Atado a la palabra

A finales de junio de 2005, cuando su postulación para ocupar la Casa Blanca era contemplada por muchos como una ambición lejana y casi imposible, el entonces senador por Illinois Barack Obama fue el orador principal en la sesión general inaugural de la Conferencia Anual de la ALA, que se celebró en Chicago para aquellas fechas. Unos meses más tarde, en agosto de 2005, American Libraries publicó una adaptación de aquel discurso, que atrajo público record y que fue recompensado con una ovación de pie al orador. Cuatro años después, y por el valor que representa esta pieza oratoria no sólo para el mundo de los libros y de las bibliotecas, sino por su exaltación de la libertad y del conocimiento, Iruya.com lo publica íntegramente, gracias a la traducción libre efectuada por Ignacio Caro Solís. Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de AméricaGuardianes de la verdad y del conocimiento, los bibliotecarios deben ser agradecidos por su rol como campeones de la privacidad, la alfabetización, el pensamiento independiente, y más que nada, la lectura.

Si uno abre la Sagrada Escritura, el Evangelio según Juan comienza diciendo: “En el principio existía la Palabra”. Aunque esto tiene un significado muy particular en la Biblia, de lo que habla más ampliamente es de la importancia crítica del lenguaje, de la escritura, la lectura, la comunicación, de libros como medios de transmitir cultura y unirnos a todos como personas.

Más que un edificio de libros y datos, la biblioteca representa una ventana a un mundo más grande, el lugar donde siempre pudimos descubrir grandes ideas y conceptos profundos que ayudan a que la historia americana avance y la historia de la humanidad avance. Esa es la razón por la cual, desde la antigüedad, cuando quienes buscaron poder quisieron controlar el espíritu humano, buscaron bibliotecas y libros. Así sea el saqueo de la gran biblioteca de Alejandría, el control de la información durante la Edad Media, la quema de libros, o el encarcelamiento de escritores en países del ex bloque comunista, la idea ha sido que si podemos controlar la palabra, y si podemos controlar lo que la gente oye, lee y comprende, entonces podemos controlarlos y encarcelarlos, o al menos, encarcelar sus mentes.

Eso vale ponderar en una época en donde la verdad y la ciencia están constantemente siendo desafiadas por ideologías y agendas políticas; una época en la cual el lenguaje es usado no para iluminar, sino para ofuscar; una época en la que hay quienes prohíben la enseñanza de la teoría de la evolución en nuestras escuelas; donde la falsa ciencia es usada para contraatacar intentos destinados a frenar el calentamiento global o financiar la investigación que pueda salvar vidas.

En una época en la que la prohibición de libros está de vuelta en boga, las bibliotecas nos recuerdan que la verdad no se trata de quién grita más fuerte, sino de quién tiene la información correcta.

Somos un pueblo religioso los americanos, como yo. Pero una de las innovaciones, de nuestras genialidades, es reconocer que nuestra fe no contradice el hecho de que nuestra libertad depende de nuestra capacidad de acceder a la verdad.

De eso se tratan las bibliotecas. En el momento en el que persuadimos a un niño, cualquier niño, a cruzar ese mágico umbral hacia una biblioteca, cambiamos sus vidas para mejor y para siempre. Es una enorme fuerza de bien.

Recuerdo en distintas coyunturas de mi vida sentirme perdido, a la deriva, y que de alguna forma, entrar a una biblioteca y buscar esos libros, buscar el conocimiento humano recopilado de esa forma, accesible, listo para mí, siempre levantaría mi espíritu. Así que estoy agradecido de ser capaz que reconocer la importancia de los bibliotecarios y su trabajo. Quiero trabajar con ustedes para asegurarles que las bibliotecas seguirán siendo santuarios del aprendizaje, donde somos libres de leer y considerar lo que queramos sin temer a que el Gran Hermano esté espiando sobre nuestros hombros para averiguar en qué andamos.

Algunos de ustedes habrán escuchado que di un discurso en la Convención Demócrata el verano pasado. Fue noticia aquí y allá. Por alguna razón, una de las frases que más se recuerda tiene que ver con los bibliotecarios, cuando dije, “No queremos agentes federales metiéndose en nuestras bibliotecas en estados rojos  o azules , o cualquier Estado”.

