La absurda muerte de Sabrina Berton

Svengali es el nombre de un personaje de ficción surgido de la imaginación del novelista británico George du Maurier, quien en su famosa novela de 'horror gótico' titulada Trilby, dio vida a este hipnotizador malvado, capaz de manipular los sentimientos y los deseos ajenos. {mosgoogle}
Jorge Amado Skaf, secretario de Seguridad de SaltaMe ha venido a la memoria el personaje de Svengali después de escuchar esta mañana una entrevista radial al secretario de Seguridad de Salta Jorge Amado Skaf, en la que se refería a la absurda muerte de la joven Sabrina Berton, ocurrida el fin de semana pasado en una céntrica esquina de Salta.

Berton, de sólo 17 años de edad, recibió un mortal disparo de arma de fuego en las cercanías de Belgrano y 25 de Mayo, cuando se dirigía junto a un grupo de amigos a presenciar un partido de fútbol.

No consigo ahuyentar de mis pensamientos la idea de que el sonoro y agradable nombre de la infortunada jovencita se presta, quizá como ningún otro, para dar título a una novela o a una película ("La absurda muerte de Sabrina Berton"). Pero, desgraciadamente, no hay aquí ninguna sombra de ficción sino la más cruda y dura de las realidades.

Cualquier ciudadano es capaz de intuir que las muertes violentas -más aún si son inexplicables- son sucesos que golpean especialmente a los políticos que ejercen el poder y que, en cierto modo, complican la vida a aquellos políticos que se dedican a la gestión de la seguridad pública.

Pero la realidad en Salta parece otra. En primer lugar porque ha cundido entre nuestros políticos la horrible moda de reaccionar frente a la muerte violenta e injusta, no con indignación republicana sino con una esquela fúnebre. De "plegarias al Altísimo" está empedrado el camino del infierno, a juzgar por la cantidad de aquellas que se 'elevan' mensualmente, con cargo a los presupuestos del Estado.

En segundo lugar, porque quienes están obligados a tutelar las libertades y la seguridad de los salteños tratan la muerte del prójimo con una asombrosa frialdad.

Como quien se empeña en dar la razón a sus numerosos detractores, el secretario Skaf respondió al interrogatorio periodístico con la frialdad propia del policía de la sección homicidios, antes que con el "humanismo sensible" que, al parecer, fluye desde la cima de la estructura ministerial a la que pertenece.

Si sus enemigos lo pintan, si bien con otros términos, como un "hombre discreto con una gran capacidad de observación y seguimiento", su actitud flemática frente a la tragedia de Sabrina Berton no ha hecho sino aportar más argumentos a quienes desean verlo fuera del importante cargo que ocupa, lo más pronto posible.

Como un moderno Svengali, el secretario fue llevando la entrevista a un terreno muy cómodo para su retórica 'de mostrador'. Algunos giros verbales como "escuchame, querido", que repitió varias veces a lo largo de la entrevista, el referirse a su superior, el ministro de Justicia, como "el amigo Nicolás Juárez Campos", o el empleo reiterado de metáforas propias de la axiología jurídica como el sustantivo "plexo", han terminado de dibujarlo como un gran argumentador, pero con trazas incuestionablemente emparentadas con el lenguaje sumarial.

No hay que llevar muy lejos el razonamiento para darse cuenta que la permanencia en su cargo se debe, entre otros aciertos, a un buen manejo de los tiempos y la psicología del "pesquisa", lo cual no es malo de suyo, a menos que se repare en el detalle de que tales recursos dialécticos han sido empleados, en este caso, para referirse a un crimen inexplicable y brutal como el que costó la vida a la infortunada Sabrina Berton.

"He sacado cadáveres del río que tenían mejor aspecto que tú", solía decir Kojak con frialdad profesional. Pero lo que es admisible en la ficción no lo es tanto en la realidad. Salta ha vivido un episodio trágico de una magnitud de la que aún no se ha tomado debida conciencia, y quienes deben aportar a la formación de esta conciencia viven el suceso enfundados en sus trajes de policías, que ni los blazers azules ni los títulos de abogados pueden ya disimular.

Parecía mucho más humano el señor Skaf en los idílicos tiempos en que bailaba el 'Pata Pata' en los 'asaltos' juveniles de Tartagal, cuando sólo pensaba en divertirse y no en ser policía.