
Sin consenso, sin debate, sin un dictamen técnico sometido a contradicción, sin notificación previa y sin darles la oportunidad a los artistas de reparar los deterioros que pudieran exhibir sus obras, así ha procedido el Subsecretario de Eventos de la Municipalidad de Salta, señor Guillermo Durand Casali, en relación con las pinturas de Miro Barraza, Gustavo Flores y Roly Arias que lucían en los muros del Centro Cívico Municipal de la ciudad.
La decisión adoptada manu militari por el funcionario, se justifica -según él- en el exceso de humedad de los muros y en el deterioro de las pinturas, dos situaciones que son bastante bien conocidas por los especialistas en arte al aire libre, que en cualquier país civilizado del mundo, antes que provocar pánico, hubieran obligado a la restauración de la obra y no a su destrucción.
La decisión esteticida del señor Durand Casali coincide llamativamente en el tiempo con el anuncio, por parte del Subsecretario de Habilitaciones Comerciales, de la supresión del requisito del certificado previo de no objeción de la Comisión de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbanístico de Salta para otorgar habilitaciones municipales. Al justificar esta medida, el funcionario competente dijo que a la Municipalidad «le preocupa el patrimonio», pero el bárbaro proceder de Durand Casali parece confirmar que lo que anima a los nuevos funcionarios municipales no es el deseo tutelar el patrimonio común sino el de borrar cualquier huella, por valiosa que sea, de los anteriores gobiernos municipales.
El blanqueo de los muros ha levantado oleadas de protestas. La mayoría de ellas apuntan al menoscabo que para el patrimonio visual de la ciudad supone la intempestiva e inconsulta supresión de las obras arte. Sin embargo, otros se han preocupado en señalar la falta de competencia de un Subsecretario de Eventos (un cargo de nueva creación que carece, en principio, de atribuciones y de idoneidad técnica en relación con el patrimonio municipal) para tomar una decisión de semejante envergadura.
'Una mano de cal al Guernica de Picasso'
Pero las críticas más duras han partido de aquellos que consideran que la supresión de las obras de arte es uno de los remedios clásicos de regímenes dictatoriales cuyo objeto no es otro que controlar los sentimientos de la sociedad.«Esto recuerda mucho a la ofensiva bolchevique contra las obras de artes rusas y su reemplazo progresivo por la corriente estética del realismo socialista», ha dicho a este medio un artista plástico salteño afincado en Europa.
«Cualquiera haya sido el valor estético de esta forma de arte popular, la obra debió ser preservada antes que aniquilada. Nadie puede ser tan necio para no darse cuenta que suprimir -y más en Salta- un mural de Miro Barraza equivale a darle una mano de cal al Guernica de Picasso», afirma el mismo artista.