
Las amenas imágenes publicadas por el diario El Tribuno sobre el mercado medieval organizado en la localidad de Vaqueros son un poco sorprendentes, ya que todos los trajes y los oficios representados en la muestra pertenecen, prácticamente en su totalidad, al medioevo europeo.
No está mal desde luego que un espectáculo cultural de estas características recree en Salta el pasado del viejo continente. Al fin y al cabo, una parte importante de nuestra población desciende de inmigrantes venidos de Europa. Pero es la propia belleza de esas manifestaciones, el cuidado que se ha puesto en ellas, lo que lleva a preguntarse por qué razón se ha intentado reconstruir el medioevo de Europa y no el medioevo americano; es decir, aquella parte de la historia de nuestros pueblos anterior al llamado descubrimiento de América.
¿Es que acaso no hubo medioevo en Salta? Si cerca de un 70 por cien, si no más, de nuestra población se reivindica descendiente de quienes habitaron estos valles desde la noche de los tiempos, ¿por qué no organizar (también) un festival del medioevo de las culturas andinas?
Probablemente entre nuestros indios no había arlequines bufones de picas, arqueros del bosque, caballeros malteses o templarios, cantineros, cortesanos, cruzados, doncellas góticas, espadachines con armaduras, criadores de cocodrilos de foso, romeos y julietas, pero seguramente habría unos nativos bien fornidos y diestros en el uso de las herramientas de labor y las armas de guerra.
¿O es que tuvo que venir un pelirrojo descendiente de escoceses a descubrir nuestras virtudes guerreras y nuestras habilidades amatorias?
Ignorar nuestro medioevo equivale a creer a nuestros pueblos originarios los puso en la tierra algún conquistador español, lo cual, por supuesto, no es cierto.
Lamentablemente, muchos de nuestros historiadores, costumbristas y estudiosos de los pueblos precolombinos, son muy aguerridos para las cuestiones que tienen que ver con el presente, como por ejemplo, los subsidios, pero no tienen un entusiasmo que se diga ¡qué bruto, qué entusiasmo! en rastrear nuestro pasado, que está ahí, al alcance de la mano.
Ojalá que alguna vez a alguien se le ocurra organizar una especie de mercado medieval «encuentro de dos mundos», en el que imaginariamente se den la mano como hermanos los indios que poblaron nuestros valles antes de la llegada de los conquistadores, y esos ágiles arlequines descendientes de croatas, de ligures, de gallegos, de ucranianos o de polacos que pasean su arte y su cultura por Vaqueros.