El gobierno de Salta usurpa la celebración del Día Internacional del Trabajo

  • Cualquier organización obrera con un mínimo de dignidad, aprecio por su autonomía y respeto por sus afiliados se negaría a compartir un palco con los que permitieron el colapso del ingenio San Isidro y sumieron en la precariedad a 700 trabajadores y a sus familias sin ofrecerles ninguna solución.
  • Cosas que pasan en Salta, y solo en Salta
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En tres cuartas partes del mundo, el día 1 de mayo es considerado y vivido como una jornada reivindicativa en la que el movimiento obrero tiene un protagonismo primordial y excluyente.


A través de marchas, manifestaciones y concentraciones, los asalariados y sus organizaciones ganan las calles para protestar fundamentalmente contra los gobiernos, a los que señalan como máximos -y en muchos casos, únicos- responsables de la degradación de sus condiciones de trabajo y el retroceso de sus derechos.

Pero mientras esto sucede en el mundo que nos rodea, en la Provincia de Salta la festividad internacional del trabajo parece haberse ganado un lugar ordinario en el calendario oficial del gobierno, en donde ya figuran fechas magnas como el día de la muerte de Güemes o el del aniversario de la batalla de Salta.

Probablemente el gobierno de Salta no sepa que el Día del Trabajo no le pertenece y que nadie espera que haga otra cosa mejor que observar la fiesta desde fuera y permitir que los dueños del día se expresen con la mayor libertad posible. Quizá por no saber, o tal vez por saber más de lo que aparenta, el gobierno de Urtubey aprovecha el 1 de mayo para organizar y presidir los actos, como si fueran suyos, y como si en vez de ser el antagonista social por antonomasia de los trabajadores fuera una especie de socio o hermano mayor.

Al menos esto es lo que da a entender la insólita noticia publicada por la web oficial del gobierno de Salta en la que se anuncia que «autoridades provinciales encabezarán los actos por el Día del Trabajador».

La falta de sindicatos medianamente organizados y con un perfil reivindicativo en Salta no justifica de ningún modo que la fiesta sea «encabezada» por el principal empleador del territorio. A esos periodistas de Salta que tanto les gusta hablar de sucesos «aberrantes» se les ha pasado éste, que probablemente sea el más antinatural de todos.

Pero no hablamos de cualquier empleador sino de uno que, con su imperdonable torpeza, está permitiendo que el empleo privado sin derechos y el fraude laboral se lleven por delante a miles de personas y a sus familias que esperan que el gobierno, en vez de inflar continuamente el número de empleados públicos improductivos, defienda sus derechos frente al abuso de los especuladores que eluden las leyes laborales y los mantienen trabajando en condiciones peligrosas para su salud y su integridad física.

Cualquier organización obrera con un mínimo de dignidad y aprecio por su autonomía, se negaría a compartir un palco con los que permitieron el colapso del ingenio San Isidro y sumieron en la precariedad más absoluta a 700 trabajadores y a sus familias sin ofrecerles ninguna solución. Seguramente no hay mejor forma de romper la solidaridad obrera que hacer causa común con un gobierno que ha demostrado una capacidad inusual para convertir los derechos de los trabajadores en papel mojado.

Hay quien compara este tipo de actos «bipartitos» del Día del Trabajo con las marchas de los viernes contra la impunidad y por el esclarecimiento de crímenes irresueltos, en las que -dicen- los asesinos caminan muy tranquilos junto a los familiares de sus víctimas.

En ese muy particular reino de la «previsibilidad» que se llama Salta, las conductas más contrarias a la naturaleza social, a fuerza de ser repetidas, no solamente nos parecen cada día más «naturales» sino que también nos parecen más dignas de elogio.

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