Un país normal

Tras sus elecciones me he tomado un margen prudencial para dedicar esta columna a expresar mi opinión sobre la situación política nacional. Esta semana con motivo de la celebración del 9 de julio tuve ocasión de escuchar a través de televisión, el discurso que ofreció ese día la Presidente de la Nación.

Un país normalMe llamó la atención un detalle inusual que adquirió trascendencia cuando doña Cristina introdujo el concepto de ser “un país normal”. Argumentó que la Argentina sería “normal” cuando nadie supiera quién es el Ministro de Economía de la Nación. Yo diría más bien que sería “normal” cuando se sepa que es efectivamente el Ministro quien dirige esa área gubernamental y por fin se entiendan, coordinen y mantengan las grandes líneas económicas del país; sea ministro de economía quien corresponda en cada ocasión.

Por enésima vez desde que asumió, la señora Fernández convocó  a todos a presentar sus propuestas para dialogar, debatir y llegar a una concertación. No siendo este hecho algo menor, lo tomo con escepticismo no les quiero engañar. Como en la fábula del lobo y el pastor, de tanto  repetir pero no cumplir lo del “diálogo y la concertación”, la gente está invadida de un escepticismo que nadie les podría reprochar.

Retomo eso de “ser un país normal” y acerco algunas propuestas por si puedo ayudar. La Presidente especificó que lo hicieran “todos los argentinos”; espero que no cumplir con la condición natal, no importe en esta ocasión.

Comenzaré por algo nimio pero que la mayoría sabrán extrapolar a lo general. Yo propondría a partir de ahora que todos llamemos a la Presidente “Cristina Fernández” o “señora Fernández”. Sugiero eliminar “de Kirchner” hasta que concluya el mandato presidencial. Tanto Kichner, nominal, presencial y hasta en la toma de decisiones de la política real, lleva tiempo pareciéndome justo lo opuesto a lo de “un país normal”.

Continuaré sugiriendo que de ahora en adelante se sea respetuoso con los derechos de los ciudadanos y también más certero a la hora de interpretar sus demandas en general. Aquí, sin olvidar lo difícil por desconocido que tiene la gripe A, propongo a la señora Fernández, su gobierno y la dirigencia política sin excepción, máxima información, transparencia y veracidad en todo tipo de datos que afecten a la población: desde los enfermos o muertos por alguna pandemia, hasta la inflación. Es difícil poder curarse de algo cuando de oculta la enfermedad: sea esta física, económica o social.

Se me ocurre también que abandonemos para siempre las genialidades tipo “modelo de inclusión, matriz acumulada o redistribución”. Quizás si dejamos el panfleto ideológico y nos tomamos más en serio eso de generar, aumentar, administrar y luego redistribuir los recursos, nos vaya  algo mejor. Hago en los recursos públicos un hincapié especial. Últimamente algunos con cargo oficial no sólo los manejan sino que creen que son de su propiedad.

Sería de gran utilidad dejar de considerarnos cada uno, excluyendo a los demás, eje único del bien de la patria o si me apuran de la Humanidad. A mi modo de ver, ese ha sido parte del claro mensaje que el electorado ha envidado al gobierno, los candidatos y los políticos en general. La “nueva patria” a base de luchas y exclusión porque “los buenos están conmigo y los malos contra mí, es lo más propicio para continuar perdiendo el tiempo dando bandazos con políticas de confrontación. A los cuatro años suelen ser desautorizadas y desarmadas por completo, por otro que viene a construir la “nueva patria” y así una y otra vez sin parar.

Por último, para conservar algo de credibilidad, convendría considerar los tiempos y la oportunidad al hablar. Oír el 9 de julio a la señora Fernández hablando de reforma política, de partidos y de un sistema serio de representatividad, suena poco creíble por no decir demagógico sin más. Estamos, recuerden, a tan sólo a unos diez días de las testimoniales, el corte de boletas, los traidores, los leales y los que pusieron el cuerpo para quitarlo después. Plantear dicha reforma ahora y no antes justo cuando la gente acaba de votar, suena a “tomadura de pelo” la verdad.

Es más, por ir avanzando sugiero antes de abordar reformas mayores, empezar a tomar la Presidencia, el Gobierno y el Congreso de la Nación como lo que son en realidad: los órganos de representación de la ciudadanía de una nación. A ellos se deben, para ellos deben trabajar y a todos ellos deben rendir cuentas los que se quedan, los que se van  y los que acaban de llegar; por cierto, si los que vienen lo hacen sin denuncias previas en un tribunal, será de agradecer.

“Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”, ese era uno de los axiomas de Juan Domingo Perón, “icono ideológico” de cabecera – muy a mi pesar – tanto de la Presidente como del Gobierno en su diaria argumentación. Pues bien, pasemos de las buenas intenciones a la acción. Si con “país normal” la señora Fernández se refiere a “país serio” o algo similar, se nos echa el tiempo encima tanto como se nos ha echado la gripe A.

Discúlpenme si – para no ser argentina de nacionalidad - me he pasado un poquito con las propuestas. Quería aprovechar la oportunidad al cien por cien. La verdad, siendo sincera tengo bastantes más cosas que proponer; voy a no “agobiar” a la Presidente, y las dejaré para otra ocasión.