
La dinámica de confrontación permanente se agudiza a medida que se aproxima la fecha en que el gobierno perderá la mayoría numérica en el Congreso. El 10 de diciembre el oficialismo se quedará sin la escribanía parlamentaria, donde ha conseguido casi automáticamente durante seis años transformar sus voces de mando en leyes de la República o asegurarse la concesión de facultades extraordinarias o la cesión de atributos propios del Legislativo. Paralelamente, las encuestas registran el continuo hundimiento de la imagen de la pareja gobernante en la opinión pública, donde apenas cosecha un 20 por ciento de adhesiones. Como alguien señaló por estos días, Kirchner nunca fue amado y cada vez le cuesta más ser temido. Por eso necesita sobreactuar su actitud confrontativa y ejercerla sin descanso. Allí es donde entra la nueva fase de la ofensiva oficialista de Primavera: el intento de desembarco hostil en Papel Prensa, la empresa en que los diarios Clarín y La Nación conviven con el estado como tercer accionista (28 por ciento de las acciones). Kirchner envió allí a uno de sus mosqueteros preferidos, Guillermo Moreno, y éste se hace personificar por Beatriz Paglieri (una de sus espadas en el INDEC) a quien ya colocó en el directorio de la papelera, pero no por ello omite su propia acción directa.
Moreno cree tener la fórmula, si no para que lo amen, al menos para que le tengan miedo. Afuera tengo a mis muchachos, expertos en partirle la columna y hacerle saltar los ojos al que hable, dijo entre otras lindezas- el 14 de septiembre a un grupo de representantes estatales en la conducción de la papelera a quienes arengó en su oficina sobre la necesidad de controlar (intervenir, expropiar) la empresa y reclamó discreción y silencio sobre lo que allí se conversaba; aquella mención a mis muchachos pretendía darle énfasis a su exhortación.
Uno de los funcionarios advertidos por Moreno, Carlos Collasso, narró lo ocurrido ante un escribano. El acta así librada es la base de una acción judicial contra el secretario de Comercio y su revelación ha generado un revuelo político considerable. Las amenazas del secretario de Comercio no suenan como un inocente exabrupto en un país en el que, en vísperas de una elección provincial suceden muertes misteriosas maquilladas de suicidio.
El acta de Collasso no parece haber sido la única reacción a aquellos raptos de ira de Moreno en los que invocaba expresas instrucciones de la señora Presidente. Hubo también renuncias. Una de ellas es particularmente significativa, pues corresponde a Mauricio Mazzón, hijo de Juan Carlos Mazzon, el jefe de la Unidad Presidente de la Casa Rosada y experto tejedor de operaciones políticas del oficialismo en provincias. El joven Mazzon es uno de los miembros estatales del directorio de la papelera y fue uno de quienes recibió más directamente las maldiciones y amenazas de Moreno el 14 de septiembre. Mauricio Mazzon y otro dimitente, Juan Drucker, procuraron divorciar su alejamiento del episodio Moreno (de ninguna manera nuestras renuncias al directorio de Papel Prensa están relacionadas con ningún hecho vinculado a las versiones que son de conocimiento público"), pero no desmintieron la narración de Collasso. Si bien se mira, la aclaración parece confirmarlos.
La atmósfera confrontativa que suscita el oficialismo va así recalentándose: al acoso a algunos sectores y al embate contra el equilibrio y la sustentabilidad de las empresas atacadas, se suman abiertas amenazas de violencia física. ¿Piensa acaso el oficialismo que el país y el propio gobierno- está en condiciones de soportar ese clima de tensión creciente durante los dos años que restan hasta el 2011?
La lógica constante de Néstor Kirchner de levantar permanentemente las apuestas, que más allá de su plausibilidad- parecías sostenible cuando el gobierno contaba con amplios márgenes de respaldo en la opinión pública y con una caja bien forrada, se le torna peligrosa después de la derrota electoral de junio, de la estrepitosa caída de su imagen y del aislamiento internacional que experimenta.
Los sectores acosados por el gobierno (y a esta altura quedan pocos que no hayan padecido sus embates) así como los que sufren las consecuencias de su modelo (que incrementó en 3 millones el número de pobres en los últimos tres años) no son la oposición política. Los partidos de la oposición pueden vacilar entre jugar fuerte ahora o guardarse para las elecciones de 2011. Los que se sienten existencialmente amenazados no tienen ese margen.
En política también se manifiesta el principio físico de acción y reacción.