Lo que muchos no recordarán es que por años, los bibliotecarios han estado en la vanguardia de esta lucha por nuestra privacidad y libertad. Siempre ha habido tiempos oscuros en nuestra historia, donde nuestro país se ha apartado de sus mejores ideas. La pregunta siempre ha sido: ¿Quién estará allí para resistir esos ataques? Uno de los grupos que consistentemente ha defendido son los bibliotecarios. Cuando ciertas agrupaciones políticas ha tratado de censurar grandes obras literarias, ustedes fueron quienes repusieron a Huckleberry Finn y a El guardián entre el centeno en los estantes, asegurándose de que nuestro acceso al libre pensamiento y a la libre información estuviera protegido. Desde que nos tuvimos que preocupar por nuestro propio gobierno espiando sobre nuestros hombros en esa biblioteca, ustedes han estado allí para pararse y defender nuestra privacidad. Son defensores a tiempo completo de la libertad más fundamental que poseemos. Por ello, merecen nuestra gratitud.

Pero también merecen nuestra protección. Es por eso que he estado trabajando con Republicanos y Demócratas para asegurarnos de que tengamos un Acta Patriótica  que nos ayude a identificar a los terroristas sin pisotear nuestras libertades civiles. Este es un problema: Washington siempre trata de convertir en una proposición o lo uno o lo otro. O bien protegemos a nuestro pueblo del terrorismo, o protegemos nuestros más preciados principios. Pero yo no creo en el o lo uno o lo otro. Creo en los dos fines. Creo que podemos lograr ambos. Creo que cuando postulamos la elección como o lo uno o lo otro, es exigirnos poco y subestimar a los Estados Unidos. Creo que podemos usar nuevas tecnologías y una nueva rudeza para encontrar a los terroristas antes de que ataquen, protegiendo al mismo tiempo las mismas libertades por las que estamos luchando en primer término.

Sé que algunos bibliotecarios han sido víctimas de órdenes policiales o del FBI de pedidos de registros de lectura. Espero que podamos aprobar un acuerdo como el que la Cámara de Representantes aprobó abrumadoramente, que obligaría a que los agentes federales consigan este tipo de orden de allanamiento de un juez en una corte como cualquier otro.

En el Senado, el proyecto bipartidario en el que estamos trabajando, conocido como el Safe Act, prevendrá que el gobierno federal pueda revisar libremente nuestros e-mails y registros de biblioteca sin tener primero tal orden. Dar a las fuerzas policiales las herramientas que necesitan para investigar actividades sospechosas es una cosa, pero hacerlo con el aval del Poder Judicial hace peligrar seriamente los derechos de todos los norteamericanos y los ideales que defendemos. No lo vamos a tolerar. Necesitamos retroceder en ese acuerdo.

Además de la parte acerca de los agentes federales entrometiéndose en nuestras bibliotecas, hubo otra parte en mi discurso que recibió mucha atención, y es esa la que querría ampliar esta tarde. En un momento del discurso, mencioné que la gente que conocí a través de Illinois sabe que el Gobierno no puede resolver todos sus problemas. E hice referencia a que si vas al interior de la ciudad de Chicago, los padres te dirán que los padres tienen que ser padres. Sus niños no pueden lograr cosas a menos que ellos eleven las expectativas y apaguen los televisores y erradiquen la calumnia que dice que una juventud negra con libros actúa como blanca.

Algunos percibieron que estaba destinado sólo a la comunidad negra. Pero aclaro que hablaba de un principio básico, un desafío, una preocupación que se aplica a todo Estados Unidos. Porque creo que si queremos darles a nuestros niños las mejores posibilidades en la vida, si queremos abrirles las puertas de la oportunidad mientras son jóvenes y enseñarles las habilidades que necesitarán para tener éxito más tarde, entonces una de nuestras responsabilidades más grandes como ciudadanos, como educadores y como padres, es asegurarnos de que cada niño estadounidense pueda leer y leer bien. Eso es porque la alfabetización es la más básica moneda de la economía del conocimiento en la que vivimos hoy.

La necesidad de leer


Hace tan sólo un par de generaciones era posible ingresar a la fuerza laboral con una actitud positiva, una espalda fuerte, la voluntad de trabajar; y no importaba si habías abandonado la escuela secundaria: podías entrar en esa fábrica o granja y aún esperar encontrar un empleo que te permitiera pagar las cuentas y criar una familia.

Esa economía se fue. Y no volverá. Mientras las revoluciones en la tecnología y la comunicación comenzaron a romper las barreras entre países y conectar gente alrededor del mundo, nuevos empleos e industrias que requieren más habilidad y conocimiento han llegado para dominar la economía.

