
El caso es que el dueño de los servicios acaba de incrementar la tarifa de los viajes, a sabiendas de que el señor Guillermo Moreno (comandante de la policía de precios), por esas cosas de la mala política, no se atreverá a intervenir.
Este nuevo aumento contrasta con la notoria caída en la calidad de la atención que brindan a los pasajeros. Y no me refiero aquí a la generalizada amabilidad de los choferes (ni a esa voz de [[Seclantás]] que desde la radio da la bienvenida al viajero), sino al hecho de que el número de unidades (35) que el concesionario destina al servicio es insuficiente para atender a la cantidad de vuelos que arriban a [[Salta]].
Como si esto fuera poco, el titular del doble monopolio decidió aumentar también la tarifa que deben pagar los explotados remiseros por el uso de la playa de estacionamiento del aeropuerto. Ahora pagan ocho (8) pesos cada vez que salen con un pasajero a bordo.