'El kirchnerismo no tiene doctrina'

Con el perdón de los filósofos, un periodista podría decir de Tomás Abraham que no se ha dedicado a la filosofía pura, sino a una filosofía con objeto periodístico. Cuando se lo entrevista no se tiene la impresión de que se está ante un sabio imposible de entender, sino con alguien que reflexiona con fluidez sobre los problemas políticos y económicos de la Argentina de hoy. El filósofo Tomás Abraham, entrevistado en forma exclusiva por Iruya.comLa Universidad Nacional de Salta acaba de distinguirlo como profesor honorario. Lo presente y lo local –la política de la que ningún argentino puede evadirse, dice él- son sus centros de atención. Abraham no utiliza categorías filosóficas para escapar el bulto a las definiciones políticas. No se le ven, tampoco, demasiadas citas debajo de la nariz. En una entrevista con Iruya.com ha dicho que el kirchnerismo no tiene doctrina, sino sólo sentido de la oportunidad para perpetuarse. Que en Venezuela hay un régimen militar que camina hacia una dictadura. Y que, si para Página 12 Cuba es un modelo, Verbitsky se vaya a hacer sus investigaciones allí. El autor de “El presente Absoluto” acaba de apoyar a Hermes Binner en Rosario y, si bien no es posible encuadrarlo en una ideología, en su lenguaje suelen aparecen valores modernos como trabajo, educación, bienestar y libertad. “Aquello, dice, en lo que toda la gente está de acuerdo”.

P- Es difícil ahora entender la política en Argentina. En Salta tenemos los partidos partidos en dos, con alianzas extrañas. A nivel nacional ocurre algo parecido. Pareciera que las categorías que teníamos en otras elecciones no nos sirven ahora para pensar y decidir….

R- Bueno, categorías parece demasiado fino. Pero no creo que sea más difícil ni más fácil, puede ser más cansador. Llega un momento en que uno pierde el interés. Que se dividan los partidos es comprensible porque son intereses. Lo difícil es la situación argentina. Vivimos en una situación muy crítica, complicada, que no responde a las aspiraciones que tenemos la mayoría de la gente. Todos queremos otra cosa y eso es muy complicado.

P- Pero da la impresión que los argentinos somos más afinados para describir nuestra insatisfacción, que para decir qué queremos.

R- Qué queremos es muy fácil. Todos queremos lo mismo. Hoy en día en el mundo no hay un problema ideológico porque el que se enfrenten sistemas de vida: que uno elija el trotskismo antiburocrático con una sociedad en asamblea permanente frente a otro que quiera la democracia liberal a la sueca, u otro el comunismo. Los bienes de la civilización son muy fáciles de enumerar: trabajo, educación, libertad. Lo que queremos no es difícil de saber, lo difícil es conseguirlo.

P- “Queremos las cosas de la clase media con la menor mezquindad posible”, dijo Ud. en una entrevista publicada en Ñ.

R- Que no es fácil. Para eso existe el Estado, para distribuir un poco lo que uno quiere acaparar. Pero en términos de educación, trabajo, lo que uno quiere para sus hijos y para sí en términos de bienestar y de posibilidades de creación no hay diferencias entre Singapur, Francia o Argentina. Uno ve una persona en la calle y es fácil que diga qué es lo que necesita o qué es lo que no quiere perder: libertad, seguridad, bienestar. Estamos todos más o menos de acuerdo.

P- Fernando Savater dijo hace poco en un artículo en El País, que a veces la izquierda puede ser tanto progresista como reaccionaria, lo mismo que la derecha ¿Qué es para Ud. ser progresista en Argentina?

R-
Es más fácil verlo cuando hay un movimiento político. Por ejemplo en Santa Fe hay un político progresista (se refiere al socialista Hermes Binner): una persona que tiene valores clásicos de la Ilustración, la libertad, una cierta idea de justicia y equidad, del trabajo participativo de la gente, y al mismo tiempo un concepto muy claro de la gestión, de que se necesita una cierta eficiencia. La aceptación de un cierto funcionamiento de la competencia en la empresa privada, un cierto escepticismo respecto de dónde puede llegar el Estado.

Es decir que hay un acomodamiento de las posiciones clásicas de la izquierda con respecto a lo público, respecto a la crítica a la empresa privada y las corporaciones. Y al mismo tiempo hay un acomodamiento en el mundo de la derecha con respecto a sus clásicas nociones de orden y de status quo como para aceptar ciertos dinamismos. Hubo cambios en la llamada izquierda y cambios en la llamada derecha. Y hay una izquierda que no ha cambiado nada y una derecha que no ha cambiado nada. Entonces entre estos polos ha habido fisuras. De repente entre un Blair y un Sarkozy hay que hilar fino. En una contienda electoral europea pueden enfrentarse y muchas veces tienen lugares de enfrentamiento respecto a lo cultural, la inclusión de ciudadanos o la política de inmigración. Pero son enfrentamientos que se discuten, que no se hacen desde polos ideológicos intransigentes.

P- Cristina Fernández acaba de declararse hegeliana en el Congreso de Filosofía de San Juan… ¿Qué significado puede tener esto para la política local?

