Por qué no le conviene a Greenpeace Argentina aliarse con Urtubey

  • La invitación de Urtubey para sumar a Greenpeace Argentina a la llamada Agencia de Protección Ambiental de Salta no persigue otra finalidad que neutralizar a la organización ambientalista y evitar que los escraches al Gobernador de Salta puedan afectar su campaña presidencial.
  • Una invitación interesada
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La organización ambientalista Greenpeace ha construido su reputación en todo el mundo en base a una desconfianza razonada del poder y al cuestionamiento permanente de las decisiones de los poderosos sobre los recursos naturales.


La invitación cursada por el gobernador Juan Manuel Urtubey para que los activistas de esta organización internacional pasen a formar parte de una agencia gubernamental encargada de la «vigilancia» del monte nativo en Salta se parece mucho al intento -exitoso, por cierto- de neutralizar a las feministas más beligerantes de Salta, creando para ellas en el seno del gobierno un «observatorio» a su medida.

Después de la creación del mentado observatorio feminista, la cantidad de mujeres asesinadas en Salta ha crecido de forma brutal y la influencia de las mujeres en las grandes decisiones del gobierno ha decrecido de forma proporcional. ¿Se arriesgarán los ambientalistas a que a ellos les pase lo mismo?

La proyección de la idea de Urtubey de integrar a los ambientalistas a su gobierno es doble: por un lado se trata de tentarlos con un sueldo (lo que suele dar bastante buenos resultados) y, por el otro, se trata de hacer aparecer a Urtubey como lo que no es; es decir, como un defensor de la naturaleza y de la intangibilidad de los bosques de Salta. Esto último, de cara al objetivo de hacer su figura más potable para ciertas audiencias no salteñas, que aún viven con bastante recelo la aspiración de Urtubey de convertirse en candidato a la Presidencia de la Nación.

En estos momentos no conviene a Greenpeace Argentina prestarse a ninguna de estas maniobras. Si bien la imagen del capítulo local de la organización internacional es manifiestamente mejorable -especialmente en Salta-, la cantidad y la entidad de los problemas que debería enfrentar en el futuro si sus principales directivos accedieran a servir como trampolín para las ambiciones de Urtubey sería enorme e inmanejable.

Al cálculo de Urtubey, Greenpeace debe oponer inteligencia y compromiso. Cualquier otra actitud podría ser entendida por las bases de la organización como una claudicación inexplicable e imperdonable. Los militantes esperan de su dirigencia la máxima desconfianza hacia un gobernante que lleva once años atentando contra el equilibrio medioambiental y reforzando sus vínculos con los principales agentes del poder económico. Basta recordar que uno de los banqueros más poderosos del país dirige desde hace bastante tiempo las decisiones económicas del gobierno de Salta.

En suma, que salvo que algunos de los autodenominados defensores del bosque nativo estén atravesando un momento económico personal delicado, nada justifica que Greenpeace Argentina resigne sus posiciones y rife su prestigio dejando fiscalizar al gobierno de Salta.

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