Ya sea diseño de software o ingeniería en computación o análisis financiero, las empresas pueden localizar estos empleos en cualquier lugar del mundo, en cualquier lugar donde haya una conexión a Internet. Mientras países como China e India siguen modernizando sus economías y educando a sus niños más y mejor, la competencia que los trabajadores norteamericanos tendrán que enfrentar será más intensa y las habilidades necesarias más exigentes. Estos nuevos trabajos no se tratan sólo de trabajar más duro, sino de cuánto sabes y cuán rápido puedes aprender lo que no sabes. Requieren pensamiento innovador, comprensión detallada y comunicación superior.

Pero antes de que nuestros hijos puedan entrar a una entrevista para uno de estos trabajos, antes de que puedan llenar una solicitud o conseguir el título universitario requerido, tendrán que ser capaces de tomar un libro, leerlo y comprenderlo. La lectura es la habilidad de entrada que hace posible todo el resto del aprendizaje, desde problemas de palabras complejas y el significado de nuestra historia, hasta los descubrimientos científicos y las competencias tecnológicas. Y por cierto, es lo que se necesita para hacerlos verdaderos ciudadanos.

En una economía del conocimiento en la que este tipo de conocimiento es necesario para la supervivencia, ¿cómo podemos mandar a nuestros niños al mundo si solamente leen a un nivel de cuarto grado? No lo sé. Pero lo hacemos. Día tras día, año tras año. Hoy, uno de cada cinco adultos en los EEUU no pueden leer una simple historia a su hijo. Durante los últimos 20 años aproximadamente, más de 10 millones de norteamericanos alcanzaron el último año de escuela secundaria sin haber aprendido a leer a un nivel básico. Estos problemas de alfabetización comienzan mucho antes de la secundaria. En 2000, sólo el 32% de todos los alumnos de cuarto grado aprobaron un examen de competencias de lectura.

Esto empeora cuando se pone en consideración la raza y el ingreso. Niños de familias de ingresos bajos obtienen 27 puntos menos que el nivel de lectura promedio, mientras que estudiantes blancos de familias de ingresos altos obtienen 15 puntos por encima. Por otra parte, solamente uno de 12 jóvenes blancos de 17 años tienen la habilidad de tomar un diario y entender la sección de ciencia; para hispanos, el número trepa a uno en 50; para africanos americanos, uno en 100.

En esta nueva economía, enseñarles a nuestros niños sólo lo suficiente para que puedan leer Dick and Jane no va a bastar. Para los próximos 10 años, se proyecta que el nivel de alfabetización requerido para todos los empleos en EEUU aumentará un 14%.

Ya no es suficiente sólo reconocer las palabras. El tipo de alfabetización necesario para el siglo XXI requiere compresión detallada y comprensión compleja. Y aún así, cada año vemos pasar niños por la escuela o los vemos abandonar. Estos son niños que leerán cuidadosamente la sección ‘se necesita ayuda’ y tacharán empleo tras empleo que requiera habilidades que no tienen. Otros tendrán que darle esa sección de los clasificados a otra persona y encontrar el coraje para pedirles que se la lea.

Tenemos que cambiar nuestra mentalidad como nación. Estamos viviendo en la economía del conocimiento del siglo XXI; pero nuestras escuelas, nuestros hogares y nuestra cultura todavía están basados en expectativas del siglo XX, y en algunos casos del siglo XIX.

Este gobierno tiene que jugar un rol crítico en el emprendimiento de mejorar las habilidades de nuestros hijos. Este no es el lugar para que presente una larga agenda de reforma educativa, pero puedo decir que no tiene sentido tener un sistema educativo diseñado para la EEUU de la transición de la agricultura a la industria, donde tenemos escuelas en Chicago que dejan salir a sus estudiantes a la 1:30 porque no hay dinero suficiente para mantenerlos más tiempo, donde los maestros siguen siendo mal pagados, donde no estamos reestructurando estas escuelas y financiándolas suficientemente para asegurarnos de que nuestros niños van a ser capaces de competir en esta economía global.

Hay mucho trabajo que hacer de parte de nuestro Gobierno para asegurarnos de tener un sistema educativo de primera clase, pero el Gobierno solo no va a resolver el problema. Si vamos a comenzar a fijar estándares altos y ejemplos inspiradores para que nuestros niños sigan, entonces todos nosotros tenemos que estar comprometidos.
 
Hay mucho que necesita hacerse para mejorar nuestras escuelas y para reformar la educación, pero este no es un asunto en el que podamos buscar a expertos de Washington para que lo resuelvan. Tendremos que comenzar por casa. Tendremos que comenzar por los padres. Y tendremos que comenzar en las bibliotecas. Sabemos que los niños que comienzan jardín de infantes con conciencia del lenguaje y de sonidos básicos de letras se convierten en mejores lectores y enfrentan menos desafíos en los años siguientes. Sabemos que mientras los niños estén expuestos a más material de lectura en casa, obtienen mejores calificaciones en exámenes de lectura a lo largo de sus vidas. Así que tendremos que invertir en programas familiares de alfabetización y educación temprana para que los niños no se atrasen y no estén atrasados ya en su primer día de escuela.