R- Fue una cuestión de etiqueta. Le escribieron ciertas líneas porque tenía que decir algo que tuviera que ver con la filosofía. Le dijeron que Hegel es un filósofo que se interesa por la historia. Y que un filósofo hegeliano está bien que le importe la sociedad y la historia en las que vive. Dijo hegeliana y después siguió de largo. No tiene importancia nada de lo que diga en un Congreso de Filosofía.

P- Pero Cristina Fernández se presenta como de izquierda. Al menos es el halo con el que ha realizado su viaje a España....

R- Los políticos en general no tienen doctrina, no tienen teoría, ni ideología. Tienen sentido de la oportunidad. No hay que buscarle un autor, una filosofía, una doctrina: cambian todos los días, se visten con lo que hay y para lo que les sirve. Del kirchnerismo no podemos decir que es de izquierda o de derecha porque no le cabe. Se acomodaron al 2003 como Menem se acomodó a 1990. Se acomodaron tomando de derecha o de izquierda, de centro, de atrás y adelante, de todas partes. De Vido y Bonafini, un poquito de aquí y otro de allá y construyeron un espacio para poder perdurar. Porque aquí el problema de los gobiernos, más allá de si toman de De Vido, Bonafini o Carlotto, Alberto Fernández o Cavallo, es perdurar. Lo que les importa es qué alianza van a hacer para perdurar: con Moyano, con De Genaro… Encontraron la manera de perdurar gracias a que en 2003 aumentaron todas las materias primas y al default que se había hecho antes. Pero no venían con una ideología desde antes que los haya hecho abrazar con Bonafini. Se han encontrado. No tienen doctrina.

P- ¿Dice lo mismo de toda la clase política argentina?

R- Hay excepciones. Hay gente con una cierta trayectoria en donde el sentido de la oportunidad depende también de los límites de ciertos principios.

P- Acabamos de tener una segunda visita de Chávez. Estoy monotemático, pero ¿usted lo considera de izquierda?

R- Chávez es un militar con algo nacionalista, creo. Lo que pasó en Venezuela hasta Chávez fue un desastre. La crisis de los partidos políticos y la descomposición del sistema republicano es un hecho, el vaciamiento del país. Hay que entender un poco la procedencia de Chávez.

Pero creo que Chávez mucho bien no le hace a América latina, porque es un callejón sin salida. Su discurso antiimperialista, por ejemplo: es lo mismo que Blair se hubiera pasado todo el tiempo hablando de lo que hizo EEUU para ganarle a Hitler la segunda guerra mundial y por eso todo el mundo le debe. Bueno, pero eso ya pasó. El mundo no es el mismo. Estar hablando todo el tiempo que los norteamericanos invadieron Centroamérica como para levantar el ánimo de las masas: hay que ver pasa ahora.

En Venezuela lo que hay ahora es un régimen militar y un enriquecimiento de una nueva clase social, una casta mezclada con los militares, que no sé dónde va a llegar. Va a distribuir un poco de salud, educación y productos primarios entre toda la enorme masa de pobres que hay, pero no sé si van a dejar de ser pobres. Porque ese es el gran desafío que se tiene hoy en día con la economía mundial, con la tecnología: hay que dejar de ser pobres, no pobres con leche gratis.

Yo creo que va hacia una gran pobreza con leche gratis. Es un país con una gran riqueza natural que va a subsistir y va a comprar armas. Pero no lo veo como una solución de progreso sino como un régimen que se está convirtiendo en una dictadura también.

P-Junto con Chávez viene también una exaltación de Cuba, compartida por tantos sectores de izquierda en Argentina. ¿Usted cree que Cuba es un modelo en Argentina?

R- ¿Modelo? ¿Para qué?

P- No sé. Pero abro Página 12, por ejemplo, y pareciera que este es el modelo que se persigue hoy en Argentina.

R- ¿Y porqué no se van a Cuba si está tan bien? Que hagan Página 12 en Cuba. Que vaya Verbitsky a hacer allí sus investigaciones. Yo creo que una cosa es entender los límites del régimen cubano y con qué se enfrentó. Y otro justificar un régimen dictatorial que crea un enorme conformismo en la gente. Porque allá el Estado papá te vuelve hijo. Y que no haya discusión, no haya debate, vuelve tonta a la inteligencia. Eso no significa no reconocer ciertos logros del régimen en deporte, salud y ciencias médicas. Pero eso no es un modelo. Surgió por necesidad histórica y por la enorme presión que tienen ahí en frente.

P- Más allá lo de Cuba, su exhaltación siempre va a unida a un desprecio más o menos explícito hacia la iniciativa individual, a ciertas libertades, a la propiedad privada. ¿Se puede salir de la pobreza sin esos valores?

