El barbijo, ‘pilcha dominguera’ por excelencia

  • Aunque el pico de la pandemia ha hecho obligatorio su uso permanente, el barbijo acredita en la República Argentina una larga tradición folklórica que se refiere a esta prenda como de uso rigurosamente dominical.
  • Pandemia y folklore

El famoso rasguido doble (ritmo característico del noreste argentino) El dominguero, firmado por Oscar Vallés, se refiere a esta prenda como un complemento de la vestimenta del bailarín gaucho de aquella parte del país.


En realidad, la canción parece escrita por Christian Dior, ya que describe con un inusual detalle la vestimenta del gaucho bailarín y de su «guaina», con ocasión de una «bailanta» que se extiende hasta las primeras luces del alba.

La «pilcha dominguera» del varón consiste en:

1) Camisa blanca
2) Bombacha negra
3) Alpargatas
4) Faja roja
5) Corralera
6) Cinto de yacaré
7) Sombrero gris oscuro
8) Barbijo hasta el pañuelo justo al nudo
9) Una billetera supuestamente abultada

Que se complementa con:

1) Cuchillo afirmao a la cintura
2) Empuñadura de cuerno de vaca
3) Doble afiladura
4) Que se usa “para todo”, pero especialmente para defensa personal

La «guaina», por su parte, viste:

1) Pollera verde
2) Blusa floreada



Paralelismo con La cerrillana

La historia que narra El dominguero está protagonizada también por un gaucho bailarín que monta un zaino y que utiliza este medio de locomoción para llegar al baile.

La «negra linda» de La cerrillana es la «guaynita enamorada» de El dominguero.

Pero mientras la pareja de Cerrillos bailó fundamentalmente «zambas», «sin descansar» y «entre medio de los cohetes y serpentinas del carnaval», la pareja correntina se deshizo en «valseaos», rasguidos dobles y chamamés.

Las primeras luces del alba también tienen un significado parecido en ambas composiciones folklóricas, ya que representan el final del baile y el repliegue del gaucho a «su rancho» (en La cerrillana) y a «la ranchada» (en El dominguero).

La diferencia fundamental es que el cerrillano vuelve al rancho acompañado por la morena de las trenzas largas y la pollera yuta (ambos se dirigen allí «a dar»), mientras que el correntino vuelve solo, «caú» y con su billetera vacía, a pesar de su ostentoso y filoso cuchillo.

De lo que se puede deducir que mientras el cerrillano sacó un evidente provecho sexual de su afición compartida por la danza nativa, el correntino pudo haber sido víctima de una hábil timadora, que no le afanó el zaino nada más porque no tenía dónde esconderlo.