Al continuismo le llaman cambio

El lanzamiento de Cristina Kirchner en el Teatro Argentino de La Plata, fue una puesta en escena cuidadosamente montada. Las luces del proscenio brillaron para que luzca el “nuevo amanecer de la patria” (presidente dixit). Cuentan las crónicas que el apellido Perón no salió por los parlantes y que el acto se asemejó a un espectáculo pop, con video clip sobre su carrera y pasajes con Chávez, Hillary Clinton, el rey de España y Shakira... en fin, fue una fiesta “progresista” de este pseudo-peronismo. Cristina Fernández, candidata a Presidente de la NaciónComo es público, el lanzamiento fue precedido por viajes al exterior para instalarla -mediante fotos y sugerencias- junto a gobernantes extranjeros y distinguirla así de sus competidores de cabotaje (para hacernos creer de su chapa de “estadista”). Pero vale la pena hacer un alto, por las lecciones que entraña, en la parada de España y el almuerzo compartido con quince empresarios de alto nivel.

Por versiones coincidentes se supo que hubo reclamos de un marco más estable para las inversiones y aumentos de tarifas de los servicios públicos privatizados. Respondiendo la candidata con la promesa de estudiarlo y supeditando la solución a las condiciones sociales de la Argentina (Diario “La Nación”, 26.7.07). Pero el sofocón lo dio un empresario que dudó del “modelo” de la aspirante y preguntó si las ideas eran suyas o de su marido.

Esta historia terminó con el freno que les puso Kirchner desde Buenos Aires acusándolos de lobbystas incorregibles y, desde el lado español, con la respuesta de la vicepresidenta del gobierno socialista, Fernández de la Vega, de que “las empresas españolas tienen todo nuestro apoyo en sus reclamos”.

Entonces, ¿qué lecciones deja para los argentinos la publicitada visita? Algo que no se captó:

Primero, que su esposo al salir cortando dejó mal parada a la abanderada del “cambio” que “recién empieza”; porque emitió una señal de lo que puede ser un gobierno bicéfalo y por naturaleza conflictivo.

Segundo, que los admirados compañeros socialistas apoyan a sus empresas sin prejuicios ideológicos; demostrando, en los hechos, que la divisoria no pasa por las afinidades ideológicas ni por los rótulos “centro-centro derecha-centro izquierda”, etc. etc., que conducen a falsas opciones; sino por la defensa de los intereses permanentes de las patrias, que es la verdadera línea divisoria de aguas donde se juega el destino de las naciones.

Pero volvamos al lanzamiento de La Plata para conocer las propuestas de tan excelsa candidata. Según informó la prensa definió tres “construcciones”: la reconstrucción del estado democrático, el “modelo” económico y social basado en la industria, la acumulación y la inclusión social”, y el “cambio cultural” para recuperar la autoestima perdida. Pura pobreza franciscana, porque no agregó nada a lo que dice su consorte.

Lo menos que podía esperarse es que anunciara o simplemente esbozara los ejes instrumentales de tan “originales” construcciones. En este sentido la “novedad del cambio” (relativa por cierto, porque la imaginación aguda de estos políticos sólo les da para repetir que la solución de nuestros males es un mágico Pacto de la Moncloa) es que convocará a empresarios y trabajadores a un acuerdo para fijar grandes metas para el mediano y largo plazo.

Vamos por partes.

A) ¿En qué reconstrucción democrática debemos creer, cuando la praxis del grupo gobernante es sustituir las instituciones republicanas por el mantenimiento de los decretos de necesidad y urgencia, la delegación de facultades presupuestarias al Poder Ejecutivo Nacional y el control de la justicia a través de la manipulación del reformado Consejo de la Magistratura? A lo que cabe agregar, entre tantas cosas, el peor clientelismo político y apriete a los díscolos para que no saquen los pies del plato.