Tenemos que depositar libros en las manos de nuestros niños temprano y frecuentemente. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo muchas veces. Los padres hoy todavía tienen el trabajo más difícil del mundo. Y nadie agradece a los padres por hacerlo. Ni siquiera sus hijos. Quizá especialmente sus hijos, como me estoy enterando.

La mayoría de ustedes está trabajando más y más duro que nunca, conjugando trabajo con responsabilidades familiares, tratando de estar en todos lados a la vez. Cuando estás en casa, quizá intentes hacer que tus hijos lean, pero estás compitiendo con otros productos de la revolución tecnológica, la televisión, los DVDs y los videojuegos, cosas que tienen que tener en cada dormitorio de la casa. Los jóvenes de 8 a 18 años pasan 3 horas al día viendo televisión y 43 minutos leyendo.

Nuestros niños no sólo ven estas tentaciones en casa; las ven en todos lados, ya sea en la casa de un amigo, en personas que ven en la televisión, o en una cultura general que glorifica tanto el anti-intelectualismo que tenemos un presidente que alardea haberse sacado “C”s. Este mensaje derrama hacia nuestros hijos. Es muy fácil para ellos cerrar un libro y poner la atención en otra cosa. Y es muy fácil para el resto de nosotros poner excusas. Por ejemplo, hacer de cuenta que si ponemos a un bebé delante de un DVD “educativo” estamos cumpliendo con nuestro trabajo. O si dejamos que un joven de 12 años deje de leer, siempre y cuando esté jugando un videojuego “sano”, y entonces estamos bien; siempre y cuando vea PBS  a la noche en vez de tener una buena conversación acerca de un libro con sus padres; entonces de alguna forma estamos cumpliendo con nuestro trabajo.

Sabemos que no es lo que nuestros hijos necesitan. Sabemos que no es lo mejor para ellos. Y por eso, como padres, debemos encontrar el tiempo y la energía para involucrarnos y ayudar a nuestros niños a amar la lectura. Podemos leerles a ellos, hablarles sobre lo que están leyendo, y hacer tiempo para esto apagando nosotros mismos la televisión.

Las bibliotecas son una herramienta crítica para ayudar a los padres a lograrlo. Conociendo las restricciones que los padres enfrentan por una agenda ocupada y una cultura televisiva, tenemos que pensar fuera de los esquemas, soñar en grande, como siempre lo hicimos en nuestro país acerca de cómo vamos a poner libros en las manos de nuestros niños.

En este momento, los niños vuelven de su primer turno con el doctor con una botella extra de leche materna. También deberían volver con su primer carné de biblioteca o con su primera copia de Buenas noches Luna.

He memorizado Buenas noches Luna, de hecho: “En un gran cuarto verde había un teléfono...”.  Amo ese libro.

Debería ser tan fácil conseguir ese libro como lo es alquilar un DVD o comprar comida en McDonalds. ¿Qué pasaría si en vez de un juguete hubiera un libro en cada Cajita Feliz?

Las bibliotecas tienen un rol especial que jugar en nuestra economía del conocimiento. Vuestras instituciones han sido y deberían ser lugares donde padres e hijos vayan a leer juntos y a aprender juntos. Deberíamos llevar a nuestros niños allí más a menudo.

Deberíamos asegurarnos que nuestros políticos no cierren bibliotecas porque tienen que gastar un poco más de dólares en rebajas de impuestos para quienes no lo necesitan y ni siquiera lo pidieron.

Abriendo puertas


Cada uno de ustedes tiene un rol que jugar. Pueden seguir consiguiendo que más niños entren por sus puertas construyendo sobre las ideas que muchos de ustedes ya persiguen: clubes de libros y concursos, ayuda con las tareas, y publicitar sus servicios por la comunidad.

En los próximos años, este es nuestro desafío, y esta debe ser nuestra responsabilidad. Como bibliotecario o como padre, cada uno de ustedes probablemente recuerda la mirada de un niño al terminar su primer libro.

