Lúder y Cobos, unidos por el espanto

Los argentinos hemos seguido con creciente interés el debate legislativo que terminó con la derogación de la tristemente célebre Resolución 125. Curiosamente, 33 años atrás, en julio de 1975, el Senado de la Nación era escenario de unas jornadas de similar intensidad que culminaron con la elección de don Ítalo Argentino Lúder como Vicepresidente Provisional del cuerpo.
Ítalo Argentino Lúder (derecha) junto al senador por Salta J. Armando Caro, en una Asamblea Legislativa en 1973A estas alturas, hay ya información de prensa suficiente que muestra los entretelones que precedieron al singular voto dirimente emitido por el Vicepresidente de la República don Julio César Cleto Cobos en la madrugada del pasado 17 de julio (Ver la crónica de Damian GLANZ en el diario "Crítica de la Argentina").

Pues bien: analizando serenamente tal información, he creído encontrar más de un punto de contacto entre esta jornada contemporánea -que tuvo como protagonista al señor Cobos-, y los acontecimientos que se desarrollaron en 1975 cuando doña Isabel Martínez de Perón ejercía la Presidencia de la República.

Los mismos nervios y temores; idénticos febriles intentos realizados desde el Poder Ejecutivo para impedir una decisión e imponer un determinado resultado; senadores que fueron mutando de posición con el correr de las horas; similares descalificaciones y apelaciones a la lealtad y a la traición; parecidas invocaciones a la estabilidad presidencial y denuncias de golpismo contra los “rebeldes”; y un mismo resultado inmediato: la emergencia de la autonomía del Poder Legislativo como manifestación de la institucionalidad republicana.

Para avalar aquella creencia acerca de las similitudes, traeré a colación un par de anécdotas y una cita de autoridad.

Después de la casi unánime huelga general de junio de 1975, concurrí en varias oportunidades al Palacio del Congreso a visitar a mi padre, que se desempeñaba como Senador Nacional por Salta, y que trabaja intensamente por llenar el vacío institucional eligiendo a un Presidente Provisional del Senado.

Pude entonces percibir las enormes tensiones que vivían los senadores mientras preparaban la elección de Ítalo Argentino Lúder, ante las muy creíbles amenazas del lópezreguismo y sus secuaces.

Nunca olvidaré la impresión que, a mis 30 años, me causó ver a un respetable senador decidido a desobedecer la “orden vertical”, balbuceando explicaciones inconexas y cuyo esmirriado cuerpo temblaba mientras chequeaba ansioso las medidas de seguridad alrededor de su despacho.

En el terreno de lo minúsculo, recuerdo también los tristes ecos que la elección del senador Lúder produjeron en Salta de la mano de grupos minoritarios enrolados en un ultra verticalismo penoso y fanático.

Aquellos acontecimientos nacionales están muy bien relatados en el libro “Isabel Perón” de María Sáenz Quesada (Editorial Planeta, Buenos Aires – 2003, páginas 311 y siguiente). He aquí un breve resumen de anécdotas ilustrativas:

 El 1 de julio Isabel convoca a los senadores y denuncia “un siniestro plan de la antipatria” y amenaza con dar nombres y apellidos de los conjurados.

 Días antes de la votación, cuando se discutía la Ley de Acefalía, el diputado radical Juan Carlos Pugliese urgió a una amiga que se pusiera a resguardo ante la proliferación de guardaespaldas armados en el edificio del Congreso de la Nación.

 Electo Lúder, el lópezreguismo con Norma Kennedy a la cabeza, corea, cerca de la Catedral donde se celebra el Tedeum del 9 de Julio: “Lúder, traidor, todos los senadores al paredón”, “Lorenzo, traidor, te va a pasar lo mismo que a Vandor” (evocación que, como se ve, no fue propiedad exclusiva del extremismo de izquierda).

Como recuerda la autora, una vez electo Ítalo Lúder compareció relajado, casi displicente, y habló con un lenguaje renovado “Para alcanzar la liberación es preciso reconstruir el frente interno sobre un nuevo estilo político, el diálogo pluralista”. Invocación, esta última, que -visto lo visto- se ha convertido en una suerte de quimera nacional.

Entre los acontecimientos de 1975 y los de 2008 también existen, claro está, diferencias. De estilo de los protagonistas (la sobriedad y la firmeza gestual de Lúder contrastan -de alguna manera- con el rictus que ensombreció el rostro de Cobos y con sus balbuceos en el momento culminante de su voto). De formas de presión (se han modificado -bien es verdad que sólo parcialmente- algunas herramientas de “apriete” político). De comunicación urgente (eran más difíciles en 1975 cuando no existían teléfonos móviles).

Pienso que resulta un ejercicio inútil intentar determinar en cual de ambos momentos la Presidente de la República acumulaba mayor cantidad de poder político capaz de ser traducido en presiones contundentes sobre el cuerpo legislativo. No obstante, me arriesgaría a sostener que en julio de 1975, quizá por el contexto en que se desenvolvieron, los acontecimientos tenían una carga mucho mayor de auténtico dramatismo.

Si bien las movilizaciones del campo y la ciudad ocurridas entre abril y julio de 2008 erosionaron el poder de presión de la señora de Kirchner, en 1975 diversos factores de poder (entre ellos el terrorismo y los militares) habían comenzado su operación de acoso y derribo contra la señora de Perón.

La historia, inapelable tribunal, certificó que la elección del senador Lúder como Presidente Provisional del Senado no fue parte de ninguna maniobra golpista, aunque tampoco sirvió para impedir el derrocamiento de la jaqueada Presidente de entonces.

Por otra parte, los cambios acontecidos en el mundo y en nuestra propia cultura política, así como el transcurso real de lo que se ha dado en llamar “conflicto del campo”, autorizan a pensar que –afortunadamente y mas allá de discursos interesados- un abismo separa a las consecuencias políticas e institucionales mediatas e inmediatas de los votos de 1975 y de 2008 en el Senado de la Nación.