La gloria de Güemes montada sobre un pony (¿o un unicornio?)

  • Los críticos de esta alegoría festiva naïve se dicen agraviados no solo por el ’rainbow’ Güemes, sino por el hecho de que la augusta figura del prócer ocupe un segundo plano detrás del erguido cuerno del unicornio, símbolo fálico por excelencia.
  • Contra el arte en libertad

La percepción del arte en Salta está casi tan distorsionada y pervertida como la percepción de la historia.


La imagen del general Martín Miguel de Güemes trasponiendo los portales de la gloria (representados por la metáfora del arco iris) a lomos de un unicornio de coloridos cabellos ha sido my mal interpretada por aquellos que sostienen que el héroe gaucho monta un vulgar pony mechudo.

A la extrema derecha local le ha repateado que Güemes aparezca junto al arco iris (símbolo de la diversidad sexual), pero el (o la) artista ha planteado las cosas de un modo quizá iconoclasta pero de ninguna manera irrespetuosa. El detalle que lo confirma son esas florcitas de colores que adornan la virginal barba del militar gaucho y que le dan ese aire primaveral que los fríos congelantes de junio impiden disfrutar mientras se recrea su martirio.

El hecho de que la obra de arte haya ofendido a algunos fundamentalistas locales, no tiene que ver con la obra en sí, sino con la dimensión de juguete histórico omnipresente que el gobierno de Urtubey, con tenaz insistencia, le ha imprimido a la figura de Güemes, a la que a fuerza de decreto ha colocado fuera del alcance de los mortales.

Tanto, que a la más mínima, salen los gauchos de pañuelo reglamentario (120x120) a reaccionar como lo hicieron los islamistas contra la revista Charlie Hebdo, que publicó caricaturas del profeta Mahoma.

Güemes está tan exageradamente metido en nuestra vida cotidiana que lo menos que se puede esperar es que el arte lo tenga en cuenta, y no solo para desfigurarlo con esculturas horribles y pinturas todavía más feas.

Los críticos de esta alegoría festiva se dicen agraviados no solo por el rainbow Güemes, sino por el hecho de que la augusta figura del prócer ocupe un segundo plano detrás del cuerno del unicornio, símbolo fálico por excelencia. Si lo primero es discutible y desagradable, lo último es ya directamente inadmisible y amerita la intervención castradora de la autoridad.

Pero ¿de qué autoridad?

Habida cuenta de que la movilización de fortines se encuentra nominalmente prohibida por el artículo 22 de la Constitución Nacional y que el vigente Código Contravencional no contiene una figura que castigue las ofensas al prócer, la única autoridad local en disposición de reparar la afrenta es el Consejo de la Magistratura de Salta, celoso guardián de nuestras más prístinas costumbres republicanas.

Su configuración estamental y sus procedimientos transparentes son ideales para solventar una disputa con tintes de reyerta vecinal del siglo XIX. Quizá con una convocatoria amañada y una entrevista personal humillante al autor o a la autora de la pintura, se ajusten cuentas con la historia y con el arte al mismo tiempo, declarando mediante resolución la invicta sacralidad de Güemes y condenando al osado pintor (o pintora) a estar y pasar por sobre esta declaración, que, como de costumbre, no tendrá recurso, ni administrativo, ni judicial, ni canónico, habida cuenta de que todo lo actuado por el Consejo de la Magistratura de Salta pertenece en propiedad a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que dirige el ínclito cardenal Ladaria, jefe directo del hermano pequeño del Marqués de Acialcázar.