
Ya me imagino yo a un vecino de La Merced en el cuarto oscuro, sujetando la boleta de Gómez Diez y pensando: "¡Oh no!, la señora Mamaní ha dicho que La Merced apoya a Yarade, así que mejor tomar el voto correcto".
Todo el mundo sabe que las cosas no funcionan así. Que hay más de 5.000 personas en La Merced, no sé cuántos jugadores de fútbol (entre pataduras y buenos) y varios centenares de productores de frutas y hortalizas, y que por uno o dos (o incluso por una asamblea) que dicen que nos apoyan, habrá otros muchos que apoyen a otros candidatos.
Si fuera posible determinar -que afortunadamente no lo es- a quién vota cada uno, seguramente nos daríamos cuenta que las proporciones de voto dentro de cada sector social o territorio son muy parecidas a los porcentajes globales. Es muy difícil, por no decir imposible, que si un candidato ha ganado la elección de punta a punta, la haya perdido dentro del gremio médico, del de los criadores de caballos peruanos, entre los hoteleros, los sacristanes o la feligresía evangelista.
En Salta siempre ha habido una tendencia a "verticalizar" las elecciones, es decir, a proyectar la imagen del candidato dentro de las corporaciones y las organizaciones sociales, pero el electorado, solito, se encarga siempre de "horizontalizarlas". No he conocido -ni siquiera dentro del movimiento obrero- gente que lance suspiros de alivio del tipo "¡Al fin un candidato mecánico dental!".
Dudo mucho que si un mecánico dental (con todo el respeto que se merecen) encabezara una lista a diputados nacionales, automáticamente ello significará que toda la profesión se encolumnará detrás de él. No funcionan así las cosas en Salta, a pesar de la extraordinaria inutilidad de los partidos políticos.
Poner mujeres en las listas (más allá de la imposición legal) atrae muy poco el voto de las mujeres. Los obreros tienden a votar a los grandes empresarios o a los militares (como a Perón, por ejemplo) y los empresarios a los asalariados. Los productores frutihortícolas a veces prefieren votar a los jugadores de fútbol y a veces, los residentes en La Merced, prefieren a un oriundo de Chicoana antes que a uno propio.
Si esto funciona de verdad así, entonces ¿para qué mentir? ¿Por qué tienen que salir señores y señoras a anunciar que los empresarios apoyan a Yarade o que los trabajadores apoyan a Wayar? Por qué no decir simplemente: "Mire, yo que planto lechugas, apoyo al señor Olmedo. Los demás, no sé. Que hagan lo que quieran".
El problema ya no es tanto lo que se dice antes de votar como lo que se hace después de que alguien resulta electo. Si uno gana y está convencido de que "todos" los mecánicos dentales lo han apoyado, es probable que el elegido tome las medidas equivocadas y que, en el peor de los casos, adopte posturas totalitarias. Los mandatos democráticos, especialmente los ampliamente mayoritarios, son siempre mandatos limitados que llevan implícita la obligación de respetar la existencia de las minorías disidentes.
Si un mécánico dental (y espero que el gremio no me declare persona non grata) resultase electo diputado nacional y se dedicase sólo a trabajar para los mecánicos dentales, estaría incumpliendo el mandato político del electorado que lo ha colocado allí para representar al conjunto de los ciudadanos y no sólo a aquellos que demuestren habilidades singulares con el yeso, la porcelana y las resinas.
Para qué hablar de las consignas de campaña como "el candidato de todos los salteños" o "para defender lo nuestro". Si bien, tengo que confesar que este último eslogan me impresiona vivamente por su sinceridad. Quien anuncie que irá al Congreso a "defender lo nuestro" no miente, porque, en caso de resultar electo, seguramente defenderá "lo suyo".
Como dice el cuento aquel, "dejen que el león decida".