Continuismo y desencanto

El domingo 28 de octubre a las 19.50, casi dos horas después del horario legal de cierre de los comicios presidenciales, en un colegio de Ramos Mejía más de un centenar de personas permanecían aún tercamente filas todavía extensas decididas a votar. ImageEntre ellas, una dama de alrededor de cincuenta años escuchaba con audífonos una radio portátil. La radio aseguraba que había ganado la elección la esposa del Presidente con un 46 por ciento. "Me indignó –contó la señora al salir-. ¿Para qué servía mi voto si ya daban por concluida la elección?". Hubo muchos decepcionados y por diferentes causas.

Se multiplican los relatos de personas que no encontraron en el cuarto oscuro boletas Elisa Carrió, Roberto Lavagna o Alberto Rodríguez Saa y fueron exhortadas a votar con las boletas que haya o no votar. El diario La Nación consignó que, sospechosamente, "en la provincia de Buenos Aires figura que hubo 142.000 votantes más para elegir presidente que para senadores o diputados provinciales", situación inexplicable: sólo la inversa hubiera tenido lógica, ya que la diferencia podría deberse a la incorporación de votos de extranjeros residentes; éstos pueden participar en las elecciones de distritos pero no en las nacionales.

"La jornada electoral fue un bochorno", resumió Ricardo López Murphy. Todos los partidos de la oposición presentaron quejas ante la Justicia (y en algunos casos, algunos reclamos fueron de ciertos candidatos oficialistas contra otros del mismo signo con los que competían por cargos locales; uno de ellos aseguró que se habían incorporado irregularmente 20 sobres por urna en su municipio.

Una semana atrás, al conocerse el rechazo de miles de ciudadanos a la carga pública de ser autoridades de mesa, esta columna se preguntaba: "¿Asiste la Argentina a un espontáneo movimiento de rebelión cívica?" y vaticinaba que "si efectivamente este amplio movimiento de rechazo a la carga pública es la espuma de una ola mayor que estaría discurriendo por debajo, habría que prever que el fenómeno se manifieste en la elección del domingo 28 bajo diversas formas, desde el ausentismo hasta el voto negativo".

Efectivamente, el domingo 28 se registró la segunda mayor abstención desde 1938, tiempos del llamado "fraude patriótico". Aquellos que votaron con los pies y rechazaron la elección por ausencia, así como quienes rechazaron la carga pública estaban, probablemente, como se conjeturó aquí en su momento, produciendo "una demostración social de decepción sobre la naturaleza del comicio en trámite y una prueba sintomática de desconfianza en el sistema institucional de autoridad".

Tras "el bochorno del domingo 28" lo más probable es que crezcan la decepción y la desconfianza y se acentúe la rebeldía política.

Después de lo que ha constituido una reelección por interpósita cónyuge , más allá de los discursos de la primera dama y presidenta electa, las consignas oficialistas que subrayaban la palabra cambio ("El cambio recién empieza"), parecen virar rápidamente al concepto de continuismo. Mientras la pareja presidencial realiza su asamblea de dos en Calafate para analizar los nombres del futuro gabinete, las versiones anticipan que la mayoría de los ministros (incluyendo a los más expuestos y polémicos) permanecerán en sus puestos o, excepcionalmente, cambiarán de cartera.

Como para subrayar el criterio de la continuidad, Guillermo Moreno ha producido nuevas sanciones contra personal del Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) que cuestionó la manipulación de los datos sobre costo de vida, pobreza e indigencia.

Por debajo de esa estólida insistencia en fórmulas fracasadas y de la lógica continuista, hay que descubrir las dificultades objetivas con que choca un régimen de la estrecha rigidez del kirchnerismo cuando se ve forzado a modificar, así sea mínimamente, los dispositivos de mando y administración del poder.

El oficialismo transita ahora por un limbo en el que debe encontrar un equilibrio nuevo en su cúspide y digerir el fracaso de su proyecto de mudanza del peronismo a la transversalidad.