
El tema (La actuación política de los sectores populares en la Provincia de Salta 1972/1976) y el enfoque elegido atraparon pronto mi atención de modo tal que, entusiasmado, concluí mi primera lectura en no más de ocho horas intensas.
Sin embargo, tal y como irá quedando de manifiesto en las sucesivas notas en las que pretendo expresar mis particulares puntos de vista sobre los hechos relatados en el libro Salta montonera, debo adelantar que son mas las discrepancias que las coincidencias que tengo con las valoraciones y con el relato construido por el autor.
Esta primera nota se circunscribirá a dos consideraciones:
Una primera general, centrada en el título del libro. Y una segunda, casi anecdótica, referida al secuestro de la película Las colegialas se confiesan.
Pienso, sin faltar con ello al respeto que el autor y su obra me merecen, que nunca existió una Salta montonera y que el título, de indudable impacto, expresa una preferencia política mas que una realidad.
Cierto es que en Salta hubieron montoneros que lucharon por la independencia de España (si así podemos llamar a las tropas acaudilladas por el General Martín Miguel de Güemes).
Y es cierto que huestes montoneras al mando del Coronel Felipe Varela invadieron Salta con consignas federalistas y anti-porteñas, siendo probable que algunos (muy pocos) salteños vieran con simpatía esta incursión militar en sus pueblos y aldeas.
Y es también verdad que en los años setenta, la organización neo-peronista Montoneros alcanzó una apreciable influencia en la vida política salteña en el estrecho período comprendido entre el Congreso del Partido Justicialista de 1972 y finales de 1973.
Es muy probable que, antes de aquella fecha, las acciones para-militares de Montoneros y sus proclamas de encendido peronismo concitaran las simpatías de algunos comprovincianos; sobre todo de algunos que, emergiendo del antiperonismo familiar, se habían desencantado de su colaboración con la dictadura del General Onganía y sus personeros locales.
Pero ni antes ni después de aquellas fechas la polémica organización político-militar logró expresar la complejidad social e ideológica salteña.
Dicho en otros términos: en Salta hubieron montoneros (primero pocos y después muchos), pero no deja de ser una exageración literaria sostener que en algún tiempo Salta fue montonera.
La frase Salta montonera expresa, mas bien, el afán totalitario de aquella organización que orientaba su accionar hacia el logro de la hegemonía política, no ya dentro de los estrechos márgenes del movimiento peronista, sino de la Nación argentina en su conjunto. Aunque para lograr tales objetivos tuviera que suprimir a los disidentes.
En ninguno de los frentes (juvenil, sindical, político, barrial, femenino, universitario) en los que se estructuraba alcanzó la organización Montoneros en Salta el predominio en cualquiera de los terrenos donde se dirimían los conflictos.
En todos aquellos frentes tropezó con la competencia política del peronismo histórico (o, si se prefiere, ortodoxo, vertical a Perón) en sus vertientes de derecha (lista Azul y Blanca, UOM y asociados) o de centro izquierda (Reconquista, Coalición del Interior, sindicalismo liderado por Olivio Ríos). Sin olvidar la resistencia de elementos de ultraderecha, deleznables por sus métodos y por sus propósitos que se reclamaban igualmente peronistas.
Así lo reconoce el autor del libro que comento aquí cuando se responde negativamente a su pregunta ¿Estuvo Salta en manos de Montoneros durante el Gobierno de Miguel Ragone?.
Conviene apuntar aquí que quienes han estudiado el tema contando con los datos imprescindibles y con la relativa serenidad que otorga el paso del tiempo, entre otros el autor de Salta montonera, piensan que el asesinado gobernador de Salta, el doctor Miguel Ragone, no perteneció a Montoneros.
Como ni aún en aquel tiempo de plomo todo el poder sale de la boca del fusil, la organización Montoneros y sus simpatizantes cuando debieron actuar en el plano político o institucional salteño, se vieron forzados, contra su visión militarista, a procurar alianzas.
El Congreso peronista de 1972, celebrado en el Centro Argentino, es una prueba de ello.
En efecto, en este Congreso, donde se eligieron la fórmula de Gobernador y Vicegobernador y los candidatos a cargos legislativos, el triunfo correspondió a una trabajosa alianza entre la Lista Verde y sus apoyaturas (entre las que destacó la de los doctores Rodolfo Urtubey y Juan Manuel Abal Medina encumbrados en la conducción del Movimiento Nacional Peronista), y la corriente formada por la Coalición del Interior, la Agrupación Reconquista y sus grupos femenino y sindical afines.
Un triunfo que, dicho sea de paso, fue posible por el retiro del sector Azul y Blanco influenciado en ese tiempo (como muy bien lo destaca el autor del libro que comento) por los intereses y las maniobras del señor Roberto Romero.
2. Las colegialas se confiesan
El relato que el libro Salta montonera hace del secuestro de la película Las colegialas se confiesan (páginas 174), no se ajusta a lo sucedido e incluye valoraciones con las que me permito discrepar.
Es verdad que a finales de 1973 el Juez en lo penal doctor Mario Salvadores dispuso el secuestro de aquella película. Pero no lo es que se tratara de un filme erótico, ni que las razones del secuestro judicial tuvieran que ver con una moralina ni con una vocación por el oscurantismo.
En realidad, y es la primera discrepancia, la película era de la más pura y dura pornografía, con horribles (ética y estéticamente hablando) escenas de zoofilia protagonizada por escolares.
A la hora de fundar el secuestro de la película, el Juez argumentó que la misma esta siendo vista por un público compuesto en su mayoría por jóvenes menores de edad, contraviniendo normas y principios aceptados como buenos por cualquier sociedad democrática, incluso las mas liberales en materia de moralidad pública.
Bueno es recordar que los embates contra el secuestro vinieron de un sector de la Lista Verde; pero no por razones jurídico-políticas, sino a causa del parentesco que unía al Presidente de la Cámara de Diputados con la propietaria de los cines salteños.
El doctor Salvadores era, si algo vale todavía el vapuleado término, un juez progresista. Era, como lo recuerda el mismo autor de Salta montonera, el juez que ordenó el procesamiento y envió a prisión a policías acusados de torturas a presos políticos.
Añadiría que, entre los procesados y encarcelados figuraron dos capitanes del Ejército argentino, lo que acarreó -al poco tiempo- el arresto ilegal del Juez Salvadores, quién sufrió amenazas y persecuciones que le obligaron a exiliarse en Buenos Aires.
Como una prueba más de que los montoneros no eran, ni de lejos, los únicos que en Salta enfrentaron a la dictadura, debo apuntar que el doctor Mario Salvadores, mi socio y amigo, actuó en las primeras filas del grupo Reconquista.