Intendente millonario y cansino

El centro de la ciudad de Salta, mejora a ojos vistas. Algunos barrios periféricos acceden a equipamientos vitales. Para todo esto, el Intendente dispone de un presupuesto millonario, fruto de elevados impuestos municipales. Pero ejecuta sus planes con una lentitud asombrosa. Miguel Isa, intendente de SaltaEl Intendente de la ciudad de Salta es un Intendente afortunado: dispone de un presupuesto millonario para prestar servicios y hacer obras comunales, al que se suma el benéfico crédito que le otorgó al banquero del régimen anterior.

Y es cierto que algunos servicios están mejorando, aunque no todos, y que algunas obras se están ejecutando.

Pero su capacidad de gestión no se mueve en relación con los millones que recauda ni al ritmo que la ciudad exige.

Para colmo de males, muchas de sus decisiones urbanísticas resultan contrarias al interés general de los salteños.

Hizo, a su ritmo cansino, obras importantes como el puente sobre la calle Córdoba que arrinconó al llamado “bajo chico”, sede de amores alquilados, de solitarios bebedores de cerveza y de mujeres agraviadas.

Promovió (o toleró, lo mismo da) el abatimiento del histórico Teatro Alberdi, donde hoy una multinacional que vende ropa vulgar a precios no tan acomodados como pregona, levanta su tienda.

Acaba de anunciar un buen plan de obras para embellecer y mejorar el tránsito de personas y vehículos en la calle Balcarce, devenida en emblema de la noche decente salteña.

Lleva adelante, con una lentitud digna del Medioevo, el plan para dotar de semáforos a las esquinas más sensibles del centro de la ciudad. A tamaño ritmo, habrá que esperar no menos de 30 años para contar con un equipamiento suficiente de semáforos.

Tapa un bachecito aquí y otro más allá en las horas pico, ante la complacida mirada de los Agentes de Tránsito que toman el saludable sol de otoño mientras gigantescos autobuses taponan las calles del casco histórico.

Ha comenzado a instalar los imprescindibles tinglados para que quienes esperan a los autobuses se refugien del sol y de la lluvia. Pero lo hace por partes, contra toda lógica: Primero coloca los pilares centrales, luego los techos, mas tarde las luces, dejando para el final los vidrios y la señalización respectiva.

Muchos salteños, sorprendidos por la ejecutividad del dilecto hijo de la Colonia Santa Rosa, aplauden su gestión. Algunos, abrumados de entusiasmo, despliegan una silenciosa pre-campaña para instalarlo en Las Costas, con apoyo paraguayo.

La mayoría ignora que las obras, además de un derecho ciudadano, son el fruto de los altos impuestos que pagamos los salteños y que depositamos en manos de nuestro gallardo Lord Mayor.