Urtubey deja en manos del obispo Zanchetta y de San Ramón Nonato el conflicto de El Tabacal

Como ya sucediera a comienzos del otoño pasado, cuando la epidemia de dengue desbordó al gobierno y puso de relieve su alarmante falta de respuesta ante situaciones críticas, el conflicto social que desde hace más de dos meses mantiene enfrentados a la dirección del Ingenio El Tabacal con la representación sindical de sus trabajadores ha vuelto a desnudar las falencias y contradicciones del gobierno de Urtubey.

El recrudecimiento del conflicto y la radicalización de las posturas de las partes, propiciadas en parte por la torpeza de los funcionarios gubernamentales, enfrentan ahora un escenario distinto pero no desconocido: el de la intervención activa (podríamos llamarle también «superadora») del Obispo del lugar, señor Gustavo Zanchetta, y la más que probable salida en procesión de la imagen de San Ramón Nonato, patrono de la ciudad de Orán.

Baste recordar que cuando los mosquitos mantenían a Orán al borde de la catástrofe sanitaria, el Intendente Municipal del lugar, el piadoso Marcelo Lara Gros, organizó una solemne procesión penitencial para rogar al santo que aleje del pueblo a los insectos transmisores del dengue.

Lo del santo no es broma, ya que los trabajadores del ingenio mantienen cortada la ruta Nº 50 y virtualmente paralizada la circulación de personas, bienes y servicios en todo el Departamento de Orán.

La situación no ha pasado desapercibida para el sagaz Ministro de Trabajo de Urtubey, señor Eduardo Costello, quien ha dicho en algunos medios de comunicación que lo que se debe garantizar es la libre circulación «de los vecinos».

Parece mentira que un funcionario de tan alto rango ignore que el derecho constitucional a la libre circulación no solo está reconocido a «los vecinos» sino también a los «no vecinos», y que de lo que se trata es de asegurar, por todos los medios que sean posibles, la libre circulación no solo de personas sino también de mercancías.

Con esta misma visión oblicua de los derechos básicos es que el gobierno de Urtubey tiene enfocado el conflicto. De allí que el acierto en sus decisiones sea nulo.

El único remedio a la vista -como en el dengue- es la utilización de la magia, representada en este caso por la intervención (se le llama «intercesión», como si fuese la Virgen del Milagro) del obispo Zanchetta, quien -a diferencia de Costello- puede llegar, en última instancia, a excomulgar a los directivos (empresarios o sindicales) que no acepten sus superadoras propuestas.

La intervención judicial, una amenaza

Diferentes medios de comunicación de Salta anuncian, con titulares de catástrofe, que las partes enfrentadas podrían «judicializar» el conflicto; es decir, someter la controversia a la decisión vinculante de una autoridad especializada.

Pero lo que a algunos les parece una barbaridad, es en realidad una forma mucho más civilizada de poner fin a un conflicto de esta naturaleza, cuando los mecanismos de autocomposición fracasan.

La decisión judicial sobre el fondo del conflicto no solo traerá alivio a las partes, que llevan dos meses y medio sin poder acercar sus posturas, sino que también obligará al sindicato a levantar el corte de la ruta, que preocupa a la empresa, a las autoridades y a la población por igual.

Aunque la intervención de un juez pueda ser sesgada, parcial o poco técnica, siempre será mejor una sentencia motivada que dejar el futuro de una empresa y la economía de toda una región librada al poder bienhechor de un santo, como pretenden Urtubey y su gabinete.