Laura Asaro descubre París y París se rinde a sus pies

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(LUIS CARO FIGUEROA - París 25/11/2016 - 13.06) - Desde el pasado viernes 18 de noviembre, la eximia artista salteña (nacida en Mar del Plata), Laura Asaro, recorre asombrada las calles de París. Su presencia no pasa desapercibida en esta ciudad, por cuyos rincones más nobles derrocha elegancia y buen gusto, atributos que posee en abundancia. Con sus ojos vivaces, su gesto atento y esa sensibilidad -infrecuente por lo hiperdesarrollada- que es propia de los artistas y que les empuja a descubrir la belleza hasta en las sonrisas tímidas que esbozan los transeúntes, Laura Asaro ha conseguido lo que pocos: que París, en pleno otoño, se rinda a sus pies.

Su primera visita a la ciudad luz es para poner en un cuadro y recordar por mucho tiempo. «Vine en busca de un sueño», nos dice con timidez, quien el próximo lunes 28 de noviembre cumplirá años por primera vez fuera de su tierra.

Pero es que todo en la vida de Laura Asaro parece reconducirse a la idea de un sueño largamente acariciado. Su tardía aparición como artista, su consolidación profesional, su explosión como mujer independiente -casi inevitables, por el enorme caudal de su talento- se explican por un deseo profundo en el que se mezclan los sueños de libertad con una rebeldía innata y difícil de ocultar.

«He cumplido un 70% de mis sueños», nos dice Laura mientras caminamos por la rue de Lafayette, en el corazón del noveno arrondissement parisino. A todo lo que falta por cumplir en materia de sueños, Laura suma una capacidad especial para erigirse en promotora y mentora de sueños ajenos. ¿Los destinatarios? En este caso, sus cuatro hijos, que forman junto a su arte el centro de su vida y de quienes se ha convertido en la gran animadora de su futuro.

Laura Asaro cuenta que su vida hizo un clic cuando falleció su hijo Máximo, hace de esto hoy ocho años. La pérdida de su bebé, de pocas semanas de edad, le empujó a comprender que «el arte sana, salva y une», una frase que, en sus labios y con ese dulce acento que la caracteriza, se convirtió durante nuestro encuentro en el sucedáneo perfecto de una definición académica de la actividad que con tanto cariño cultiva.

Nuestra artista no ha venido a trabajar a París, pero la fama que le precede ha hecho posible que el área de Cultura de la Embajada argentina en Francia le haya propuesto montar una muestra aquí el año próximo. Laura ya se lo piensa, ilusionada ante la posibilidad de volver, no ya para recorrer las calles sino para pasear su arte.

«Era uno de mis sueños conocer esta ciudad, y para mí fue como un auto-regalo de cumpleaños, cumplir 46 años en París. Yo vine a París a que me sorprenda. Vine a descubrir. Vine a caminar sus calles, a mezclarme con la gente, a tomar el subte. Yo considero que toda la ciudad es museo. Independientemente del Louvre. Obviamente fui allí y me provocó llanto».

Laura Asaro vive en Salta desde los veinte años (llegó a finales de 1990) y nos cuenta cómo, desde entonces, ha evolucionado su percepción de la cultura de nuestra Provincia: «Cuando llegué a Salta pensé que la cultura era para una elite. De un tiempo a esta parte, ya en mi carrera profesional, quizá yo aposté por otra cosa, por un tipo de trabajo y de comunicación con la gente que sea cara a cara. Ha habido un cambio en estos seis últimos años que ya se está palpando. Creo que me distingo por ser de las artistas que necesitan del contacto con los demás y con la gente, y que quiero que toda la gente viva rodeada de arte. Que el arte no esté en un museo y nada más. Porque el museo está fantástico, está buenísimo. Pero la obra tiene que estar en lo cotidiano de la gente, porque embellece el alma de las personas, porque hace bien, porque aporta cosas y porque también hace pensar y sentir».

Por supuesto, nuestra artista practica escrupulosamente lo que predica, ya que nos cuenta que su actividad profesional no se podría realizar sin estar en contacto directo con la gente. «De hecho cuando abrí mi espacio taller al público, hace cuatro años ya, lo pensé como espacio abierto, al que puede ir cualquiera, hablar conmigo, ver la obra. Mi taller estaba antes en Las Heras y España y ahora es una casa-taller, ya que vivo allí y allí trabajo, en la calle Paz Chaín, al costado del Monumento a Güemes, a una cuadra».

«En general, hay un cambio en Salta. Los artistas se están abriendo más a la gente, se están poniendo más a disposición, hay un movimiento», nos dice Laura Asaro, convencida. Y agradecida también, porque según ella han sido el cariño desinteresado, el apoyo decidido y la cercanía incondicional de los salteños -incluso desconocidos- los que le han permitido alcanzar importantes alturas en su actividad artística. «Me ha tocado representar a Salta y llevar en cierta forma su bandera, como en el caso de la exposición que se hizo en Nueva York, por la convocatoria de la Fundación Exportar con la Cancillería del gobierno nacional. De doscientos proyectos quedamos seis; cinco de ellos de Buenos Aires y el mío que representaba a Salta. Soy una agradecida de Salta porque es la tierra en donde yo he podido realizar un sueño».

Su idea del arte es amplia y generosa, como su sonrisa que transmite encanto y picardía por partes iguales. «Yo considero que el arte no es solamente para los que entienden. Es para los que sienten», nos dice, convencida de que la creación artística no necesariamente ha de ser bella sino que tiene que hacernos sentir algo. «En el caso de mi obra, que es abstracta, a mí me da mucho placer cuando la gente la ve y te dice: yo no entiendo de arte, pero siento que me cautiva, me engancha, me ilumina, me gusta, me moviliza. ¡Eso es lo que yo quiero!».

«En estos últimos años he trabajado mucho, hasta pintar en vivo delante de la gente, en darle mi pincel a alguien y decirle, 'hacelo'. Porque a lo que quizá yo apunto como artista es a que la gente sepa que puede. El ser humano es estético por naturaleza».

«A mí me hace mucho bien que la gente vea el proceso creativo de la obra. Que se entere desde dónde sale la obra, que hay un sustento atrás. A mí me interesa que sepan que lo que estoy diciendo no son cosas del otro mundo; que son cosas que nos pasan a todos. La identificación que la gente logra con 'Circule!' (una de sus muestras más aclamadas), a mí personalmente me ha sorprendido».

Laura se propone «seguir disfrutando, seguir sintiendo y seguir emocionándome» en Europa. Acaba de cumplir otro sueño, de los muchos que han signado su vida, pero todavía le faltan rincones por descubrir y emociones por experimentar. Sin dudas, va a por más.

La ciudad-museo, como ella la llama todavía bulle bajo sus pies inquietos, como invitándola a saciar su curiosidad deslumbrada. La artista que se conmovió hasta las lágrimas en el Louvre, como Stendhal en Firenze, y que confiesa que cuando pinta «se le hace agua la boca», aún espera que la energía desbordante que genera París en otoño le sirva para aproximarse un paso más hacia su objetivo vital y trascendente: desentrañar los secretos de la belleza perfecta.

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