
Retirado desde hace tres años, la noticia de su muerte ha sido difundida por Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, en un tuit que citaba unos versos de la letra de una de sus canciones.
El diario El Mundo de España ha escrito: «Su música nos acompaña, nos explica y complementa, es espejo y es divertimento, es una filigrana y es toda una aventura, es física y metafísica, esa música luminosa que emana de un ingenio claro y profundo que también buscó apoyo en la tradición popular, en lo más simple, que no sencillo, porque siempre fue, y será, un enigma que cada uno desciframos de una manera distinta. Es aún Battiato, pese a su muerte tras años de padecer Alzeheimer, su cerebro prodigioso carcomido lentamente. Qué pena, Battiato, qué pena, y que alivio esta música que nunca dejará de estar junto a nosotros».
Era un artista misterioso y elusivo, que evitava las multitudes, que nunca se prodigó en sociedad. Fue un devoto de las raíces de la cultura italiana y de su madre, a la que -según él mismo- nunca dejó de recordar tras su muerte en 1994.
Franco Battiato había nacido el 23 de marzo de 1945 en Riposto (antes Jonia), en la provincia de Catania. Trasladado a Milán tras la muerte de su padre en la primera mitad de la década de 1960, inició su carrera como profesional en el mundo de la música.
Músico intuitivo y poco técnico, Battiato hizo sus primeros ascensos sonoros con discos más sustanciales como Sulle corde di Aries (1973), Clic (1974) y Mademoiselle le gladiateur (1975). Tras la fase pop inicial de los años sesenta, se cambia al rock progresivo y de vanguardia en la década siguiente. Pero nunca abandonó esa música pop a la que volvió años después, profundizando también en la composición. Entre los otros estilos en los que ha probado suerte se encuentran la música étnica, la música electrónica y la ópera. Battiato logró ganar el festival de San Remo de 1981, como autor de la canción Per Elisa.
Fuente: ElMundo.es