
La descripción que hace el diario es tan gráfica como superficial, porque sólo describe el fenómeno de la decadencia política que nos rodea. Es necesario, para evitar confusiones, reiterar la salvedad asentada en un anterior artículo mío respecto de los políticos que trabajan patriótica y honestamente por el país; pero el fenómeno en cuestión es un dato objetivo de la realidad que trasciende individualidades, intenciones y conductas.
Reitero lo dicho en la ocasión pasada que la crisis de los partidos refleja la crisis de la clase dirigente (los pescados como las instituciones se descomponen primero por la cabeza, decía Perón) y de lo que se trata es crear una nueva dirigencia, de lo contrario será difícil que vuelvan a ser los pilares de la democracia representativa.
Al desaparecer y/o debilitarse el bipartidismo por los graves errores cometidos por sus gobiernos en lo que mucho contribuyó la inútil e inoportuna reforma constitucional del 94 con su intento de eternizar la alternancia, entre otras cosas- la política nacional ya no se estructura a través de la acción de los partidos tradicionales, sino por el predominio que se logra en cada provincia mediante alianzas variopintas- al ganar la gobernación.
Ahora se ingresa al gran juego nacional por la gobernación y no por el partido (en la Capital Federal por la Intendencia). Tomemos como prueba lo sucedido en el Chaco, con sus pintorescas combinaciones entre fragmentos de distinto signo ideológico y que también se reproduce en otros lugares de maneras diferentes. Con la presidencia ocurre algo similar porque -sacando la ventaja que otorga al mandatario en ejercicio el control de la Caja- el partido propio (incluido el peronismo) ya no alcanza y deben agregarse diversas alianzas y colectoras.
En síntesis, la situación es de tal fragmentación que la crisis de los partidos y de la dirigencia tradicional en vez de obstaculizar ayuda a forjar -precisamente por la hondura de la misma- una nueva construcción política, en tanto y en cuanto se parta de los reales (no ficticios) problemas nacionales y sus soluciones. Así se irá gestando la nueva dirigencia que derivará en nuevos alineamientos políticos.
Alineamientos que posibilitarán desbaratar las falsas opciones que intentará crear el oficialismo de la Casa Rosada mediante el armado de una fuerza política adscripta a los valores decadentes y post-nacionales de la socialdemocracia internacional, destinadas a cambiar la piel del peronismo extirpándole sus raíces telúricas, movimientistas y cristianas.
El ¿Qué hacer? debe empezar por:
1. Tener la convicción espiritual e intelectual- de que es factible que la Argentina alcance un gran destino en el concierto de las naciones. El derrotismo y la falta de fe en la acción y en el triunfo, es el componente subjetivo del conformismo que hace de la política una fuente de beneficios personales.
2. Asumir la necesidad de levantar la política -de la chatura y el oportunismo- mediante el debate de ideas sobre las necesidades reales del país y sus genuinas soluciones.
3. Rescatar para el trabajo político la metodología y fundamentos teóricos aportados por el Desarrollismo, que integran el patrimonio político-cultural del país y fueron sobradamente probados en el análisis de los problemas nacionales como en la propia acción de gobierno. Ayudan desde el Justicialismo las palabras de Eduardo Duhalde, quien recientemente afirmó que el desarrollo no es una cuestión casual y que todos los partidos deben seguir el desarrollismo.
4. Promover los más diversos escenarios y formas de organización para debatir y difundir las necesidades y soluciones argentinas; con todos los que quieran hacerlo integren o no partidos políticos, entidades sociales, culturales o económicas.
5. Construir como etapa siguiente un Programa que al surgir de la realidad podrá transformarla, enfrentando las falsas (o falta de) ideas que caracterizan la confusión reinante en el país.