
Como aquellos ladrones de gallinas que esquivan el juicio ofreciendo reparar la ofensa mediante la donación de pañales a la salita del barrio, el Ministerio de Derechos Humanos y Justicia de Salta -que es quien debiera velar porque las mujeres no mueran salvajemente asesinadas en esta Provincia- a través de su magnífico programa de «acompañamiento» a las víctimas de los delitos más graves, tiene reservada una partida para regalar pañales y leche en polvo a los pequeños huérfanos que dejan las jóvenes asesinadas.
A diferencia de aquellos microdelincuentes, el ministerio que dirige la señora Pamela Calletti, vive en una perpetua «probation», ya que sus donaciones de puericultura básica se suceden unas tras otras, pues de esa misma forma van pasando los féretros de las mujeres masacradas en Salta.
Debe de ser a causa de este genial «acompañamiento» que la ministra está convencida de que Salta marcha a la vanguardia en materia de «políticas de género». Así lo ha dicho la propia funcionaria después de pasear su estampa por el Senado provincial, una cámara controlada en un 92% por el gobierno del que ella forma parte.
Sin despeinarse y sin que el rubor haya tomado por asalto sus mejillas, Calletti ha dicho que en Salta se mata a muchas mujeres, pero que en Brasil se mata a muchas más. Otra vez, mal de muchos, consuelo de tontos.
La comparación es sumamente interesante y oportuna, por cuanto si -como afirma Calletti escandalizada- en Brasil mueren asesinadas 14 mujeres por día, ello quiere decir que por año la cifra de mujeres muertas de modo violento es de unas 5.000. Para un país que supera con holgura los 200 millones de habitantes, esto significa que muere una mujer cada 41.600 brasileños, una cantidad verdaderamente horripilante.
¿Pero qué sucede en Salta
En Salta son asesinadas unas 30 mujeres por año, aproximadamente. Para una población que roza los 1.300.000 habitantes, hablamos de que muere una mujer por año cada 43.333 salteños.Es decir que si la Provincia de Salta tuviera la descomunal dimensión demográfica del Brasil, con las actuales cifras de mujeres muertas violentamente, estaríamos hablando de unos 4.800 asesinatos por año.
¿Puede estar tan tranquila y tan segura de sí misma la ministra Calletti con estos números impresionantes?
Si lo está es porque, al contrario de lo que ella misma afirma a menudo, los casos de mujeres jóvenes muertas de forma violenta constituyen un dato que su gobierno tiene perfectamente descontado.
El cálculo aritmético es sumamente sencillo: si aumentan los asesinatos y aun así el gobierno sigue cosechando votos y ganando elecciones, cada joven muerta le cuesta al gobierno salteño lo que usualmente se paga por unas cuantas bolsas de pañales y unas pocas latas de leche.
Digamos que en términos políticos, es un negocio redondo.