Se celebra hoy el Día Mundial del Teatro

  • Un 27 de marzo fue el día de la inauguración del 'Teatro de las Naciones', en París, en 1962. Cada año, el 27 marzo, Día Mundial del Teatro, se celebra por los amantes del teatro en todo el mundo.
  • Fiesta del teatro

El Día Mundial del Teatro es una ocasión para que todos celebremos el poder de las artes escénicas para convocar a las personas, y una oportunidad para las gentes del teatro, de compartir con su público una cierta visión del teatro y su capacidad para contribuir a la paz y el entendimiento. Este día se ha celebrado ininterrumpidamente desde su instauración por el ITI en 1961.


Un 27 de marzo fue el día de la inauguración del "Teatro de las Naciones”, en París, en 1962. Cada año, el 27 marzo, Día Mundial del Teatro, se celebra por los amantes del teatro en todo el mundo. Los eventos en relación con el Día Mundial del Teatro incluyen premios de excelencia, festivales internacionales, actuaciones gratuitas, llamamientos a la solidaridad con los artistas que lo necesitan, jornadas de puertas abiertas en los teatros, galas y reuniones.

Pero el acontecimiento más importante del “Día Mundial del Teatro” es el “Mensaje Internacional». Todos los años, una destacada figura en las artes escénicas es invitada a compartir sus reflexiones sobre el teatro y la armonía internacional. Este Mensaje Internacional se traduce a más de 20 idiomas, se lee para los espectadores antes de las actuaciones en los teatros de todo el mundo, y aparece ampliamente publicado en diarios y revistas de teatro y discutido en la radio y la televisión. Jean Cocteau fue el autor del primer Mensaje Internacional, en 1962.

Mensaje Carlos Celdrán en el Día Mundial del Teatro 2019

Antes de mi despertar en el teatro, mis maestros ya estaban allí. Habían construido sus casas y sus poéticas sobre los restos de sus propias vidas. Muchos de ellos no son conocidos o apenas se les recuerda: trabajaron desde el silencio, desde la humildad de sus salones de ensayo y de sus salas llenas de espectadores y, lentamente, tras años de trabajo y logros extraordinarios, fueron dejando su sitio y desparecieron. Cuando entendí que mi oficio y mi destino personal sería seguir sus pasos, entendí también que heredaba de ellos esa tradición desgarradora y única de vivir el presente sin otra expectativa que alcanzar la transparencia de un momento irrepetible. Un momento de encuentro con el otro en la oscuridad de un teatro, sin más protección que la verdad de un gesto, de una palabra reveladora.

Mi país teatral son esos momentos de encuentro con los espectadores que llegan noche a noche a nuestra sala, desde los rincones más disímiles de mi ciudad, para acompañarnos y compartir unas horas, unos minutos. Con esos momentos únicos construyo mi vida, dejo de ser yo, de sufrir por mí mismo y renazco y entiendo el significado del oficio de hacer teatro: vivir instantes de pura verdad efímera, donde sabemos que lo que decimos y hacemos, allí, bajo la luz de la escena, es cierto y refleja lo más profundo y lo más personal de nosotros. Mi país teatral, el mío y el de mis actores, es un país tejido por esos momentos donde dejamos atrás las máscaras, la retórica, el miedo a ser quienes somos, y nos damos las manos en la oscuridad.

La tradición del teatro es horizontal. No hay quien pueda afirmar que el teatro está en algún centro del mundo, en alguna ciudad o edificio privilegiado. El teatro, como yo lo he recibido, se extiende por una geografía invisible que mezcla las vidasde quienes lo hacen y la artesanía teatral en un mismo gesto unificador. Todos los maestros de teatro mueren con sus momentos de lucidez y de belleza irrepetibles, todos desaparecen del mismo modo sin dejar otra trascendencia que los ampare y los haga ilustres. Los maestros de teatro lo saben, no vale ningún reconocimiento ante esta certeza que es la raíz de nuestro trabajo: crear momentos de verdad, de ambigüedad, de fuerza, de libertad en la mayor de las precariedades. No sobrevivirán de ellos sino datos o registros de sus trabajos en videos y fotos que recogerán solo una pálida idea de lo que hicieron. Pero siempre faltará en esos registros la respuesta silenciosa del público que entiende en un instante que lo que allí pasa no puede ser traducido ni encontrado fuera, que la verdad que allí comparte es una experiencia de vida, por segundos más diáfana que la vida misma.

Cuando entendí que el teatro era un país en sí mismo, un gran territorio que abarca el mundo entero, nació en mí una decisión que también es una libertad: no tienes que alejarte ni moverte de donde te encuentras, no tienes que correr ni desplazarte. Allí donde existes está el público. Allí están los compañeros que necesitas a tu lado. Allá, fuera de tu casa, tienes toda la realidad diaria, opaca e impenetrable. Trabajas entonces desde esa inmovilidad aparente para construir el mayor de los viajes, para repetir la Odisea, el viaje de los argonautas: eres un viajero inmóvil que no para de acelerar la densidad y la rigidez de tu mundo real. Tu viaje es hacia el instante, hacia el momento, hacia el encuentro irrepetible frente a tus semejantes. Tu viaje es hacia ellos, hacia su corazón, hacia su subjetividad. Viajas por dentro de ellos, de sus emociones, de sus recuerdos que despiertas y movilizas. Tu viaje es vertiginoso y nadie puede medirlo ni callarlo. Tampoco nadie lo podrá reconocer en su justa medida, es un viajea través del imaginario de tu gente, una semilla que se siembra en lamásremota de las tierras: la conciencia cívica, ética y humana de tus espectadores. Por ello, no me muevo, continúo en mi casa, entre mis allegados, en aparente quietud, trabajando día y noche, porque tengo el secreto de la velocidad.

Fuente: Instituto Internacional del Teatro.