Juan Manuel y Joaquín

Hace algunos años que los gestores culturales comenzaron a utilizar el término “experiencialización” a la hora de hablar del espectador/ participante/ público y la experiencia del mismo cada vez que asiste a un evento cultural – llámese teatro, danza, ópera, baile, exposición de arte o, como en este caso, un recital-. Joaquín Sabina y Joan Manuel SerratEste término completa el amplio círculo del proceso artista - obra - público. Es más, se encuentra inmerso en este proceso que utiliza a la obra, entre otras cosas, como medio de expresión de un mensaje. La experiencia del artista realizando su obra y la del público, en el momento en que hace la lectura de la misma.

Es tan importante la experiencialización que los gestores comenzaron a dirigir sus esfuerzos para que la obra sea de tanta calidad como el contexto en el cual se presenta. De nada sirve tener a un artista de calidad internacional – cada uno imagine a su preferido- en un contexto desaliñado, desorganizado e improlijo; la experiencia de vivir ese momento se diluye en la incomodidad que genera el mismo. Es más, incluso se comenzó a darle mayor importancia a la compañía de cada persona a la hora de asistir a un evento. No es lo mismo ir con la suegra charlatana que con nuestra pareja o amigos.

Escenario: Estadio Chateau Carreras, Córdoba Capital, miércoles 5 de diciembre de 2007. Dos grandes de la música española se presentan en un recital que promete varios clásicos en vivo, buena calidad musical, poemas cantados de mano de dos de los más aclamados trovadores de habla hispana. Nada más, nada menos. 20 mil personas en esa fiesta que empezó puntual, como hacen los grandes que prometen impecables eventos. La naturaleza parece que también quería dar su espectáculo: ni una nube que amenazara con lluvia, miles de estrellas e incluso una que otra que decidió movilizarse, fugazmente, en el firmamento.

Las voces ya no son las mismas, pasaron varios años desde los primeros discos de estos artistas, allá por los ´60 - ´70. Las cuerdas vocales están un poco desgastadas luego de tanta agua bajo el puente, pero por suerte una buena banda (mezcla de lo mejor de ambos) que hace las veces de estructura para salvarlos en aquellos instantes en que se lo necesita, generalmente en las notas más agudas.

La selección tan abarcativa como provocativa por los cambios, también colaboró con esta presentación. Estuvieron allí todos esos temas que son motivo de nostalgia: Hoy puede ser un gran día, Y sin embargo, Contigo, 19 días y 500 noches, Penélope, Cantares, A la orilla de la chimenea y tantos más. La poesía inolvidable de Serrat y los sentimientos a flor de piel de enamorado de Sabina, hacen el resto.

Y como si no fuese poco todo esto, los cantautores hacen del humor la herramienta más fuerte de este recital. Si bien Joaquín es bastante charlatán en sus recitales, nunca se lo vio tan payaso como en esta oportunidad. Eso, confrontado con la solemnidad de Juan Manuel, se potenció en diálogos, monólogos y conversaciones con el público.

Muchas veces sin la necesidad de la palabra y solamente con la mímica de los artistas proyectada en dos pantallas gigantes, lograban generar la risa libre. “Yo desde chiquito siempre quise ser… Serrat” – dice Joaquín. Y sigue: “Por la postura, por la presencia, por la elegancia… que tenía en ese entonces”. Mientras que Juan Manuel nos pide que, si luego del recital tenemos la suerte de encontrarnos con alguien y dentro de nueve meses aparece una personita nueva en nuestras vidas, que por favor le pongamos Joaquín o Joaquina, porque sería muy importante para él, así lo recordamos siempre.

Los dos dejaron transparentar, las tres horas de este espectáculo, su amor por la Docta. Juan Manuel sacando a relucir el título de Doctor Honorífico que le brindó la Universidad Nacional de Córdoba durante su última visita en 2005. Joaquín, pintando esas increíbles postales que realiza con la palabra: nombrando a la cañada, los bares, las calles, como sólo él sabe hacerlo.

La hora y media de ida al Chateau valió la pena, no sólo por la compañía y la conversación de quienes compartimos el trayecto por la autopista, sino también porque es ahí donde el círculo de esta obra, de estos Dos Pájaros al Tiro, se completa de manera perfecta.