Durante la campaña el año pasado [por 2004], un reportero del Chicago Sun-Times me pregunto si me podía entrevistar sobre la naturaleza de mi fe religiosa. Fue una proposición interesante. Me senté con la reportera, que me hizo preguntas muy específicas acerca de la naturaleza de mi fe y cómo había evolucionado. Luego me hizo una pregunta sorprendente. Me dijo, “¿Crees en el Cielo?, ¿Cuál es tu concepción de él?”

Le dije que no supongo saber que hay más allá, pero sé que cuando me siento con mis hijas de 6 y 3 años a la noche y les leo un libro, y luego las hago dormir, ese es un pedacito de cielo del que me aferro.

Eso fue hace un año aproximadamente, y lo que es interesante es ver a mi hija de 6 años leer sola. Mi hija de 4 todavía se sienta sobre mi falda, pero mi otra hija se apoya en la mesa sola, tiene un libro enfrente de ella, con la cabeza mirando para abajo, y le digo “¿Quieres que te lea?” “No, papá, estoy bien” me dice, y en ese momento se me rompe un poquito el corazón.

Aún así cuando la veo, siento tal alegría porque sé que en cada libro que toma, su potencial se eleva. Esto no es así sólo para mí. Esto es verdad para todos los que somos padres. No hay nada que queramos más que nutrir en nuestros niños ese sentido de lo maravilloso. Que construir todas esas posibilidades y oportunidades reales para nuestros niños, la capacidad de responder la pregunta: “¿Qué quiero ser cuando sea grande?”, con la respuesta “Lo que quiera. Lo que pueda soñar”.

Es una esperanza tan antigua como la historia americana misma. Desde el momento mismo en el que los primeros inmigrantes llegaron a estas costas, generaciones de padres trabajaron duro y sacrificaron lo que fuera necesario para que sus hijos pudieran tener no sólo las posibilidades que ellos habían tenido, sino también las que ellos no habían tenido. Porque aunque nunca podamos asegurarnos de que nuestros niños vayan a ser ricos o exitosos, aunque nunca podamos estar seguros de que vivirán mejor que sus padres, América se trata de hacer posible el darle una oportunidad, darle a cada niño la capacidad de intentarlo. La educación es el cimiento de esa oportunidad.

La más básica piedra angular que mantiene unidos los cimientos es la Palabra. “En el principio existía la Palabra”.

En los albores del siglo XXI, en donde el conocimiento es literalmente poder, donde abre las puertas de las oportunidades y del éxito, todos tenemos responsabilidad como padres, como bibliotecarios, como educadores, como políticos y como ciudadanos, de inculcar amor a la lectura en nuestros niños tal que les podamos dar una oportunidad de cumplir sus sueños. Eso es lo que todos ustedes hacen todos y cada día, y por eso, estoy agradecido.

Respuestas a preguntas del público


Desde su explosión en la escena política norteamericana con su provocador discurso en la Convención Nacional Demócrata en 2004, Barack Obama ha disfrutado extraordinaria popularidad como idealista y unificador. American Libraries charló con el senador por Illinois el 25 de junio de 2005, justo antes de su discurso como orador principal en la que probablemente fue la sesión inaugural más asistida en la historia de la Conferencia Anual de la ALA.

¿Puedes compartir tus recuerdos acerca de lo que significaron las bibliotecas para ti cuando eras joven? Viví varios años en el exterior, en Jakarta, Indonesia; cuando era joven, el tener acceso a libros (en inglés sobre todo) era un don enorme. Así que cuando volví de Indonesia, el primer lugar al que quería ir era a una biblioteca. Siempre parecía ser un lugar mágico en donde, si querías sentarte, podías aprender sobre cualquier cosa en el mundo.

¿Puedes contarnos más acerca del efecto que tuvieron las bibliotecas en ti?
He aquí otro hecho interesante: La gente siempre se refiere a las bibliotecas sólo en términos de ser fuentes de material de lectura o investigación. Pero probablemente no estaría en Chicago si no fuese por la biblioteca pública de Manhattan, porque estaba buscando un trabajo en organizaciones y estaba teniendo problemas para encontrar un trabajo como organizador comunitario en New York. La biblioteca central de Manhattan tenía libros con listas de organizaciones, y la bibliotecaria me ayudó a encontrarlas, y las anoté. Una de ellas resultó ser la organización en Chicago en la que conseguí un trabajo.

Dinos algo que no dirás en tu discurso
. ¿Sabes?, tengo un lugar especial en mi corazón para los bibliotecarios. Aunque probablemente lo mencione en mi discurso, se me ha conocido por portarme mal en bibliotecas.

¿Cuál es tu mensaje principal para los bibliotecarios
? Que nuestra prosperidad como nación está directamente correlacionada con nuestra alfabetización.