
El gobierno español ha dado a conocer hoy los resultados correspondientes al cuarto trimestre de 2018 de la Encuesta de Población Activa, estudio que ha sido definido por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) como «una investigación continua y de periodicidad trimestral dirigida a las familias que viene realizándose desde 1964».
Según el mismo gobierno, la finalidad principal de la EPA es la de obtener datos de la población en relación con el mercado de trabajo: ocupados, activos, parados e inactivos.
De acuerdo con las últimas cifras, la tasa de desempleo en España se sitúa ahora en el 14,45, mientras que hace un año era del 16,55; es decir, 1,9 puntos porcentuales más.
No solo hay ahora más personas ocupadas en España sino que el empleo ha crecido este año por encima del crecimiento de la economía, lo que ha sido celebrado por el gobierno, pero no tanto por los sindicatos, que se quejan con bastante fundamento de que el nuevo empleo es precario, estacional y mal remunerado.
Lo que sin embargo ha unido a gobierno y sindicatos son las malas cifras en el sector de la industria manufacturera, que según la última EPA, ha perdido 3.000 puestos de trabajo (de 2.711.300 personas empleadas a finales de 2017 se ha pasado a 2.708.300).
Los principales interlocutores sociales en España consideran una muy mala noticia para la economía del país este retroceso que, en términos porcentuales, supone una caída del 0,112 por cien en un año.
En Salta
Tres días antes de que en España se dieran a conocer estas cifras, en Salta el presidente de la filial local de la Unión Industrial Argentina decía que el sector manufacturero salteño había perdido en 2018 «unos pocos puestos de trabajo», al pasar de un volumen total de 13.500 empleados a 13.000.Pero este descenso del empleo (de 500 puestos de trabajo), que al señor presidente de la UIS le parece «poco», representa nada menos que el 3,7% del volumen de empleo total del sector en la Provincia de Salta, una cifra que, sin exagerar, se podría decir que es escandalosa.
Si en un año la industria de España hubiera perdido, como en Salta, el 3,7% de sus puestos de trabajo, esta sería la hora en que más de 100.000 trabajadores se habrían ido a la calle.
Es del caso preguntarse entonces por qué una pérdida de empleo del 0,112 por cien es considerada casi una catástrofe en España y una pérdida 33 veces superior (en términos porcentuales) en Salta es valorada con tanta alegría por la patronal de la industria.
Se podrá decir, como siempre, que no se puede comparar un mercado de trabajo con otro, pero este argumento, entre xenófobo y acomplejado, ya no se sostiene más. La mayoría de los problemas de nuestra economía se debe, bien a la ausencia absoluta de una cultura de la comparación, o a la comparación con los territorios y las economías equivocadas.
Bien es sabido que el sector industrial es el único capaz de crear hoy empleo de calidad (estable, de alta cualificación, con derechos y bien remunerado); de allí que las dimensiones de la industria sean clave para medir tanto la salud global de la economía como el acierto del gobierno.
Las cifras del empleo industrial en Salta revelan no solamente que nuestra Provincia está infradesarrollada por los cuatro costados (cosa que más o menos sabemos todos) sino también que el gobierno provincial -el mismo que critica las políticas nacionales como si no tuviera ninguna competencia propia en materia económica- ha equivocado el diagnóstico y los remedios.
Más preocupante que lo anterior todavía es el hecho de que quien carga sobre sus espaldas con los errores garrafales de una política industrial que nos aboca al desastre se presente ahora como candidato a Presidente de la Nación, previa una gira artística por las principales filiales de la Unión Industrial Argentina, en donde por cierto es recibido como «uno de los nuestros». Preocupa, pues, que las cartas de presentación del candidato en materia de política industrial sean tan poco convincentes.
Cualquier gobierno serio que perdiera más del 1% del empleo en un sector económico clave como lo es la industria habría encendido ya todas las luces de alarma. En Salta, sin embargo, al inexplicable triunfalismo gubernamental y a la impávida complacencia de los patrones se suma una política pública de «creación de empresas», orientada a erigir fábricas de trapos de piso y de banderas de ceremonia.
Así, es casi de agradecer que en Salta no se destruyan más puestos de trabajo industriales.