El ‘no es no’ y la López Pereyra

  • Para los salteños no hay zamba más dulce y más expresiva de toda la densa sensualidad de esta tierra que La López Pereyra, pieza compuesta por un hombre que se salvó de las pestañas de ir a prisión después de haber matado a su mujer, porque el juez que llevaba su asunto consideró que había obrado bajo ‘emoción violenta’.
  • Revisionismo folklórico

Las nuevas corrientes revisionistas de la historia y del folklore condenaron parcialmente al ostracismo a Artidorio Cresseri, el autor de la zamba cuyo nombre es el de los apellidos del juez que evitó que los huesos del compositor fuesen a parar a la cárcel, pero, por el contrario, nunca vio nada de machista ni de reprochable en los versos de la antigua ‘chilena’, como sí lo hizo, por ejemplo, en la letra de algunos conocidos tangos.


Sin perjuicio de que con el tiempo salgan a la luz otras pequeñas pinceladas, nos vamos a quedar esta mañana con el comienzo de la segunda parte de la zamba, que como todo el mundo sabe, no tiene ni tuvo nunca un estribillo.

Esta tercera estrofa comienza diciendo así: «Me han dicho que no me quieres pero eso no es un motivo».

Y resulta ser, salvo que alguien entienda mejor el asunto, que el que una mujer no quiera a un hombre sí es un motivo y bastante contundente.

El hombre que delira por la falsía de su amada y que quisiera olvidarla, en realidad, más que la falsedad o doblez de la mujer, delira por aquella parte de la mujer que parece más sincera; es decir, por el hecho cierto de que su amada no le quiere.

Pero al hombre le da igual, porque para él que no quieran no es un motivo. El no de la mujer es más bien un detalle de la historia, no un obstáculo insalvable para el avance de sus pretensiones amorosas.

En realidad, lo que el hombre quisiera es tenerla a su lado todo el día, para así poder contarle de sus «ocultos amores», que se suponen no son el que profesa por ella sino otros; bien hacia otros hombres (lo que es muy probable), bien hacia otras mujeres, lo cual no es menos escandaloso.

Y si la cosa no sale bien -como no salió- la solución es «ocultarse en una selva solo a llorar», lo que en buen cristiano se entiende como «eludir la acción de la justicia», como el femicida que se convirtió en cavernícola en Catamarca.

El caso es que si los amores de uno no coinciden con los amores de la otra, es sumamente dudoso que en el firmamento haya una sola estrella (la más bella) que alumbre los dos por igual con la misma luz. Es esta una clara irregularidad astronómica, más que folklórica o poética.

Suponiendo que hubiese una estrella con tal poder, la zamba también incurre en una especie de sacrilegio al elegir a un elemento de la naturaleza (y no a un santo, por ejemplo) como mediador del ser humano ante la divinidad. Es decir, pudiendo haber elevado una plegaria a Santa Rita o a San Expedito, el amante desconsolado pide la ayuda de una estrella, como podría habérsela pedido a un yuyo.

Levanta ligeramente la puntería Artidorio cuando dice que le pedirá «al Dios piadoso resignación», como dando a entender que no batallará más inútilmente por un amor que tiene perdido de antemano. Lo que no se sabe es si esa resignación ha sido invocada antes o después de haberse deshecho por la vía rápida de su esposa, porque si lo fue antes, su declaración no es sincera; y si lo fue después, más que resignación lo que correspondía era pedir un recurso de casación.