El editorial de la vergüenza

El editorial del diario La Nación publicado en su edición de ayer representa un claro paso atrás en la lucha por la dignidad humana.

Este escrito -que, por lo que se supo pocas horas después de su publicación, no representa el sentimiento ni la opinión de los trabajadores de ese periódico- no solo es inhumano y cruel, por el escaso respeto que demuestra hacia las víctimas de la violencia política, cualquiera haya sido el signo ideológico de los victimarios, sino que también es manifiestamente inoportuno.

Una reflexión de tal naturaleza, que lejos de convocar a la reconciliación o al perdón, clama por la inocencia de algunos culpables notorios, resulta chocante de leer justo el día después de unas elecciones cuyo resultado anuncia un cambio político de gran calado en la Argentina.

El editorial es tan desafortunado, que de su lectura no se desprende que su autor -como insinúa en el título- haya pretendido poner fin a «la venganza», como él la denomina, sino, al contrario, que parece que lo que busca es la venganza misma, pero en sentido inverso: es decir, el juicio de responsabilidad a los juzgadores y acusadores.

Como cualquier pieza de reflexión sobreideologizada, como cualquier convocatoria a la venganza, el editorial de La Nación está condenado por si solo al fracaso; esto es, sin necesidad de repudios organizados, ni campañas en las redes sociales.

No caben dudas de que el gobierno que asumirá el próximo jueves 10 de diciembre deberá revisar, de forma detenida y profunda, las políticas del kirchnerismo en esta materia. Y que, de hacerlo, seguramente hallará excesos y desvíos. Su obligación será, en todo caso, corregirlos.

Pero de lo que no caben dudas es que en nombre de la opinión libre no se pueden construir, en esta materia y en otras, corralitos ideológicos para delimitar la acción del futuro gobierno o condicionarla en un sentido determinado.

Lo que está en juego aquí no es la voluntad persecutoria del gobierno, ni siquiera el ánimo vindicativo de una sociedad entera. Una pretensión como la que esgrime el diario La Nación solo se puede sostener sobre la base de la transgresión de la Ley, del incumplimiento de los tratados internacionales y el cuestionamiento frontal a la independencia del Poder Judicial.

Y no hay nada peor para un gobierno que quiere empezar con buen pie, sobre todo en el ámbito de las relaciones internacionales, que ponerse a revisar condenas ya pronunciadas y a liberar a personas que han sido enviadas a prisión por crímenes horribles, que no solo avergüenzan a los argentinos sino que degradan la condición humana.