Un ministro del gobierno de Salta inventa la figura del 'empleo sin prestaciones laborales'

Los españoles que organizaron el encuentro en el que se produjo la «disertación» del Ministro de Trabajo de Salta, Eduardo Costello, deben de haber regresado a la península alucinados por la peculiar descripción del sistema laboral salteño efectuada por el funcionario.

Hasta tal punto, que los hispanos -embarcados en profundas y regresivas reformas de su mercado de trabajo- ya piensan seriamente en adoptar algunos de los criterios expuestos por el ministro Costello, especialmente en lo que se refiere al empleo generado en la economía informal o sumergida.

Sin apenas pestañar, el ministro salteño ha dicho que la economía informal genera baja productividad (algo que está por verse, pues si en Salta pocos, por no decir nadie, miden la productividad del trabajo registrado, es casi imposible que alguien mida la del empleo informal).

Pero lo más sorprendente de la exposición de Costello ha sido su afirmación de que los empleos de la economía informal carecen de prestaciones laborales («empleos con salarios reducidos y sin prestaciones laborales», ha dicho).

Sin querer, el ministro salteño ha resuelto la complicada Hipótesis de Riemann, ya que un empleo sin prestaciones laborales significa, entre otras cosas, que el trabajador no trabaja (la principal prestación laboral es el trabajo) y el empresario no paga el salario.

El riesgo de que se popularice este tipo de empleo sin prestaciones laborales que tan rigurosamente ha caracterizado Costello es nada menos que la reducción a cero de la tasa de desempleo, pues si no hay prestaciones laborales (ni siquiera registro), a los empleadores no les costará ningún esfuerzo dar empleo a toda la población.

Para terminar de sorprender a su calificado auditorio, Costello ha dicho que estos empleos en la economía informal tampoco tienen beneficios de la Seguridad Social (algo que es lógico), pero ha incluido aquí a la vivienda, una prestación social cuyo disfrute, al menos en Salta, no guarda ninguna conexión con el trabajo, hasta tal punto que la mayoría de las viviendas públicas son regaladas por el gobiernos a sus funcionarios (que no trabajan) y a sus amigos, muchos de los cuales se dedican a la noble industria del dolce far niente.

Después de la exposición de Costello, la Comisión Europea ha decidido revisar urgentemente las bases en que se sustenta su (ahora) precario Estado del bienestar. La idea es montar en el viejo continente, tan rápido como sea posible, un «sistema inclusivo», exactamente igual al que definió Costello, en el que una tasa de trabajo informal y no registrado cercana al 60% asegura que la competitividad de la economía se disparará hacia la estratosfera y que habrá felicidad y prosperidad para todos (y todas).