Conversación con Santiago Sylvester por Consuelo Treviño y M. Ángeles Vázquez (Madrid España, noviembre de 2005: www.omni-bus.com)

Portada del nuevo libro de Santiago Sylvester
El antólogo ha logrado reunir en un solo tomo lo más elaborado en verso entre los jóvenes escritores y ha descubierto en ellos lo que la época ha hecho evidente e insoslayable: un lenguaje común y un estilo a tono con la nueva era global y digital. Rasgo común entre los escritores de cualquier latitud y especie. Lamenta para si, la pérdida de la forma copla, en algún momento incorporada por la generación del sesenta y del cuarenta a la práctica de la escritura como un ejercicio estrictamente de orden poético que admitía su pertenencia al campo del folclore y el canto popular para ejercerla como una forma que podía ser reelaborada artísticamente sin necesidad de someterla nuevamente al orden rural y a la economía léxica que este exigía. El reciente libro de Miguel Ángel Pérez, Cantos a la copla, puede entenderse dentro de esta reelaboración de ese antiguo instrumento expresivo que fueron las cuartetas: su pasado anónimo y agreste ha sido asimilado, y desde comienzos del siglo XX se ha transformado en un canto de autor dónde sobreviven algunas temáticas rurales junto a giros lingüísticos y expresiones urbanas. El libro de Miguel Ángel Pérez puede ser entendido como el contrapunto ideal de este otro que reúne a la nueva generación. Ideal porque son dos producciones novedosas escritas en verso y dónde se hacen evidente las influencias y diferencias en uno y otro caso.
Cierto es que el hecho global ha homogeneizado las expresiones y las referencias pero ello no ha impedido que en más de un autor haya una apelación al paisaje y a elementos culturales propios de la región andina, (sin dar nombres podemos decir que a veces se muestra como un elemento forzado), y tímidamente, (la edad influye mucho más de lo que ha primera vista uno observa), los ascendientes de una producción que tiene que hacer camino en un campo literario cada vez más acosado por el mercado y la desintegración cultural. Por lo mismo, esta joven generación no son los parricidas esperados, dolorosamente, solo son los huérfanos de unos padres que abrazaron lo imposible, (en su versión cosmopolita, por no decir porteña, Arturo Carrera, les llama Monstruos, y se debate entre lo joven y lo nuevo). Nunca antes una generación de creadores se ha tenido que enfrentar a un mercado editorial que exige uniformidad y superficialidad como componentes indispensables para hacer factible su circulación (deliberadamente marginal, dice Silvestre en el reportaje de 2005). Nunca antes una generación ha tenido que nacer casi desabrigada frente a un campo cultural desvastado por sucesivas dictaduras y dictadores del buen gusto, del sentido común, la memoria y el gobierno civil de los pueblos. Difícil es encontrar novedades en medio del descalabro cultural que constituye el neoliberalismo. Por eso es dable pensar que el libro esta compuesto por una sola voz, no solo por el criterio del antólogo cuya tarea de lectura y recopilación no fue menor, sino como una respuesta única y de una sola búsqueda en el laberinto de la época.
Pablo Dumit, nos enseña en su breve colección cuál es la diferencia entre un poema y una canción; Sebastián Nofal, sorprende y trae toda la sangre al río; Eduardo Atilio Romano, no oculta que su influencia es Jesús Ramón Vera antes que la poesía de Manuel J. Castilla; la poesía aquí reunida de Robino y Carlos Aldazábal, expresa una vertiente intelectual que se nutre lejos de Salta y sus vates; Idilko Nassr deja traslucir la impronta que en ella dejó la poesía de Álvaro Cormenzana, (quizás el poeta inédito que más ha influenciado en esta joven generación de poetas de todo el norte argentino, y una vez más ignorado a la hora de sopesar discursos y antecesores), y de Ernesto Aguirre; Leguizamón es una voz que hay que seguir escuchando; Martínez y Díaz Pas son acaso los más jóvenes y precisarían estar en una nueva antología que los reúna a la espera de la maduración de sus versos y estar atentos al encuentro de una voz propia: están allí por merito propio y por la generosidad del antólogo que esta vez no se detuvo a considerar si han editado libros o no.
Si el anterior trabajo de Sylvester para su cabal comprensión exigía leer antes su Oficio de lector, quizás las claves para esta nueva colección puedan rastrearse en su trabajo para la obra en conjunto Tres décadas de poesía argentina. 1976-2006, (Editorial libros del Rojas), dónde el autor define con mayor claridad su posición frente a la poesía argentina de las ultimas generaciones, que se define en la tensión entre poesía narrativa y de pensamiento.
Esta antología es el aporte más importante que se ha realizado para una mayor comprensión del campo literario argentino, fue realizado para tener conocimiento de lo que aquí se escribía en verso por aquellos años aciagos de comienzos del nuevo siglo y dar testimonio de lo que es una voz comprometida con la poesía y lo que son escritos en el aire de los jóvenes rabiosamente huérfanos.