
Hace un año, aproximadamente, el que fuera Ministro de Ambiente y Producción Sustentable del gobierno de Urtubey, Javier Montero Sadir, anunciaba con gran aparato mediático que el gigante chino BYD -líder mundial en baterías para teléfonos móviles- iba a invertir en Salta entre 100 y 150 millones de dólares para fabricar vehículos eléctricos, «especialmente aquellos de uso intensivo y destinado al transporte público urbano».
En aquel entonces, el gobierno de Salta estimó que, una vez instalada en Salta, la empresa china iba a crear unos 600 puestos de trabajo directos, más o menos los que emplea el ahora desmoronado ingenio San Isidro, con el que el gobierno de Urtubey no sabe qué hacer.
Según Montero Sadir, los chinos habían «elegido» a Salta, no por sus paisajes, sino por otros dos factores geográficos algo más duros: uno, la cercanía de las plantas que extraen el litio y la ubicación estratégica del parque industrial de la ciudad de General Güemes.
La información oficial del gobierno de Urtubey en aquel momento hablaba de que Salta había suscrito «un convenio» con la empresa china, que recogía el compromiso formar de instalar en Salta una «fábrica de vehículos eléctricos», en el plazo previsto por un decreto presidencial. A cambio, el Estado provincial salteño iba a ceder a los chinos terrenos gratuitos en el parque industrial de la ciudad de General Güemes.
Durante este tiempo, nunca explicaron los chinos por qué una fábrica de las dimensiones propuestas iba a emplear solo a 600 obreros, cuando el volumen normal de empleo en una factoría de estas características es de cinco a siete veces más.
Pero algo debe haber salido mal porque el «convenio» suscrito con los chinos para su instalación en Salta se convirtió pronto en papel mojado.
Ha sido el Vicegobernador de Salta, Miguel Isa, el que ha salido a reconocer que los chinos han encontrado mejores aires para sus autobuses y que finalmente se han pasado el convenio con Salta por donde mejor les convenía y decidido instalarse finalmente en la Provincia de Buenos Aires. Salta no fabricará, pues, autobuses chinos.
La noticia no es del todo mala, puesto que el proyecto de cultivar choclos en Pluma de Pato sigue adelante, no se ha caído.
Isa ha intentado decir que la Gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, atrajo a los chinos con sus encantos y les ofreció mejores condiciones en su territorio. Según Isa, si Salta hubiera tenido el año pasado una ley perdonaimpuestos como la anunciada ayer, los chinos se habrían quedado en Salta.
Pero eso no es del todo seguro, puesto que, según se ha podido saber, después de un estudio más bien detallado del nivel de cualificación de la mano de obra salteña (costureras que confeccionan banderas de Salta para los fortines gauchos y aborígenes cultivadores de choclo) y del estado de algunas infraestructuras, los chinos han preferido pagar más impuestos pero al menos beneficiarse de una cultura industrial de la que Salta carece en absoluto y de unas comunicaciones bastante más accesibles con el mundo.
Sea intempestiva o no la ruptura china del compromiso firmado, sea que hayan procedido con cálculo o no, lo cierto es que de la noche a la mañana los salteños se han desayunado de que los 150 millones de dólares que iban a traer los chinos ya no vendrán. Que no habrá 600 nuevos puestos de trabajo, ni tecnologías de ultimísima generación a la vuelta de la esquina. En suma, un golpe tremendo a la economía provincial y a sus expectativas de crecimiento, que el gobierno se ha tomado con filosofía, diciendo: «Bah, ya vendrán otros».
Si una cosa como esta sucediera en países serios, el gobierno entero dimitiría, o por lo menos se echaría al ministro o a la ministra responsable del asunto. Si no ocurriera ninguna de estas cosas, el gobierno se vería obligado a anunciar la retirada del inversor con una cierta vergüenza. Pero nada de esto ha sucedido en Salta.