Para Guermantes, el auténtico

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Marcel Proust vivió casi toda su vida en el 8vo arrondissement de París. Excepto los dos primeros años de su vida, transcurridos en Auteuil, y los tres últimos, que vivió en el apartamento de la rue de l'Amiral Hamelin, entre 1873 y 1919 la existencia del escritor se desenvolvió alrededor del Faubourg Saint-Honoré y la Plaine Monceau, un barrio emergente a extramuros, en el que residían profesionales exitosos, banqueros, ministros del gobierno y médicos, como el padre de Marcel.

En 1873, cuando nació su hermano Robert, la familia de Marcel se mudó al número 9 del Boulevard Malesherbes, a pocos pasos de la iglesia de la Madeleine. Si bien en Por el camino de Swann Proust describiría este barrio como «una de las partes más feas de París», lo cierto es que ya por aquellas épocas era un lugar céntrico, muy bello y distinguido.

Proust vivió allí hasta los 29 años. Es en este lugar que escribe Les plaisirs et les jours, su primer libro. Pero es en su obra principal en la que el autor demuestra que sus preferencias -sociales y tal vez geográficas- están en el otro lado del Sena, en el Faubourg Saint-Germain, residencia de la alta aristrocracia por antonomasia, en donde la nobleza del antiguo régimen había construido magníficos edificios protegidos por altos muros.

Se podría decir que el 8vo arrondissement era, para el escritor, el camino de Swann mientras que el 7mo era el camino de Guermantes, y Marcel quería, sin dudas, estar aquí. En cierto modo, En busca del tiempo perdido es una crónica de la decadencia del Faubourg Saint-Germain, con sus tradiciones aristocráticas, y la emergencia del Faubourg Saint-Honoré, con sus nuevos ricos y su falta de tradición.

Paradójicamente, la duquesa de Guermantes, el faro más luminoso del Faubourg Saint-Germain, tenía su residencia en el Faubourg de Saint-Honoré. Sabemos que en 1897 los padres del narrador, para cuidar de la salud de la abuela, se instalaron en un ala del Hôtel de Guermantes, que en el libro aparece al principio vagamente ubicado entre Champs Elysées y la place de la Madeleine y después un poco más al norte, entre el Parc Monceau y Batignolles.

Pero en realidad, el modelo del Hôtel de Guermantes es la casa del número 9 del Boulevard Malesherbes, a donde la familia Proust se mudó en 1873, cuando nació Robert, hermano del escritor. La vivienda familiar estaba al fondo de un corredor interior, en el primer piso.

En este inmueble no hay ninguna placa que recuerde a Proust o a su familia, como sí la hay, por ejemplo en el sitio donde murió o en el más cercano 102 del Boulevard Haussmann, en donde el escritor vivió entre 1907 y 1919.

Se supone que en el patio del inmueble de Malesherbes, en donde Proust vivió hasta los 29 años, estaban esas famosas losas desiguales que recordaron al narrador a las del baptisterio de San Marcos, en Venecia, y que lo lanzaron por azar al rescate de sus vivencias en El tiempo recobrado. También, la ventana desde la que Françoise, la cocinera, miraba pasar a esas gentes perversas del mundo; el hueco desde el cual el narrador espió el encuentro amoroso entre el chalequero Jupien y el barón de Charlus y los lugares por los que transitaban a diario el duque y la duquesa de Guermantes o Robert de Saint-Loup y su madre, Madame de Marsantes.

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El 1 de octubre de 1900, cuando Marcel tenía 29 años, la familia Proust se mudó al 45 de rue de Courcelles, en la esquina de la rue Monceau, ubicada a unos cientos de metros del parque del mismo nombre, creado en 1769 por el duque de Chartres y rediseñado por el barón Haussmann en la época de Napoleón III. Muy cerca de su anterior casa, este nuevo apartamento, ubicado en el segundo piso, no era ni mucho menos socialmente menos aceptable, de modo que el escritor continuó acogiendo fiestas y cenas elegantes, como lo venía haciendo en el Boulevard Malesherbes. Fue en esta nueva casa que Proust comenzó a traducir, con la ayuda de su madre, la obra de John Ruskin.

Muy cerca de allí también, la casa del tío Adolfo, en donde el narrador vio por primera vez a Odette de Crécy. El 40 bis del Boulevard Malesherbes se encuentra muy cerca de la esquina del Boulevard Haussmann, en un barrio en el que sobresale, por su magnificencia, la iglesia de San Agustín, la primera en la ciudad con una estructura de acero, cuya hermosa cúpula confiere a esta parte de París un cierto aire a la Roma de los grabados de Piranesi.

No hace falta ser -al menos en el caso de quien esto suscribe- ni un lector muy devoto ni un ser especialmente inclinado a la introspección para experimentar en estos lugares tan especiales la captación y aceptación subjetiva del contenido de la consciencia; para capturar, fuera de los límites del razonamiento voluntario, la esencia de lo vivido y la sustancia principal de nuestra existencia. Ni para darse cuenta de la terrible inestabilidad de nuestros sentimientos y valores, en un mundo que cambia, pero no tanto como lo hacemos nosotros mismos.

Milagros de la memoria involuntaria, que le dicen.

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