimizar los sucesos, temeroso de que la mayoría reaccione echándole la culpa de la tragedia, y a construir artificios verbales para huir de la responsabilidad, sin que le importen los sentimientos de las personas o la eficacia de las respuestas que se articulan para mitigar las consecuencias del hecho.

Juan Manuel Urtubey, Gobernador de Salta, ha venido demostrando en los últimos años que conservar el poder le importa más que la vida humana. Y prueba de ello son las reacciones que ha tenido frente a tres hechos muy señalados:

1) El hallazgo de los cadáveres violados y mutilados de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Moumni, el 29 de julio de 2011, en la Quebrada de San Lorenzo.

2) La muerte de cuatro brigadistas de Defensa Civil en un monte de Guachipas, el 28 de octubre de 2014.

3) La muerte de 43 integrantes de la Gendarmería Nacional en cercanías de Rosario de la Frontera, el 14 de diciembre de 2015.

En el primero de estos casos, la noche misma del hallazgo, el Gobernador de la Provincia, sin lamentar los hechos y negando la brutal evidencia, compareció ante la prensa para decir: «Este tipo de cosas no suceden en Salta».

En el segundo caso, el Gobernador dijo con asombrosa frialdad que la muerte de los brigadistas «es una contingencia que puede suceder», porque se trata de una actividad de «altísimo riesgo». Tal como si a él se le murieran todos los días cuatro bomberos; tal como si el oficio de bombero fuese una especie de ruleta rusa en donde no existen normas de seguridad para observar.

En el tercer caso, el Gobernador dijo que se trató de «una fatalidad que se llevó 43 vidas», sin siquiera darle la oportunidad a los peritos de pronunciarse oficialmente sobre las causas del accidente. Y, respecto del dolor de las familias, añadió: «solo lo comprenden aquellos que sufrieron algo así», en obvia referencia a sí mismo.

En los tres casos y como si de un eslogan de campaña se tratara, el Gobernador repitió lo mismo: «Si hay alguna responsabilidad, será la justicia la que lo determine». Pero cuando la justicia determinó alguna responsabilidad -hablamos del caso de Vanina Yapura Alderete, cuyos dos hermanos y su madre fueron asesinados por una negligencia policial- su gobierno se negó a pagar la indemnización señalada por los jueces.

El único momento en que se vio al Gobernador de Salta golpeado por la tragedia y conmovido en su más recóndita intimidad fue en ocasión del accidente que le costó la vida a un pariente cercano, ocasión en la que se abstuvo de calificar los hechos o atribuir responsabilidades.

La falta de sensibilidad y de empatía es un defecto que puede afectar a cualquier persona, pero cuando es un gobernante el que se muestra frío e inhumano frente a una situación límite, la vergüenza se extiende a toda la sociedad. Un gobernante que niega los hechos o minimiza su gravedad, solo para evitar que su imagen sufra un mayor deterioro, no solo es un gobernante irresponsable: es casi un monstruo.