B) La verdad del “modelo” económico es que la recuperación ya había empezado con Duhalde -Lavagna, y lo supieron continuar con el viento a favor del tipo de cambio alto, precios internacionales “joya” y superávit gemelos. La reactivación se transformó en crecimiento (que no es igual a “desarrollo”) hasta que empezó a complicarse por las razones conocidas (crisis energética, ausencia de inversiones, subsidios indiscriminados, inflación, situación fiscal preocupante en varias provincias y 27% de argentinos debajo de la línea de pobreza). Síntomas del subdesarrollo oculto en una estructura que sigue siendo primaria y que crece por el impulso de los precios externos acicateados por la demanda asiática.

C) Los “acuerdos sociales” en nuestro país siempre fueron el instrumento de una política económica que tiene como vértice y beneficiario al Gobierno, quedando los Trabajadores y Empresarios en un nivel subordinado. El sentido común los hace simpáticos: “si todos nos ponemos de acuerdo en ‘grandes metas’ no habrá problemas y las cosas andarán bien cediendo cada uno un poquito”; pero la economía no funciona así. El populismo setentista siempre fue afecto a ellos y todavía recuerda elogiosamente el tristemente célebre “Pacto Social” o Plan Gelbard (mayo de 1973) que congeló precios y salarios, hasta que estalló por los aires en 1975 con el sufrido “Rodrigazo”.

Por supuesto que el contexto de aquella época en nada se parece a ésta; me refiero a una metodología que fracasó porque actúa sobre los efectos y no sobre las causas. Lo que se avizora tras la propuesta de “Acuerdo” de la candidata K es -al revés del 73- cómo encorsetar a empresarios y trabajadores para poder salir de la maraña de subsidios que otorga el gobierno, aumentar las tarifas, liberar los precios distorsionados por el manejo de Moreno y del INDEC, evitar el déficit fiscal y que no aumente más la verdadera inflación.

D) A qué cambio cultural se refiere ¿al de la cultura del aborto y del relativismo moral?, ¿a fomentar la discordia y la guerra social?, ¿a idiotizarnos con la contracultura que esparcen los medios de comunicación? y, en fin, ¿a diluir el sentimiento patriótico en el internacionalismo apátrida de lo “políticamente correcto”?. No, esa cultura no es la nuestra y no la queremos. La cultura nacional es la que supo integrar a millones de inmigrantes -respetando razas y credos- con el trabajo, la misma bandera y las tradiciones nacionales, en concordia y justicia social. Es la del “ánimo de donación y de libertad” que señaló Eduardo Mallea en “Historia de una pasión argentina”, y que aparece de mil formas porque es parte de nuestro ser.

“Animo de donación” del que dio testimonio el comandante Prado, cuando en su librito inmortal escribió: “Llegó por fin un gran día de fiesta para la tropa y para todos: el 9 de julio. Cuando salió el sol los cuerpos estaban saludando al astro que simboliza nuestra gloriosa independencia. Si alguien de afuera nos hubiese visto formados, se habría preguntado qué hordas de forajidos éramos. Lo único uniforme y limpio eran los caballos y las armas. Sin embargo, cuando se tocó el himno nacional, cuando el jefe dio un grito vivando a la patria, aquellos pobres milicos respondieron con todo el entusiasmo de sus corazones y acaso creyeron que no habían hecho aún bastante para merecer la gratitud de la nación”.

A partir del análisis de los hechos y afirmaciones de la candidata –en realidad generalidades más que otra cosa- concluyo que las tendencias que se orientan al futuro señalan que sólo habrá cambios cosméticos, muchos anuncios y gobierno bicéfalo. Que en nada cambiarán la política del día a día, ausencia de política exterior por falta de Proyecto Nacional que la oriente y profundización de los ataques a la concordia nacional. A no engañarse, se viene el continuismo, camuflado.

(*) Salteño. Reside en Buenos Aires. Es abogado. Asesor parlamentario. Formó parte del Centro de Estudios Nacionales, que creó en los años ’60 y orientó el presidente de la República Arturo Frondizi.