Billy Joel estrena sus 70 años con un concierto vital y deslumbrante en Wembley

  • Después de 30 años del primer encuentro en Madrid, Billy Joel y yo nos hemos vuelto, por fin, a encontrar. Esta vez nos ha tocado hacerlo en Londres, en donde el inmenso artista neoyorquino ofreció ayer un maravilloso concierto, que me será imposible olvidar.
  • Una experiencia inolvidable

Si en octubre de 1989, cuando nos vimos por primera vez, solo había cuatro personas alrededor nuestro y nos abrazamos como hermanos que no se habían visto en años, ayer -día 22 de junio de 2019- había en torno a 70.000 y no pudimos abrazarnos.


Esa multitud estaba conformada por las almas que, sedientas de rock, se dieron cita en el nuevo estadio de Wembley, al oeste de Londres, erigido en el mismo lugar en el que se alzaba el viejo estadio construido en 1923, escenario de inolvidables batallas del fútbol, y de cuyo césped fue expulsado malamente en 1966 el entonces capitán de la Selección Argentina Antonio Rattin por un sastre alemán de triste memoria.

En uno de los laterales del estadio, muy cerca del gigantesco escenario, nos sentamos mi mujer y yo, acompañados por mi hijo mayor, el mismo que en octubre de 1989 se hallaba en brazos de su madre cuando nos encontramos con Billy Joel en Madrid. El mismo que treinta años después hizo posible que pudiéramos sentarnos en Wembley a escuchar a nuestro artista favorito. A mi hijo le debo una gratitud infinita, pues si no fuera por su generosidad y su esfuerzo no habría sido posible nuestra presencia en un espectáculo tan memorable.

Muchos padres, de mi edad y aun más, acudieron al concierto con sus hijos y hasta con sus nietos. Cuando le comenté al mío que la mayoría de aquellos jóvenes no conocían -como él- a Billy Joel en persona, me dijo que eran aún menos los que -como él- llevaban el nombre Joel en su documento de identidad. Justamente es ese el tercer nombre que su madre y yo le impusimos cuando nació en 1987, el mismo año en que Billy Joel hacía estallar los charts con su canción A Matter Of Trust que, curiosamente, fue la que abrió el inolvidable concierto.

Recuerdo que cuando le presenté a mi hijo mayor a Billy Joel le dije: "no le puse tu nombre para hacerte un homenaje sino más bien para hacer lo mismo que tú hiciste con tu hija Alexa Ray", nacida en diciembre de 1985, y bautizada así en honor de ese extraordinario intérprete del blues que fue Ray Charles. Es decir que todo aquello fue un reflejo de imitación.

El pasado 9 de mayo, Billy Joel cumplió los 70 años. Han pasado 54 años desde que escribió una canción que se llama All For Leyna, que fue la última que pude grabar. Aunque a algunos pueda hacerle poca gracia, he grabado con mi voz vallista más de medio centenar de canciones de Billy Joel, pero solo por el puro placer de cantarlas, sin ninguna otra pretensión.

De las veinte canciones que anoche interpretó Billy Joel, solo tres no he grabado (Sometimes A Fantasy, The Ballad Of Billy The Kid y Big Shot), pero espero hacerlo pronto. El resto está todo publicado en mi página web o en YouTube.

Con sus 70 años a cuestas, Billy Joel es hoy uno de los músicos vivos más influyentes del mundo. Pocos artistas de la música popular contemporánea han inscrito, como él, su nombre en las listas de grandes éxitos a lo largo de varias décadas. Ha ganado el Grammy en seis ocasiones y ha vendido más de 100 millones de discos en todo el mundo, sin contar las veces que ha llenado a reventar el Madison Square Garden de Nueva York. Después de haber grabado en 1993 su último álbum con composiciones originales (The River Of Dreams), Billy Joel ha orientado su carrera hacia los conciertos en vivo y la composición de música clásica.

El concierto de ayer, para mí por lo menos, no ha sido una experiencia sensorial, como pudo haberlo sido para muchos de los que compartieron con nosotros las gradas de Wembley. Más bien ha sido un ejercicio de percepción de la belleza a través del alma. De hecho, el haber podido experimentar sensaciones tan intensas y hasta ahora desconocidas, provocadas por una mezcla extraña de música, colores, vivencias y recuerdos, ha representado para mí la confirmación más irrefutable de la existencia del alma y de potentes vibraciones interiores, de cuya realidad muchas veces dudamos sin motivo.

En un momento dado, cuando sonaba Uptown Girl y la multitud deliraba y daba brincos en torno a nosotros, fui invadido por una sensación de vértigo muy difícil de explicar, como si alguien, en medio de aquel sonido atronador hubiera hecho una breve pausa de silencio para decirme con voz tranquila: "Esta es tu vida, changuito".

Por un momento solamente se me olvidaron los sufrimientos, los malos tragos, los dolores de espalda, las ansiedades, las traiciones de los coyas ladinos, el deseo de hacerlo todo bien y el deber autoimpuesto de ser cada día mejor. Decidí entonces rendirme a la evidencia de la insustancialidad de las preocupaciones cotidianas y sumergirme en aquel océano de luz que alumbró con el destello de un flash, y en pocos segundos, cuatro décadas de mi existencia.

Sabe Dios si Billy Joel y yo volveremos a coincidir algún día. Hoy por hoy es más fácil que se enderecen algunas cosas de la política de Salta que aquel encuentro vuelva a repetirse. Pero si se repite -cosa que no descarto del todo- seguramente lo primero que haré será agradecerle por el concierto de Wembley, que ha justificado con creces toda una vida dedicada a la música y al placer que me provoca cantar sus canciones.