R- Por algo existió el siglo XX. Los sistemas colectivos de propiedad del Estado fueron un desastre para la gente. Andá preguntale a un polaco o a un ruso. Fueron un desastre desde el punto de vista humano, no sólo económico. Pero no hay un sistema programado, igual a sí mismo y para siempre: decir por ejemplo ahora sólo queda el capitalismo de libre empresa. Esto es dinámico. El mercado mundial está cambiando, ha cambiado mucho en los últimos 30 o 40 años. Hay problemas de socialización, como hay procesos de expansión de un mercado donde antes había un Estado. La civilización no cerró la canilla. Aparentemente lo que mejor funciona es que haya una propiedad privada. Pero hoy en día las empresas que están en la cúspide de la economía mundial son sociedades anónimas que tienen miles y miles de socios, donde hay una gran distribución de porcentajes de acciones que son absolutamente internacionalizadas, aunque también hay mayorías. Sociedades que tienen fusiones en forma permanente y que tienen tensiones permanentes con los Estados. No es que el Estado desaparece, porque hay cosas que pertenecen al espacio público. Alguien cobra los impuestos, no son las empresas, sino el Estado. Allí hay otra tensión, hay cobranza de impuestos, plata en negro, contrabando, presión impositva, hay distribución. Entonces la relación entre lo privado y lo público no se puede eliminar por un mero asunto de inteligencia y creatividad. Que uno pueda hacer algo, inventándolo y que no lo maneje la burocracia. Porque la burocracia se convierten en una casta que arruinan al resto de la sociedad civil.

P- El jefe de campaña de Macri dijo que su candidato había acertado porque en la campaña transmitió un sentimiento y no se puso a expresar ideas. ¿Eso es bueno?

R- ¿Y Scioli que va a ganar la provincia de Buenos Aires sin hablar? Sin pensar, eso ya lo sabíamos, pero ¡sin hablar! Hay una construcción del candidato: deportista, sufrido físicamente, amable, no polémico, que no va al choque, que quiere dialogar con los vecinos, buena persona, que se casó con una modelo: es todo tan vacío que eso resalta. Pero lo más extraño no es que personajes así sean candidatos, sino que no tengan a nadie en frente. En la provincia de Buenos Aires, que tiene 15 millones de habitantes y es el centro político del país, no se le enfrenta nadie. Ahora aparece un señor que no es político, como Blumberg, pero no hay un discurso de confrontación, de alternativa. Entonces Scioli está solo sin hablar. Que de 15 millones de habitantes no surja un trabajo político, una discusión política fuerte, habla de una cierta crisis política.

P-
¿Es que no hay demasiado pensamiento político en Argentina?

R- El pensamiento político está enfocado en la solución de problemas bien concretos. La estrategia a mediano plazo no está muy pensada: una cierta idea de Estado, de nación, porque los gobiernos son sumamente débiles. Lo que pasó en 1989 y 2001 sigue pasando. La crisis no terminó. Quienes ocupan el aparato gubernamental del Estado son cuatro gatos locos que se pueden ir en cualquier momento. Toda esta cosa de Kirchner es sumamente frágil: lo que pasa es que hizo algo muy bien hace dos o tres años favorecido por las circunstancias, pero no es fuerte. Depende de cuatro pactos que hizo, con Moyano, con la Unión Industrial, con algún movimiento piquetero y no lo sostiene nada. Si Cristina Kirchner quiere cambiar algo, no sé que va a pasar. Está todo atado con un hilo.

P- ¿Hay suficiente valoración de la democracia en la Argentina, de la democracia como sistema?

R- No tenemos una tradición de cuidado con las instituciones republicanos como Chile después de Pinochet y Uruguay. Al peronismo que es la base de nuestra matriz política, -tuvimos 70 años de peronismo- le ha importado poco la democracia política, republicana. Lo que pasó en 2001 o cómo funciona el Congreso ahora muestra que, si bien se habla todo el tiempo de las instituciones, no nos hemos comprometido pensando que eso es importante. Pensamos que lo importante viene por otro lado.

P- Si hay que pensar la política local, elegiría en especial a algún pensador ....

R- Hoy en día no tenemos una fuente de la cual todo emana. Hay que construir el pensamiento. Se construye con todo lo que uno elije. Y depende qué es lo que se busca. La historia argentina es importante para pensar nuestro presente. En ese sentido el mejor es Halperín Donghi. Pero lo que pasa es que el pensamiento que circula, no está enfocado para remediar los problemas de un país. Entonces hay que formar un pensamiento.

P-
Un filósofo con mucho micrófono como José Feinmann repite muy a menudo que Sarmiento fue un asesino, aunque escritor genial. ¿Habrá que tirarlo por la borda?

R- Sarmiento es un hombre que nos queda demasiado grande. Argentina es chica con respecto a Sarmiento. Es uno de los hombres que más me interesa de la historia argentina . No sólo a mi. Un hombre así, una personalidad así, un escritor de ese talento, un presidente, un hombre con una visión política como la que el tenía es casi irrepetible. Enorme periodista, gran escritor, un gran pensador político, lleno de contradicciones y paradojas como todo hombre interesante. Así que tirar por la borda, no. Además nadie tira por la borda nada. No hay un pensamiento así. Los desafíos de la actualidad son muy complejos como para resolverlos en una descalificación, un esquema, una ideología, una demonización, o con echarle la culpa a una década, a un presidente o a un poder internacional. La actualidad es más complicada, pero eso es lo que la hace interesante y rica.